«Imagina que una trabajadora atiende a quince personas al día. Despertarlos, ducharlos a todos en dos horas, hidratarlos, llevarlos al comedor? Y todo por 983 euros brutos». No es un caso hipotético, sino la situación real de Esther y Mar, auxiliares en centros de dependencia. Y esto, entre otras demandas, es lo que quisieron poner de manifiesto en el día de ayer las trabajadoras de residencias en la concentración que los sindicatos CC OO y UGT realizaron en el centro de València.

«Queremos que se negocie el convenio, pero también hacer visible a un sector de gran importancia social», marcó Eugenio Negrete, responsable de servicios sociosanitarios de UGT, sobre los motivos de la protesta. Y es que los principales problemas del convenio del sector, que afecta a unas 15.000 trabajadoras, tienen que ver con el salario mínimo que establece, actualmente de 983 euros brutos, así como la falta de personal, según Negrete. Por eso mismo los sindicatos reclaman que el acuerdo recoja una remuneración base de mil euros, algo que «ya se había acordado con las patronales estatales», y que la patronal dé los pasos necesarios para «dignificar el sector».

Y una de las primeras consecuencias de la precariedad que denuncian es la estabilidad del sector y la calidad del servicio. Según Rosa Atiénzar, secretaria general del sector sociosanitario de CC OO-PV, la inestabilidad viene dada porque «las condiciones de trabajo lo convierten en un sector de paso y temporal». De hecho, alertó que trabajadoras fijas acaban renunciando a sus puestos para trabajar en otros sectores con mejores condiciones.

La calidad, afectada

Las trabajadoras denuncian que las condiciones acaban repercutiendo en el servicio a los usuarios, ya que «no podemos atenderles como toca». Todo esto, en un sector altamente feminizado, con más de un 90 % de mujeres en el personal, hecho que, junto a la precariedad, ahonda en la desigualdad entre hombres y mujeres.

Además, los problemas de falta de personal, que llevan a ratios que pueden llegar hasta los veinte usuarios por trabajadora. Y es que, como dice Atiénzar, «el trabajo requiere muchas exigencias físicas y psíquicas, por lo que en ocasiones no compensa». En este sentido, los sindicatos apuntan a que el deterioro de las condiciones laborales lleva a un alto índice de absentismo, debido a enfermedades músculo-esqueléticas y del sistema nervioso, como depresiones o crisis de ansiedad, «por el gran estrés que sufre el personal». Una situación de la que responsabilizan a la administración y a las organizaciones empresariales.