La fase de recuperación económica no ha acabado con el subempleo en la Comunitat Valenciana. Aunque en los últimos años ha bajado el nivel de personas que quieren trabajar más horas para poder alcanzar un mínimo de ingresos que le permitan llegar a fin de mes, aún hay un 11,4% de asalariados en la autonomía que se encuentra en esta situación. En 2018 eran 233.600 trabajadores, del total de 2.042.900 ocupados. La cifra es inferior a los 266.400 de un año antes y aún más baja que los 376.700 de 2013, uno de los peores años de la reciente crisis.

Sin embargo, para Pilar -no da su apellido para no ser identificada-, que tiene casi 60 años, esta mejoría que indican las cifras no le afecta. Ella se encuentra entre los trabajadores valencianos que tienen que seguir sumando dos empleos diferentes para ingresar al mes unos 1.200 euros. Una cuantía que le permite pagar la cuota de la hipoteca de la vivienda y afrontar los gastos básicos diarios, «aunque apretándome el cinturón», asegura.

Y su caso no es una excepción, ya que 5.400 trabajadores de la Comunitat están en búsqueda de un empleo adicional para salir adelante. Además, son 1.400 más que un año antes, según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre Condiciones de Trabajo.

Una jornada más larga

Y otros 41.300 quieren estar ocupados en un empleo diferente con más horas. En este caso, son 1.500 trabajadores más que en 2017 y casi un 20% más que el año 2014. Sí han bajado los que quieren trabajar más horas en su trabajo actual, aun así son 92.000 ocupados de la autonomía los que pedirían ampliar el horario en sus centros laborales.

Estos datos vienen a evidenciar que los efectos de la recuperación económica no han llegado a todos los estratos de la sociedad y que el fenómeno del subempleo, que se disparó en los periodos más duros de la última crisis, sigue instalado en el mercado laboral autonómico. ¿Las causas? Entre otras, que la falta de oportunidades de trabajo no se ha dinamizado como se esperaba en una época de reactivación como la actual y que, precisamente, en materia laboral se han heredado mecanismos de la reciente recesión: «Los salarios son más bajos, hay más gente que tiene que trabajar en la economía sumergida y muchos de los empleos que se ofrecen, sobre todo para la gente más joven, son por horas, días o semanas. En definitiva, una mala calidad del empleo», según argumentaba José María Ruiz Olmos, responsable de Empleo en CC OO en l'Alacantí-Les Marines.

El nivel de ingresos para no sólo poder pagar la hipoteca y los gastos básicos de mantenimiento de los hogares, sino para poder alcanzar el último día de mes «sin asfixias», como dice Pilar, es un factor determinante para las economías domésticas, tan deterioradas por los efectos del paro. Y el último informe de la Agencia Tributaria sobre salarios y mercado de trabajo arrojaba unas cifras poco alentadoras acerca de las retribuciones en la provincia. A pesar de que los sueldos crecieron el pasado año en Alicante a su mayor ritmo desde el inicio de la crisis, se ha agrandado la brecha con respecto a la media nacional y, además, cuatro de cada diez alicantinos gana menos del salario mínimo, que en 2018 era de 10.302 euros anuales.

Salarios más bajos

Así, percibiendo salarios mínimos se encuentran 274.786 alicantinos, pese a que el sueldo medio anual creció un 3,3%, hasta situarse en los 16.467 euros al año. Una retribución inferior a los 19.232 euros anuales que de media hay en la Comunidad y a los 19.809 del promedio en España. «Esta foto fija de los salarios nos traslada a la figura del trabajador pobre, que surgió con la crisis y que está abocando a muchos ocupados a tener dos empleos para salir adelante, entre ellos, a mucha gente joven», subraya Yaissel Sánchez, secretaria territorial de UGT en las comarcas de l'Alacantí-La Marina.

Este podría ser el caso de Julián, al igual que el de Pilar. Julián tiene 28 años y lleva casi cuatro trabajando en dos empresas diferentes de actividades relacionadas con servicios al público. «Son contratos temporales parciales de 12 y hasta de 20 horas a la semana y, para sacarse unos 1.200 euros al mes, tiene que hacer horas extras», lo cuenta su madre, Isabel, porque Julián está trabajando. Y el temor que tienen estos jóvenes subempleados es que «ahora mismo no hay nada seguro. Yo veo que se esfuerza y le gusta su trabajo, pero la preocupación es que no te vuelvan a llamar», explica Isabel, quien asegura que, para que su hijo pueda llegar a fin de mes, necesita que ella le apoye económicamente».

