«No podemos mirar a otro lado ni seguir en el cortoplacismo. Necesitamos una política científica valiente, valiente, valiente y a largo plazo. Y hace falta ya. Tenemos la obligación de ser ambiciosos».

La premio Jaume I 2019 de Investigación Médica, Pura Muñoz-Cánoves lo dijo alto y claro en nombre de los seis galardonados en los premios de investigación y emprendimiento más importantes de la C. Valenciana. Lo hizo ante los centenares de personas que llenaban la Lonja de la Seda de València y delante de los máximos representantes políticos y de la sociedad civil, empezando por el rey Felipe VI y el ministro de Ciencia, Pedro Duque.

Aun así, la llamada a apostar ya, decididamente y de una vez por todas por la ciencia parecía un eco del pasado, una reverberación que había quedado atrapada en las formas helicoidales de las columnas de la Lonja. Porque es el mismo grito ahogado que llevan haciendo desde ésta y otras muchas palestras los investigadores año tras año. Y con poco éxito.

Al menos así lo sintieron muchos de los «afectados», compañeros de profesión de la valenciana Muñoz Canovas que llenaban la sala. Porque la ciencia valenciana y española lleva muchos años pidiendo más fondos, una apuesta directa en forma de mayor financiación y un gran pacto de Estado para que hacer ciencia no dependa del color de quien manda y que parece que no llega.

Ellos aplaudieron después en los corrillos el discurso de su compañera. Del resto les quedó el regusto de que se volvía a un lugar común, ese necesario apoyo a la ciencia para seguir creciendo como sociedad pero que pocos se creían o, al menos, aún estaban por verse los avances.

Elegida por sus compañeros para hacer el discurso, la valenciana (de Miramar y formada en la Universitat de València), pidió ayudar a la ciencia a avanzar «porque ella, cuando llegue a la sociedad, nos hará más libres, más iguales» y recordó que cualquier tiempo pasado «no fue mejor» y todo gracias a la ciencia.

«Desde abrir un grifo, un teléfono móvil, un avión, mejores y más seguros alimentos, todo lo que nos rodea es producto de la ciencia», insistió. Y aun así, «la inversión del Estado ha menguado enormemente en los últimos diez años y ya era baja entonces».

Muñoz le puso voz al grupo de premiados que completaban el también valenciano, el economista y profesor en Harvard, José García Montalvo; el valenciano «de adopción», el catedrático en la Universitat de València, José Antonio Sobrino, premio Jaume I a la Protección al Medio Ambiente; el doctor en Matemáticas, Xavier Tolsa, premio en Investigación Básica; el catedrático de Robótica en la Universidad de Sevilla, Aníbal Ollero, premio a las Nuevas Tecnologías y Carlota Pi, cofundadora de la empresa Holaluz, premio al Emprendimiento 2019.

Justo antes de dar voz a los premiados, el naviero Vicente Boluda ya había dado alas a esa reivindicación repetida año tras año desde la tribuna como presidente de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados (FVEA), el germen de los premios Jaume I que puso en marcha en 1989 el bioquímico valenciano, Santiago Grisolía, que recibió a las puertas de la Lonja al monarca.

«Cada año pedimos lo mismo y, lamentablemente tenemos la impresión de que queda en saco roto: un gran pacto de Estado por la ciencia, la investigación y el emprendimiento», criticó el empresario tras asegurar que quizá la investigación económica «no da votos, pero puede evitar otra burbuja inmobiliaria. Las matemáticas puras no dan votos, pero pueden ayudarnos a encontrar la cura del alzhéimer. La investigación sobre Medio Ambiente no da votos, pero puede mitigar la crisis climática...» y así con cada una de las áreas en las que la fundación Jaume I tiene un galardón.

Invertir en las personas

El rey Felipe VI, que presidió un año más el acto, dio un paso más. No solo instó a mantener el apoyo a la ciencia -un «acertado lugar común» que advirtió, «nunca debemos dar por hecho»- sino trabajar en una dirección concreta como la de formar a las personas, invertir en ese «capital intangible» que estaba desplazando en gran medida «al capital convencional como fuente de desarrollo de las sociedades».

«Las empresas dependen cada día más del ingenio de sus empleados o de sus miembros, de su capacidad para innovar. España debe aspirar, a que, como sucede en otros países avanzados, se incremente la inversión en la formación de las personas», además de en aplicaciones informáticas, bases de datos y en la I+D para lo que había, por otra parte que «reordenar esfuerzos y no solo aumentar los recursos empleados».

Hacer más y mejor facilitando, además, que dos mundos diferentes como la investigación y la empresa «se encuentren más próximos entre ellos, porque la ciencia beneficia a la empresa y la empresas debe ayudar a la ciencia».

Solo así, y en palabras de Felipe VI, España podría llegar «donde nos merecemos y aspiramos estar» porque «no estamos ni mucho menos donde debemos», aseguró tras recordar que España ocupa el décimo puesto mundial en producción científica.

El president de la Generalitat, Ximo Puig, puso el acento político en los discursos al demandar «estabilidad» en un momento político «complejo» para «garantizar e impulsar la inversión en I+D+i».

«Necesitamos que nunca más haya debates electorales donde la palabra ciencia no sea pronunciada, o que lo sea de manera testimonial», añadió tras recordar las apuestas de su gobierno en apoyo de la actividad científica e investigadora como la creación de la Conselleria de Innovación.

El alcalde de València, Joan Ribó, se encargó de dar la bienvenida al acto recordando que invertir en investigación es «invertir en futuro, calidad de vida y oportunidades», haciendo una especial mención a las dos mujeres premiadas (Pura Muñoz y Carlota Pi) que simbolizaban la ruptura de ese techo de cristal y del suelo de barro que frena la vida de miles de mujeres y niñas».