El clima ha sido uno de los temas más comentados en la calle en esta última semana debido a las numerosas concentraciones organizadas por colectivos de estudiantes (movimiento Friday For Future) y por la Cumbre del Clima de la ONU, y para mantener la costumbre, todo han sido buenas palabras y promesas que seguramente se olvidarán dentro de un tiempo, como ya ha venido sucediendo en los últimos eventos de este tipo. Por si fuera poco, una parte de los medios de comunicación (por suerte todavía quedan periodistas rigurosos con este tema) tampoco ayudan a que la población entienda el problema real del cambio climático. En los últimos días, para ilustrar los efectos del cambio climático en España han vuelto a salir las imágenes del famoso edificio de Canarias siendo azotado por las olas, las casas destruidas de la playa de Babilonia (Guardamar del Segura) o las terribles consecuencias de la reciente riada en la Vega Baja o las del año pasado en Sant Llorenç des Cardassar, donde murieron más de 10 personas durante una inundación súbita hace un año. ¿Cambio climático? El incremento de la torrencialidad de las lluvias en el litoral mediterráneo tendrán algo que ver, sí, pero en los últimos desastres se da la circunstancia que los afectos más devastadores se han producido en zonas urbanas construidas sobre zonas inundables (barrancos, marjales, llanuras aluviales) o en el dominio público marítimo-terrestre. Antes las culpas se la llevaban los dioses o la furia de la naturaleza, ahora el comodín es el cambio climático. El clima está cambiando y los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes, pero una incorrecta ordenación y planificación territorial es la que amplifica las consecuencias de estos peligros naturales. Por desgracia, en los últimos años no he visto un cambio de actitud frente a esta realidad, solo advertida por geógrafos y otros profesionales de las ciencias territoriales, palabras que se las lleva el viento meses después de una tragedia. Hasta que no nos tomemos en serio la prevención y la ordenación territorial, no avanzaremos. Y hasta entonces, allí siempre estarán los oportunistas echando las culpas al comodín del cambio climático.