Cuando los jóvenes salen a la calle cada viernes en las manifestaciones del Fridays for future, no solo hablan de combatir el cambio climático y reducir los gases de efecto invernadero. Hablan de cambiar un estilo de vida, una forma de ver el planeta donde ya no rige la máxima del «usar y tirar» que reinó en la década de los 90, sino el de «usar, reparar, reutilizar».

En el ecoparque de Bétera, un gran container en la entrada del recinto acoge todo tipo de «residuos voluminosos». Es el nombre técnico que reciben los muebles y enseres, pero también caben juguetes, aparatos eléctricos o menaje del hogar, entre otras cosas. Sin embargo, este contenedor no tiene su destino en una planta de reciclado, sino, más bien, en una empresa de reutilizado: la fundación sin ánimo de lucro y de reinserción laboral Tots Units, que trabaja dentro del programa «Recircula» del Consorcio Valencia Interior. Lo recogen, lo ponen a punto y lo vuelven a sacar al mercado por un módico precio.

La única condición para estar en este y no en la decena de contenedores residuales que hay fuera es que el objeto esté en plenas condiciones. No puede tener carcoma, ni estar roto, ni faltarle ninguna pieza. Debe estar a pleno rendimiento, como explica una de las dos operarias que trabaja en la planta, Carmen Arnal. «Dime qué tiras y te diré cómo eres». Los comportamientos humanos se reflejan en lo que llevan al ecoparque y, como explica Arnal, hay tendencias. Es decir: al inicio del verano, los muebles llegan por decenas. Los veraneantes llegan a los chalés de Bétera y cambian sus viejos muebles por otros nuevos. No los tiran, los donan.

Ahora, que llega la Navidad, el container se llenará de juguetes en perfecto estado así como de pequeños electrodomésticos, listos para ser reemplazados por uno más novedoso. No solo eso: afirma que el mercado inmobiliario se ha reactivado porque «se han vaciado casas enteras y los muebles han llegado todos aquí».

Así, Arnal tiene ahora el container vacío: «La semana pasada había sofás, mesas, sillas... había de todo». Asoma una buena noticia: la concienciación va calando en la sociedad. La operaria asegura que este año, los usuarios se han duplicado: nuevos perfiles que llegan a la planta a dejar sus residuos y que «fichan» con su tarjeta para recabar puntos que redundarán en una buena rebaja de la tasa anual que pagan por la gestión de la basura. En buena parte son muebles y objetos antiguos. En Bétera, donde la renta media es más alta que en el resto de la comarca, hay objetos abandonados que son tesoros. La operaria confirma que se nota el nivel de vida y ya no solo por la calidad de lo que se dona, sino por la frecuencia con la que se cambian los utensilios. «Sigue instaurada la cultura del usar y tirar», asegura.

Sin embargo, el objetivo de esta iniciativa es precisamente evitar esa conducta. Si a alguien le vale, ¿por qué tirarlo? La primera norma del medioambiente y el reto de las Administraciones Públicas es concienciar para reducir, en general, todos los residuos. El plástico es el principal de todos ellos, pero otros, no tan visibles, generan verdaderos problemas en las plantas de reciclado, como las telas de toldos o ropa no tirada en el contenedor adecuado. Después de reducir, hay que intentar reutilizar y, por último, reciclar si no se ha podido hacer todo lo anterior. Por ahora, el segundo paso comienza a tomar relevancia en la conciencia social y como muestra están los objetos en perfecto estado que esperan una segunda vida en el ecoparque.