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40 aniversario: "No querían que lleváramos la senyera, pero no nos la pudieron quitar"

La Batalla de València tuvo su punto álgido el 9 d'Octubre de 1979. El exalcalde Pérez Casado y el exedil Pedro Zamora recuerdan cómo el GAV quemó la cuatribarrada en el ayuntamiento y la procesión cívica se celebró entre «insultos, palos y huevazos»

40 aniversario: "No querían que lleváramos la senyera, pero no nos la pudieron quitar"

Hace hoy 40 años, miembros del Grup d'Acció Valencianista (GAV) lanzaron un artefacto incendiario contra la bandera cuatribarrada que presidía el balcón del ayuntamiento. El fuego pasó a la bandera española y después a la de franja azul, oficial de la ciudad de València. Media hora después, la Senyera desfilaba por las calles de València entre gritos y agresiones de la ultraderecha que no quería ver la bandera en manos de la izquierda socialista y comunista que gobernaba el Ayuntamiento de València desde las elecciones de abril.

Este hecho fue el momento álgido de una guerra fría entre la izquierda progresista y la derecha conservadora que estrenaban la democracia. Una lucha por la identidad valenciana que se le conoce como la Batalla de València y que tiene su máximo exponente en una jornada violenta y bronca del 9 d'Octubre de 1979.

El origen de los ataques de aquel día fue las señas de identidad aprobadas por el consejo preautonómico de Josep Lluís Albinyana en la Generalitat, que establecía la bandera cuatribarrada como la oficial y el nombre de País Valenciano como denominación de lo que sería la futura autonomía. Se recogió así el sentimiento nacionalista que se expresó en las calles en la diada de 1977, pero también nació el Grup d'Acció Valencianista, fundado por Rafael Orellano (concejal de UCD) como un contramovimiento que rechazaba cualquier influencia catalana sobre València. El GAV creció auspiciado por UCD, el partido que tenía en el Ayuntamiento de València 13 escaños, los mismos que el PSOE, que gobernaba con el apoyo del Partido Comunista de España. Al frente estaba el socialista Ricard Pérez Casado, que accedió al cargo cuatro días antes de los hechos. «Yo solo quería ser concejal de urbanismo», reconoce hoy. Sin embargo, le tocó lidiar con los primeros pasos del despertar valenciano en relevo de su antecesor Fernando Martínez Castellano.

Caldo de cultivo

Los incidentes de aquella mañana tuvieron un caldo de cultivo anterior. Según Pérez Casado, la derecha franquista se rearmó entre 1977 y 1979 y utilizaron las instituciones «para combatir la democracia». Para ello, según explica el alcalde 40 años después, «utilizaron a gente sencilla y de pocas convicciones» como ariete contra el Consell preautonómico y contra el Ayuntamiento de València. Un ejemplo fue Paquita «La rebentaplenaris», una mujer que en cada pleno de las Corts increpaba al gobierno al grito de «traïdors» y «venuts» en referencia a Cataluña. Al hilo de ese sentimiento anticatalanista que crecía contra las decisiones del Consell de Albinyana, entidades regionalistas convocaron una manifestación tres días antes del 9 d'Octubre que, según los medios afines, congregó a más de 200.000 personas.

El día 9 muchos de ellos se reunieron frente a las puertas del ayuntamiento, en la entonces conocida como Plaza del País Valenciano. En el balcón, las tres banderas oficiales: la cuatribarrada aprobada por el consejo preautonómico, la de España y, flanqueada a su izquierda, la bandera de la ciudad, con la franja azul. Miembros del GAV, desde el público, lanzaron un petardo al que le habían sustituido la pólvora por azufre para que ardiera más rápido y en cuestión de segundos, la cuatribarrada ardió. Después, la de España y, por último, la de València. «Milán del Bosch me dijo que dispararían si alguien quemaba la de España», reconoce Pérez Casado.

La bandera nacional fue un daño colateral, pero no el objetivo. Los ultras del GAV querían evitar a toda costa que la Senyera que saldría instantes más tarde pasara por debajo de la cuatribarrada, como reconoció Orellano en una entrevista a Levante-EMV en el 25 aniversario de los acontecimientos. Solo lo hizo bajo la de España, la única que se repuso con inmediatez, pues un equipo municipal estaba advertido de los hechos que se podían desencadenar y aguardó en el cuarto de banderas.

Pese al altercado, la Senyera salió del ayuntamiento, pero la calle no dejó de ser un hervidero. El encargado de portar la bandera fue el concejal del PCE Pedro Zamora, quien recuerda las agresiones físicas que sufrió el equipo de gobierno, con insultos, huevazos y golpes con palos. Ni la quema de las banderas ni el boicot al recorrido fueron actos aislados, sino que fueron «un ataque a la identidad, al desarrollo de las autonomías y a la España diversa». «No querían que la izquierda llevara la bandera, pero no consiguieron quitármela», recuerda.

Zamora hizo el recorrido entre el gentío mientras el alcalde Pérez Casado se desplazó hasta el Parterre en coche. Volvió al ayuntamiento a pie, pero no por la calle La Paz, sino atajando por La Nau y Las Barcas, fuera del recorrido oficial ante las agresiones recibidas. Pese a todo, ríe al recordar que solo tuvo que lamentar los daños de «un botón y unas gafas rotas».

La multitud trató de desviar la procesión cívica a la Catedral, pues ese año fue el primero en que se suprimió el «Te Deum» y el acto era completamente laico. Así se mantuvo hasta el mandato de la alcaldesa Clementina Ródenas y se reinstauró con el primer gobierno del PP. En el año 1979, no supuso ningún problema para las autoridades eclesiásticas suprimir la visita a la catedral. Pérez Casado recuerda haber hablado con el arzobispo Miguel Roca Cabanellas para trasladarle su decisión y la asumió «sin ningún disgusto», por lo que tampoco entendió la reacción ciudadana.

Pese a todo, Zamora insiste en que ambos altercados no fueron hechos individuales, sino que forman parte de un contexto y de una «persecución continuada» a los concejales de izquierdas. «La derecha, entonces y ahora, piensa que el poder es suyo por naturaleza y si no gobiernan, crean inestabilidad».

Pero, ¿y los culpables? Nada se sabe. Según señala Pérez Casado, el gobernador civil José María Fernández del Río fue «poco diligente» para encontrar a los agresores, tanto a la bandera como al equipo de gobierno en la procesión civil. «Tampoco encontraron a los que agredieron a Sanchis Guarner ni a los de Joan Fuster», ironiza el exalcalde, quien apunta que en las fotografías los agresores eran reconocibles para las autoridades. «Algunos incluso terminaron de diputados del PP después», concluye.

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