El dinero. Ese poderoso caballero que hace al mundo girar fue ayer el leit motiv de la charla que los premios Jaume I de este año (cinco de ellos, la de Emprendimiento Carlota Pi no pudo estar presente) tuvieron ayer con los medios. Sí, la obvia reivindicación de tener más financiación para que la ciencia española no se desvanezca definitivamente estuvo presente pero los científicos se internaron en el debate del origen de esos fondos: públicos sí, pero también privados. Así, la esperada y nunca conclusa Ley de Mecenazgo se llevó buena parte de las reivindicaciones de los premiados de este 2019 que recibirán su galardón el próximo lunes de manos de Felipe VI.

Las comparaciones, aunque odiosas, saltaron a la palestra: ¿Por qué en Inglaterra o Estados Unidos sí y aquí no? «En Oxford y Cambridge reciben grandes fortunas de gente que está orgullosa de sus universidades. ¿Podríamos estarlo también aquí y recibir ayuda de la sociedad. No somos un país con tradición filantrópica pero si la sociedad se concienciara de la importancia de la investigación, de que nos hace mejores, quizá cambiaría la idea. El papá Estado no puede pagarlo todo», lanzó Pura Muñoz Cánovas, Catedrática en Biología y premio Jaume I en Investigación médica de este año.

El premiado en Economía, José García Montalvo, doctor por Harvard y profesor de Economía en la U. Pompeu Fabra, insistió en que la ley debe establecerse ya para que la sociedad tenga mecanismos en forma de incentivos fiscales que les inviten a donar «porque el altruismo puro es utópico. Necesitamos una ley que fije cuáles son esos incentivos para los que donen lo hagan, aunque sea por egoísmo. Me da lo mismo el motivo», sentenció recordando que Harvard tiene una dotación de 37.000 millones de dólares. «Podría ser el tío más egoísta del mundo pero por egoísmo, dono», dijo.

Donaciones particulares y también de empresas. Muñoz Cánovas puso sobre la mesa nombres de empresas como Oracle o Google que habían puesto en marcha sus propios centros de investigación, algo que para el premio Jaume I en Nuevas Tecnologías, el catedrático de Robótica Aníbal Ollero, no podría ser factible en España. «Yo llevo toda la vida con financiación privada pero en España no se puede comparar con las grandes compañías nombradas, aquí no se podrían abordar», por lo que apostó por una financiación pública y privada «para que haya beneficios mutuos. Veo difícil solo la financiación privada, no se podría competir pero no solo con Estados Unidos, también con China donde es impresionante el crecimiento en financiación en investigación», que además es mixta.

Para el premio Jaume I en Investigación básica, el doctor en Matemáticas Xavier Tolsa, era utópico pensar que esa implicación directa de las empresas en la financiación investigadora no iba a generar un rechazo directo. «Aquí eso no estaría bien visto porque empezarían a hablar de la privatización de la universidad», apuntó, rescatando el «fantasma» del rechazo que las donaciones y la financiación privada para investigar provoca en parte de la sociedad española, algo que ya había apuntado Muñoz Cánovas recordando (aunque sin nombrarlo) el gesto del magnate textil Amancio Ortega al donar 30 millones de euros para renovar tecnología de detección y tratamiento contra el cáncer. «Yo le pondría un monumento a este señor», defendió la investigadora que criticó que el gesto se viera como «limosna».

La fórmula del éxito, según Tolsa, podría venir de la «inversión en institutos de investigación o fundaciones» y no de forma directa a las universidades. «Creo que es un problema de cultura científica del país. Para eso la ley de mecenazgo sería fundamental», sentenció el quinto Jaume I 2019, doctor en Física y catedrático de la UV, José Antonio Sobrino, galardonado en el área de Medio Ambiente.

Financiación por resultados

De dónde viene el dinero pero también cómo se gestiona. Los científicos pidieron reformas en la forma de financiación de las universidades y en cómo el ámbito académico gestiona el dinero para, al menos hasta que haya más financiación, los fondos se empleen de la manera más eficiente.

«La universidad necesita un meneo fuerte de arriba abajo y necesita conectar con la generación de valor más allá del conocimiento», apuntó García Montalvo que defendió vincular el dinero que recibe la universidad no con el número de alumnos sino con los resultados en investigación o la transferencia de valor a la sociedad. «Fináncieme por los resultados, no por cuántas cabezas entran este año. La distribución de los fondos no es la adecuada», apuntó, argumento con el que estuvo de acuerdo Tolsa. «El objetivo de la universidad es la docencia pero, también, la investigación pero la mayor parte de la financiación se tiene que justificar por las necesidades de docencia. Las cartas con las que juega la universidad no son fáciles y la escasez de recursos es importante», añadió el matemático.

«Nuestra enseñanza no es solo dar clase, es enseñar a los que trabajan con nosotros en investigar para que sean mejores investigadores y profesionales», rubricó Ollero.

Como alternativa para poder atraer «mentes» pese a falta evidente de recursos, el economista García Montalvo apostó por replicar modelos que ya estaban funcionando en el ámbito investigador como el Icrea, la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados, una fundación promovida por el gobierno catalán y la Fundación Catalana de Investigación e Innovación y que busca captar y retener excelencia investigadora. «Hay que replicar modelos que ya funcionan a coste bajo. Es una solución para aumentar los científicos de este país», razonó el economista que dejó una pregunta en el aire «¿Por qué no lo estamos haciendo todos?».