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El mapa de las casas de apuestas en València: a la caza de la 'generación Z'

Un tercio de los atendidos por adicciones sin sustancia son varones de entre 14 y 25 años que hacen apuestas deportivas - Los expertos urgen a tomar medidas preventivas ante una «epidemia»

Dos jóvenes pasan por delante de un salón de juego en València.

Todo comenzó con la legalización de las apuestas online. Hoy la mayoría de psicólogos e investigadores coinciden en que estamos ante «una epidemia», un problema de salud pública. Ya no es extraño ver a adolescentes, e incluso menores de edad apostando dinero. A pesar de que los segundos lo tienen prohibido. El mes pasado, una operación policial permitió identificar a seis menores en salones de juego en València. Es una peligrosa forma de ocio que puede derivar fácilmente en una adicción. Los expertos consultados coinciden en que no hay que banalizar el problema y no es una exageración compararlo con drogas más duras.

Neymar, Cristiano Ronaldo o raperos como Chojin o Arkano son algunos de los ídolos juveniles que han protagonizado anuncios para grandes casas de apuestas. En la actualidad, 19 de los 20 equipos de La Liga tienen acuerdos de patrocinio con salones de juego que lucen en sus camisetas. Los datos del portal de la Generalitat apuntan que entre julio y octubre los valencianos gastaron 82 millones de euros en apuestas, el doble que en el año 2014. La explosión de las apuestas deportivas y el juego online ha provocado que esta sea una de las adicciones en pleno auge. En concreto, una de cada tres personas atendidas por adicciones sin sustancia son hombres de entre 14 y 25 años adictos a las apuestas deportivas, según datos de Red de Atención a las Adicciones (UNAD).

En la ciudad de València basta un pequeño vistazo a la página web de Codere, la principal empresa del sector, para ver que existen muchos locales donde elegir. Hasta catorce en barrios como Ayora, doce en Benimaclet y once en Torrefiel. Incluso hay puntos con dos casas de apuestas una al lado de la otra. Literalmente. Pedro Cabanes número 73 y número 75. A unos 100 metros de distancia en la misma calle (número 98) encontramos otra, y a pocos metros en la calle de al lado, una más. En la Avenida Campanar 53 y 57. En la calle San Vicente Mártir, en la calle Ecuador de Benicalap o en la calle Serrería de Poblats Marítims. En Ayora hay dos establecimientos únicamente separados por un parque infantil. Son solo algunos ejemplos. Hay muchos más.

«Los adolescentes y jóvenes son un nicho de mercado buscado por las casas de apuestas», afirma Marta Marcos, catedrática de Psicología Básica de la Universitat de València y experta en adicción al juego. Tras pasar un cuestionario en centros valencianos, sus conclusiones son que la gran mayoría de los menores se inician con las apuestas deportivas en los bares, aunque cada vez es más común el juego tanto en el móvil como en el ordenador. «Nosotras lo tenemos claro, hay que quitar las máquinas de los bares o, en todo caso, establecer un control de acceso a través de un DNI electrónico. Es escandaloso que un joven vaya por la calle y que de repente pueda acceder sin ningún problema a una máquina de este tipo. Estamos hablando de unas edades muy alarmantes para la salud. Además, sabemos que cuando se establece una adicción en una persona tan joven el pronóstico es bastante grave, crean una vulnerabilidad para que en la edad adulta uno pueda ser carne de cañón para otro tipo de adicciones», critica.

El perfil del Z

David empezó a apostar hace cuatro años. En su barrio, San Marcelino, abrieron una casa de apuestas a la que empezó a ir con su grupo de amigos los fines de semana. «Podía ir el sábado con seis amigos, apostábamos dos euros y nos íbamos. Así estuve los dos primeros años. Luego empecé a abrirme cuentas por internet y a meter unos cinco euros a la semana. El problema es que después empezaron a ser 10 euros, y luego 20...», afirma.

El principal problema, señala David, que comenzó a apostar con 22 años, es la aceptación social del juego. «Vamos a ver el partido y echamos una apuesta». Para Marcos se ha creado una asociación peligrosa. «Vemos que en el deporte, a través de todos los anuncios asociados, es necesario apostar para disfrutar más la experiencia. Y no lo es. No solo no es necesario ni normal, sino que además tiene unos riesgos brutales para la salud».

Luis Miguel Real, psicólogo especializado en adicciones en menores de edad, afirma que «los chicos que peor suerte tienen son los que ganan. Piensas que si acabas de ganar una partida no hay ninguna razón para no volver a ganar otra». Además, afirma que el perfil del jugador medio ha cambiado mucho y ha aumentado sobre todo entre la llamada «generación Z».

«Se está acercando a jóvenes universitarios e incluso rallando en adolescentes. Ahora un chaval de 13 años con móvil puede acceder, mientras que hace diez años nada más acercarse al casino o a la máquina tragaperras le iban a echar por ser menor de edad», explica.

Según Marcos, «ya no hace falta desplazarse a ningún casino, en la intimidad de tu casa, solo con un móvil, puedes empezar a apostar y además con refuerzos inmediatos, en cuestión de segundos sabes si te ha tocado el premio o no». Un hecho que confirma Luis Miguel Real, quien asegura que la mayoría de sus clientes en consulta son padres preocupados por la conducta de sus hijos. «Estamos hablando de menores de edad, que tenían instalada una aplicación de apuestas y no paraban de pedirles dinero o incluso les habían hecho un pequeño desfalco con la tarjeta de crédito», alerta.

El componente social en el caso de las apuestas también es algo fundamental, explica Marcos. «Los amigos en la adolescencia son muy relevantes. Imagínate si en mi grupo de amigos hay gente que empieza a apostar con la falsa sensación de que no pasa nada», añade para avisar del peligro.

Julio Abad, psicólogo especialista en adicciones de la Fundación Patim, califica el auge de las apuestas como «un desastre». «Si queremos una sociedad con tendencia a proteger y asegurar a sus habitantes se deberían de tomar medidas contra algo que está generando muchísimo daño y poner el foco encima de las casas de apuestas y la publicidad», concluye.

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