De Alaska a Finlandia, las seis ciudades árticas que dicen ser el hogar de Santa Claus están experimentando notoriamente el cambio climático con riadas en primavera e incendios en verano, publicó The Guardian. Jair Bolsonaro, el nuevo presidente de Brasil, es presentado como un peligro para la Amazonía. El Gobierno español hace planes para los coches eléctricos que vamos a tener dentro de veinte años y prepara una política de descarbonización.

El riesgo de desertificación en la Unión Europea, que afecta tanto a España y a Portugal, no pone en práctica medidas eficaces. La úlima Cumbre del Clima celebrada en Polonia a finales de 2018 acabó sin un marco jurídico que obligue a los países a reducir las emisiones de dióxido de carbono, que producen un cambio climático evidente y con consecuencias de muerte y destrucción.

Todas estas noticias parecen indicar que hay interés por el estado de la Tierra, pero que no son fáciles las soluciones grandes. Sin embargo, no todo depende de los despachos altos y los grandes salones. También hay soluciones individuales y cotidianas. Los españoles podríamos ahorrarnos alrededor de 2.000 euros anuales por hogar si pusiéramos en marcha una serie de medidas de ahorro energético, según un informe de acierto.com. Por supuesto, no solo hablamos de cerrar el grifo, sino de cambiar las ventanas, apostar por electrodomésticos inteligentes y otras medidas que recabamos a continuación y que nos permitirían reducir notablemente nuestras facturas.

Por ejemplo:

Cerrar los grifos cuando fregamos los platos o nos lavamos los dientes.

Poner el lavaplatos solo si está completamente lleno.

Limpiar las bombillas de polvo (aumentaremos un 40 % la luminosidad).

Encenderlas siempre y cuando sea necesario y apagarlas cuando salgamos de la estancia. Convierte la luz natural en tu aliada.

Optar por bombillas de bajo consumo.

Utilizar alfombras, cortinas y persianas como aislantes. Evitan las pérdidas energéticas (suponen un 30% del total).

Instalar ventanas de doble acristalamiento.

Instalar aireadores de grifos y duchas (reducen el consumo un 50 %).

Ducharnos en lugar de bañarnos. En invierno, además, el coste de estar solo unos minutos más bajo la ducha resulta espectacular. Hace que gastemos entre 20 y 40 litros más de agua.

Renovar nuestros electrodomésticos más viejos. A la larga podríamos ahorrarnos hasta 200 euros, aunque depende de cada caso.

Optar por electrodomésticos de eficiencia energética A +++ y utilizarlos de manera correcta (lavar la ropa a 40 grados en lugar de a 60, ajustar la temperatura de la nevera y el congelador, etcétera).

Desenchufar los electrodomésticos y evitar el standyby.

Instalar una cubierta aislante en el edificio permite ahorrar unos 300 euros año.

Instalar una caldera de condensación. Parecen caras, pero su coste se amortiza en muy poco tiempo.

En la cocina, y si puedes, aprovecha la inducción en lugar del horno y elige los accesorios adecuados, es decir, que transmitan y aprovechen bien todo el calor.

Además, tal como indica Carlos Brüggemann, cofundador de Acierto, «en este ámbito, es fundamental comparar tarifas energéticas». «Revisar las condiciones que ofrecen las compañías, elegir un plan que se adapte a nuestros horarios y necesidades constituyen acciones imprescindibles», afirma.

El papel de la tecnología también resulta clave en materia de ahorro energético. Y no solo hablamos de hogares tremendamente inteligentes, conectados y que apuesten por el internet de las cosas, sino de actos tan sencillos como colocar sensores de movimiento en la escalera de la comunidad. Otras opciones interesantes que ofrece la domótica son las bombillas inteligentes -y programables-, y los dimmer, que permiten controlar la salida de luz y ahorrar hasta un 75 %. Además, aumentan la vida útil de las bombillas.

Los termostatos inteligentes -algunos incluso cuentan con sistemas de localización para apagarse o reducir la temperatura al mínimo cuando no estamos en casa- y las persianas inteligentes (que se bajan si no estamos cuando detectan que se está generando demasiado calor en la casa) son otras opciones que tenemos al alcance de la mano y que no implican un desembolso notable ni mucho menos.

Por otra parte, el papel de los gobiernos en materia de sostenibilidad energética en casa es fundamental. Aquí nos estamos refiriendo a los edificios sostenibles. El problema, de nuevo, es que no nos importa demasiado, porque el consumidor no se hace una idea del ahorro que le va a suponer a la larga ni del confort que puede aportarle. Solo en ahorro energético suponen entre un 60 % y 80 % menos de gasto.

La parte positiva es que hasta 8 de cada 10 encuestados reconocen que podrían hacer más -tanto ellos como los gobiernos- por el planeta.