El Premio Jaume I de Protección al Medio Ambiente, Jose Antonio Sobrino, considera que con los datos e imágenes que proporcionan los satélites sobre el planeta ser "negacionista" del cambio climático es una posición "poco defendible" porque "no es una cuestión ideológica" sino ya empírica.

"El cambio climático es uno de los problemas más importantes que tiene la Humanidad en los próximos siglos", asegura en una entrevista, en la que sentencia: "Esto no es como un crack de la Bolsa, que pasa y luego se supera; esto llega para quedarse".

A su juicio, si "no se toman ya" decisiones políticas que pasen por disminuir de "forma radical" las emisiones de dióxido de carbono (CO2), "vamos a dejar a nuestros hijos un planeta donde la vida será más difícil que la que han vivido sus padres".

Catedrático de Física de la Tierra en la Universitat de València, Sobrino recibirá el próximo lunes el premio Jaume I de Protección al Medio Ambiente por sus investigaciones en el estudio de los cambios planetarios.

Sobrino, que preside la Asociación Española de Teledetección, considera que esta forma de medición y observación para obtener imágenes diarias y a distinta resolución "permite ver el mundo en formato digital" y es "la única herramienta posible si queremos tener una visión del planeta en su totalidad".

"Sin la teledetección no podríamos hacer un seguimiento de la salud de nuestro planeta", asegura Sobrino, que indica que en este campo España, que es miembro de la Agencia Espacial Europea, tiene una "presencia importante".

Así, nuestro país tiene operativo el satélite PAZ, un radar de alta resolución espacial, y en 2020 está previsto el lanzamiento del satélite Ingenio, que trabaja el espectro térmico también en alta resolución.

Sobrino, que trabaja en el campo de la detección desde hace más de tres décadas, explica que todos los datos recogidos en este tiempo permiten observar que se han producido cambios importantes en la cobertura terrestre, especialmente los relacionados con el cambio climático.

"Se ve claramente cómo va disminuyendo la capa de hielo en el Ártico, con lo que esto implica; las zonas donde se amplía la deforestación por los incendios o el incremento de la temperatura en la superficie terrestre", indica.

En este último aspecto, asegura que con el ritmo actual de las emisiones de CO2, "que está incrementándose", antes de llegar a 2050 la temperatura habrá crecido 1,5 grados "en el caso de que no se actúe de forma rápida, de que nos pongamos a trabajar ya".

Recuerda que la primera conferencia mundial del clima se celebró en 1979 y desde entonces los científicos "ya vienen alertando de cómo van subiendo los indicadores, debido fundamentalmente a la actividad humana".

"Se echa en falta una decisión política que haga un calendario de actuaciones, que se respete e incluya si es posible a esos grandes emisores de dióxido de carbono de grandes potencias, que actualmente no están muy por la labor", afirma.

A su juicio, "ser hoy en día negacionista del cambio climático, con los datos que tenemos de los satélites, donde se muestran claramente los cambios y donde una imagen vale más que mil palabras, es una posición poco defendible porque estamos hablando de datos, de hechos. No es una cuestión ideológica".

Considera que detrás de ese negacionismo "hay todos unos intereses de mantener el 'bussiness as usual' (vamos a seguir como estamos) por las dificultades que, sin duda, entabla un cambio en el tipo de economía y los sacrificios que se tienen que hacer".

Pero añade que es necesario ofrecer una alternativa y pensar en aquellos países, no tan fuertes económicamente y con menos medios, que no han contribuido a las emisiones pero notarán el impacto que tendrá el aumento de la temperatura.

Aunque afirma que su trabajo no es "hacer de futurólogo" ni quiere ser "apocalíptico", indica que los datos señalan que "vamos a ir hacia un mundo más caliente" que afectará a la productividad agraria y a los desplazamientos migratorios.

No obstante, afirma que aún tenemos la posibilidad "de comprar tiempo disminuyendo de forma radical el CO2 emitido. Se habla de reducir un 40 % en 2030, pero creo que eso se queda corto, los objetivos pasan por secuestrar el CO2 presente en la atmósfera".

"Si continuamos con el estado actual de emisiones, podría haber cambios abruptos en el clima, como la aceleración del deshielo y la subida del nivel del mar", afirma.

Esto podría afectar a ciudades como Nueva York o Londres, que de momento "lo que van a hacer es comprar tiempo poniendo barreras, aunque no se puede poner una barrera infinita", explica, para advertir de que el calentamiento de la temperatura del mar "va a tardar muchísimos siglos en estabilizarse".

Considera que hay concienciación social sobre la grave amenaza que supone el cambio climático y advierte de que si la temperatura terrestre sigue subiendo, "la severidad del agravamiento puede ser tal que pueden pasar cosas que eran inconcebibles. Podemos entrar en territorios desconocidos que pueden afectar a nuestra geopolítica, psicología, cultura o tecnología".