«El califato del Daesh no ha desaparecido, ha mutado, y volverá a aparecer de una forma y el lugar más probable es la franja saharosaheliana. Aunque es cierto que no necesita un territorio concreto. Ahora mismo estamos ante el califato 4.0, y está en todo el mundo. No hay un solo país en el que no exista la posibilidad de que se cometa un atentado terrorista inspirado por ese islamismo radical que practica el Daesh, por ese salafismo yihadista». Así de claro se mostró ayer el teniente general Francisco José Gan Pampols, jefe del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad (CGTAD), uno de los nueve con que cuenta la OTAN en Europa y que tiene su base en València, durante la jornada de análisis geopolítico y geoestratégico celebrada ayer en la sede del CGTAD, el cuartel de Santo Domingo, dentro de los últimos actos para celebrar el 70 aniversario de la organización del Atlántico Norte, la OTAN.

El teniente general explicó que el principal peligro al que se enfrentan los países de la UE y los integrados en la Alianza, el del resurgimiento del terrorismo yihadista, procede del sur, de África, y no del este, de los antiguos países soviéticos, como creen muchos de los integrantes de ambas estructuras.

Menguada la cúpula del Estado Islámico (EI) y expulsados de Siria e Irak, donde habían proclamado el califato, la franja del Sahel, que ocupan cinco países en el centro occidental de África, entre ellos Níger, el más pobre y con mayor crecimiento demográfico del planeta, es el lugar perfecto para que la macroidea del salafismo yihadista reedite su proyecto territorial. «La franja saharosaheliana es el lugar donde más fuerza está adquiriendo, porque son territorios muy amplios, que dificultan extraordinariamente el control de fronteras y de flujos de personas, y se están asentando sobre estados débiles, semifallidos o fallidos. Deberíamos atajar ese problema, que ya está creciendo y es real, antes de que alcance un tamaño crítico que lo haga difícilmente acometible», analizó.

Su opinión coincide con la de todos los expertos, militares y docentes universitarios, que debatieron sobre el pasado, presente y futuro de esa amenaza y de la respuesta que, hasta hoy, están dando tanto la OTAN, como la ONU o Europa. Todos están de acuerdo en que, pese a la cada vez mayor presencia de fuerzas militares, policiales y civiles en la zona, la situación no ha mejorado, creen, que debido a que no se está actuando con un objetivo unificado y coordinado. «Aportar más fuerzas no lleva forzosamente a obtener mejores resultado. Hay distintas organizaciones trabajando sobre un mismo escenario. El ejemplo es Mali, donde hay misiones de todos esos organismos trabajando de manera simultánea. Necesitamos un enfoque integral, con acciones coordinadas y un esfuerzo simultáneo y progresivo, con objetivos que se cumplan uno a uno y sin atajos. Lo primero es estabilizar la zona y dotarla de la seguridad necesaria para que pueda darse un crecimiento económico, una oportunidad de vida», aseveró el teniente general.

A su juicio, en coincidencia con los doce ponentes que participaron en las tres mesas redondas de esta jornada, «el conjunto de fenómenos que se producen en esa zona parecen dispersos, pero no es así. Todos convergen en una única superestructura: el crimen organizado. El tráfico de drogas, de seres humanos, de armas, cualquier tipo de contrabando, constituyen en realidad las fuentes de financiación y supervivencia» que alimentan a esos grupos yihadistas, y que ya en sus inicios le aportaban a Al Qaeda del Magreb Islámico «la quinta parte de todos los ingresos. Ahora es probablemente mucho más».

Y si el proyecto salafista triunfa en esa zona debilitada de África, la capacidad de financiación del Daesh crecerá y, con ella, «la de optar a más y mejor tecnología», incrementando el tamaño de la amenaza.

Visión miope

Así las cosas, Gan Pampols no dudó en admitir que «ciertamente es un poco miope» que determinados países, dentro de las citadas organizaciones, no vean esa amenaza que proviene del sur y que afectará a todos, y mantener la mirada fijada en la Federación Rusa. «Lo que están haciendo los países es gestionar el corto plazo; mal hecho, porque son problemas son a medio y largo plazo. Y siempre debería resolverse con una acción unificada, nunca unilateral o bilateral, porque ese problema acabará siendo multilateral, de la Europa de los 27 o de la OTAN de los 29 o los 30. No es solo algo que afecte a los países ribereños del sur. Es global», concluyó.

«El conflicto del Sahel», recordó, «no es nuevo. Es muy antiguo. Es un territorio de fractura y de choque, la frontera entre el desierto del norte y los bosques fértiles del sur, entre las tribus de pastores nómadas e islamizadas del norte y las de agricultores sedentarios a caballo entre el cristianismo y las religiones animistas del sur. Así que, lo que ocurre hoy en el Sahel, ha ocurrido siempre, pero no a esta escala», por lo que el futuro, necesariamente, debería pasar por frenar esa amenaza antes de que sea demasiado tarde.