El pasado 23 de septiembre, despedimos el verano y comenzamos el otoño. Precipitaciones, lluvias torrenciales y descenso de temperaturas son tres de las muchas consecuencias que tiene estar en esta estación, que comenzó con el equinoccio otoñal. Lo siguiente, ha sido dar paso al cambio de hora, que como es habitual se ha realizado el último domingo de octubre.

Desde 1996 es octubre el mes que da comienzo a este nuevo horario. Anteriormente se hacía en septiembre. Ha llegado el momento de volver a cambiar el reloj. Fue el pasado 26 de marzo cuando la manecilla avanzó una hora, arrancando el ansioso horario de verano, donde no nos importaba dormir una hora menos porque pronto llegarían las buenas temperaturas, el sol y la vacaciones esperadas durante todo el año.

Pese a la multitud de propuestas en contra y de críticas que se rebelan ante este cambio bianual, hoy en día sigue siendo una realidad que se practica en casi todo el mundo. En nuestro caso, esta pasada madrugada a las 03:00 am volvían a ser las 02:00 am. O sea, hemos ganado una hora de sueño.

Es a partir de 1974 (cien años después de que Benjamin Franklin lo propusiera para ahorrar en el consumo de velas) cuando se comenzó a realizar de manera obligatoria en los países de la Unión Europea, con motivo del ahorro energético que supondría esta modificación horaria y así poder salir de la crisis del petróleo que en esos momentos atenazaba Europa.

España ya había cambiado su hora anteriormente en 1940 para igualarse a la de Alemania, por lo que el cambio de horario de octubre nos lleva al huso horario que nos corresponde, según el meridiano de Greenwich. Entre los efectos que suponen este cambio de hora, como ya sabemos: el amanecer se ha producido una hora antes e inmediatamente esta misma tarde oscurecerá 60 minutos más pronto.