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El cinturón defensivo musulmán y la conquista de Jaume I

La ciudad de València estaba protegida por una serie de alquerías que la circundaban e impedían la penetración directa del enemigo

El cinturón defensivo musulmán y la conquista de Jaume I

En los últimos años se ha puesto en valor la Línea de Defensa Inmediata de la ciudad de València que se construyó durante la Guerra Civil para frenar el avance del ejército franquista, pero debemos advertir que aquella línea defensiva, también llamada El Puig-Carasols, tuvo un precedente diez siglos antes, en el cinturón defensivo que se creó durante la taifa de València, entre los siglos XI y XII, para paralizar a cualquiera que intentara usurpar su territorio, ya fuese musulmán o cristiano. De modo que cuando llegó, en 1237, «el tirano Yaqmu al-Barsaluni (Jaime el barcelonés)», como adjetiva Ibn al-Abbar a Jaime I el Conquistador (Historia de Valencia, Levante, p. 74), a El Puig de Enesa para preparar la conquista, la ciudad de València, gobernada por el rey Zayyan, ya poseía una coraza protectora que la defendía de cualquier incursión enemiga.

La ciudad de València, como centro político, militar y económico de la taifa, desde la segunda mitad del siglo XI, estaba protegida por un cinturón de seguridad integrado por una serie de puntos defensivos materializados en las alquerías (poblaciones musulmanas) que la circundaban. Estas alquerías, al poseer su propio sistema defensivo, estando fortificadas, impedían la penetración directa del enemigo hasta Valencia. Durante el siglo XII estas alquerías defensivo-disuasorias crecerán en número y reforzarán y ampliarán sus estructuras defensivas (torre, albacar y recinto murado). Quedando así, completado el cinturón defensivo al que se enfrentará y tendrá que desbaratar Jaime I.

Estructura de las alquerías

En el momento de la conquista jaimina, entre 1237 y 1238, el sistema defensivo de las alquerías que rodeaban y protegían la ciudad del Turia estaba formado por varios elementos comunes: torre, albacar (lugar de protección de las personas y animales) y un recinto amurallado. La torre, junto con el albacar, formaba el último sistema de protección que tenía la población en caso de que el peligro fuese más grave. La torre solía constar de varias plantas y una plataforma superior que constituía un lugar de observación, y desde donde, además, se realizaban señales para ponerse en contacto con otros núcleos de población o alquerías (P. López Elum, Los castillos valencianos en la Edad Media, Vol. I, 2002, págs. 86- 91).

Si ojeamos un mapa en el que aparecen las poblaciones musulmanas (alquerías), veremos que el inicio del entramado defensivo al que se enfrentó el ejército del Conquistador comienza, a unos 13 km de Valencia, en el castillo de El Puig de Santa María, el más importante punto de vigilancia y defensa por el Norte, al estar ubicado sobre la montaña de la Patá y permitir un control absoluto, estratégicamente inigualable, de toda la llanura entre València y Sagunt.

Esta fortaleza reconstruida por Jaime I constituía el primer obstáculo contra el que se topaba cualquier incursión hostil, actuando a modo de hebilla que mantenía unido al cinturón defensivo de alquerías. Tras él, a derecha e izquierda, a medida que nos acercamos a València, iban apareciendo toda una serie de alquerías que rodeaban la ciudad y que conseguían, al estar dispuestas en forma reticular, unas delante y otras detrás, a modo de estructuras de refuerzo a retaguardia, retardar o paralizar la embestida del ejército atacante (J. Badenes; Ll. Montero, El Castell de la Patà, pp. 157-158).

Desde el castillo de El Puig de Santa María (también llamado de Enesa o de Cebolla) la estructura reticular que formaban las diferentes alquerías que defendían la zona hasta llegar a València tenía forma triangular. Así, la fortaleza podiense (de El Puig) constituía el vértice del polígono y, al ser orográficamente el punto más difícil de conquistar, impedía la penetración por el centro-vértice del triángulo y obligaba a los enemigos a desviarse hacia las alquerías del lado oeste del triangulo, manteniendo así al atacante lo más alejado del centro neurálgico situado en la base del triángulo: Valencia.

De modo que, en aquellos tiempos medievales, las alquerías de Rafelbunyol, La Pobla de Farnals, Cebolla y Museros, con sus murallas perimetrales y sus torres, constituían los primeros puntos defensivos de València, tras traspasar, el enemigo, el escudo protector que representaba la fortaleza de El Puig.

De hecho, Jaime I, a finales del verano del año 1234, al realizar una cabalgada hacia el Xúquer, cuando estaba frente a la sierra de Sagunto, las torres de las alquerías valencianas transmitieron rápidamente, de Norte a Sur, con señales visuales, la noticia del peligro que se avecinaba. De modo que el rey de Aragón, siendo precavido, no siguió el camino de la costa y bordeó por el Oeste las alquerías de Paterna y Manises, evitando estas alquerías fortificadas y las fuerzas militares que las defendían (Llibre dels Fets, cap. 187).

Como vemos, desde tiempos inmemoriales València y sus habitantes siempre se han defendido contra la dominación ilícita, aunque los usurpadores que se apropiaron de ella finalmente se convirtieran en nuestros padres culturales. Enriquecer nuestra perspectiva histórica nos ayuda a entender el multiculturalismo histórico que define a los valencianos.

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