La normalidad se impone, paso a paso, en la Procesión Cívica. El desfile ciudadano que conmemora la entrada del rey Jaume I en València y que es el epicentro del Día de la Comunitat evoluciona positivamente de un aglomerado de insultos y descalificaciones a un día festivo y de aplausos para quienes son los verdaderos protagonistas: la real Senyera y quien de manera rotatoria, siempre representantes de la voluntad popular, tiene el honor de portarla.

Ayer ese honor recayó en María José Català, la portavoz del PP en el Ayuntamiento de València, un partido que volvía al primer plano de la fiesta después de seis años sin poder hacerlo en gran medida por su complicada situación judicial. Vestida premeditadamente con el azul más aproximado al «blau» de la Senyera, Català recibió la bandera a las doce en punto de la mañana tras una bajada del balcón en la que se cumplió al pie de la letra la obligación de permanecer erguida, sin inclinarse ante nadie. Ese momento inicial estuvo acompañado de la Marcha de València, el himno de España y las salvas de ordenanza, otrora realizadas con disparos militares y ahora por la vía de la pirotecnia.

Cada uno de esos momentos fue aplaudido por el numeroso público que soportó estoicamente el fuerte calor y que ya desde el principio aminoró el tono de las críticas hacia los representantes políticos, especialmente hacia el alcalde de València, Joan Ribó, que ayer realizó la procesión acompañado de numerosas autoridades, entre ellas el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y el ministro de Ciencia, innovación y universidades, Pedro Duque. También hizo el recorrido el presidente del PP, Pablo Casado, aunque acompañando a Isabel Bonig con el grupo de parlamentarios.

Solo unos pequeños carteles reivindicaban frente al ayuntamiento los derechos de los viticultores valencianos y alguna voz se escuchó pidiendo que devuelvan los 4 millones extraviados en la EMT.

«Catalanistas traidores»

Ni siquiera el paso crítico por la estatua de Vinatea, donde se concentran las entidades valencianistas más radicales y los grupos de extrema derecha, precisó de dobles cordones policiales. Allí fue donde se escucharon las habituales acusaciones de «catalanistas» y «traidores» para los dirigentes de Compromís, ruido que se confundía con los aplausos de la otra acera, donde esta vez no hubo colectivos laborales reivindicando sus derechos.

El resto del recorrido puede decirse que fue plácido para todos. María José Català avanzaba con los18 kilos de bandera y con los miembros de la corporación turnándose en las cuatro borlas que cuelgan de la misma.

El pequeño tramo de la calle San Vicente pasó rápido, entre vítores a la Senyera, pero fue el más simbólico de todo el recorrido. Y es que, también premeditadamente, Català quiso tener un gesto con la catedral, ese lugar al que ahora no entra la Senyera para celebrar el tradicional Te Deum. Justo al confrentar con la seo y antes de tomar la calle la Paz, la portavoz del PP hizo una breve parada, volvió la bandera hacia la catedral y continuó la marcha. Era su manera de escenificar lo que ha venido repitiendo desde hace tiempo: que si algún día es alcaldesa, la Senyera volverá a entrar en la catedral.

La calle la Paz siempre es el tramo más vistoso y ayer no fue distinto. Abarrotada de gente, sobre todo en la parte donde daba la sombra, el cortejo evolucionó sin sobresaltos. Fue el momento de mayor lucimiento de la portadora de la bandera, a la que mucha gente había venido a ver y a saludar, aunque fuera desde lejos.

Ya en el Parterre y ante la estatua ecuestre del rey Jaume I, se vivió otro de los momentos más emocionantes de la Procesión Cívica, cada vez menos intenso, todo hay que decirlo, por la distancia a la que se coloca el cordón de seguridad para evitar incidentes. Allí se realizó la tradicional ofrenda floral por parte de instituciones como Lo Rat Penat y por parte de las principales autoridades. También allí sonó y se coreó el himno de València.

Y allí mismo se hicieron las fotos más familiares y se sucedieron los momentos más llamativos. Uno de ellos fue la breve conversación que mantuvieron el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, con el líder del PP, Pablo Casado. En presencia de Isabel Bonig ambos se desearon suerte en las próximas elecciones. Luego, todos ellos abandonaron el desfile y dejaron a la corporación que realizara el último tramo de las calles Pintor Sorolla y Barcas hasta llegar al ayuntamiento.

Este punto también era propició para el conflicto, pero en esta ocasión fue distinto, hasta el punto de que los gritos que se oyeron fueron de «alcaldesa, alcaldesa» dirigidos a María José Català, que llegó a la plaza del Ayuntamiento visiblemente contenta.

«Personalidad propia»

Una vez más, la Senyera subió al balcón y después al Museo de Historia de la Ciudad, a la vitrina donde se guarda todo el año. Allí fue depositada por la corporación y despedida hasta el año que viene con una breve alocución del alcalde. Antes de iniciarse el desfile, Ribó explicó que el 9 d'Octubre es el momento de reivindicar que «somos una comunidad autónoma con una personalidad propia y con una lengua y cultura propias».

También es día, a su juicio, para reivindicar una mejor financiación y una serie de infraestructuras como el corredor mediterráneo. Y en tercer lugar recordó que «estamos en una comunidad donde la sensibilidad ambiental es muy grande, donde es imprescindible un respeto al medio ambiente y enfocar la economía desde este punto de vista». Pero sobre todo, el alcalde dijo que era «un día para disfrutar». Y para muchos valencianos, cada vez más, así fue.