«Y es que, pese a tener trabajo, seguimos siendo trabajadores pobres», se lamenta Pilar, a sus casi 60 años. Ella llegó a tener un trabajo fijo, pero desde que se compró la casa hace 15 años, y con la aparición de la crisis, la coyuntura económica y laboral le llevaron a buscar un segundo empleo. «Lo hice en la hostelería, que es el recurso al que recurrimos muchos», añade.

Riesgo de pobreza

Uno de los últimos informes sobre el riesgo de pobreza entre la población española lo publicó el pasado año UGT. En el estudio se advertía de que en el país esta tasa se situaba en el 21,5%. Un índice que es superior al 19,8% que se registraba en el año 2008, cuando ya estaba entrada la crisis. «Y los datos de la Comunitat Valenciana son más alarmantes, ya que la tasa de riesgo de pobreza superaba el 26% el pasado año, muy por encima a la que se registraba al inicio de la recesión, que era del 23%», detalla Yaissel Sánchez. Para CC OO, aunque el nivel de subempleo ha bajado, todavía existe, «lo que demuestra la disminución de la calidad del empleo, además de suponer una vía directa a la pobreza y a la exclusión laboral», subraya José María Ruiz Olmos.

María, que tampoco da apellidos para no ser identificada, tiene 28 años y, asimismo, trabaja en un comercio por las mañanas y en otra compañía del sector de atención al público por las tardes. «Tengo contratos a tiempo parcial y entre los dos no salgo de mileurista», se lamenta María.

Los sindicatos UGT y CC OO insisten en que el final de la crisis no ha supuesto una mejora para el empleo, ya que la dualidad en el mercado de trabajo persiste y hay un abuso de las jornadas parciales, por lo que piden un refuerzo de las campañas inspectoras.

Los sindicatos también destacan que es «urgente» derogar la reforma laboral. Y explican que este tipo de situaciones suelen darse más entre la gente joven y en el sector servicios: limpieza, restauración u otros vinculados a actividades de atención al público, «donde hay más contratos a tiempo parcial», agrega la dirigente de UGT, Yaissel Sánchez.

Testimonios

«Llevo 15 años con dos empleos para poder pagar la hipoteca»

Pilar, que no da muchos más datos para no ser identificada, tiene casi 60 años y trabaja todas las mañanas en un servicio del área de sanidad relacionada con la dependencia y por las noches en una cafetería, aunque ahí tiene tardes de descanso. Ambos puestos son fijos y en el primero lleva ya muchos años, aunque antes «había tocado otro tipo de trabajos. Casi siempre he recurrido a la hostelería por necesidad para tener más ingresos», dice. Hace quince años, su estatus laboral cambió. Se compró una casa y tuvo que volver a pedir un trabajo en una cafetería para poder hacer frente al pago de la hipoteca. «A veces tienes que recuperar viejos trabajos para ir sobreviviendo», recuerda. Pero, aun así, con dos trabajos, uno de 35 horas semanales y otro de 25, «mi sueldo al mes ronda los 1.200 euros. Soy mileurista, a mi edad. Tras la crisis no hemos recuperado nada y hemos perdido todo lo que teníamos», se lamenta. Aun así, va saliendo adelante como puede porque no tiene cargas familiares. Eso sí, «tengo que apretarme el cinturón» y ha renunciado a una de las cosas que más le gustan: viajar. «Porque ahora, ni las vacaciones ni los descansos me coinciden por los horarios».

«Por miedo a que no te llamen más, aceptas cobrar 400 euros»

Julián, de 25 años, trabajó hace unos años como animador sociocultural, pero desde hace cuatro tiene que alternar dos empleos en dos compañías de un sector dedicado a las actividades de servicio al público, según cuenta su madre, Isabel, porque él está trabajando. Ambos son puestos a media jornada, lo que le supone unos 400 euros al mes. «Y si quiere llegar hasta los 1.200 euros, tiene que hacer horas extras», asegura la madre, quien se lamenta que Julián, que estudió el Bachillerato de Bellas Artes, al igual que sus compañeros de trabajo, «tienen que aceptar un empleo de 400 euros mensuales. Porque uno de los miedos de Julián y sus amigos es que un día no les llamen más».

Él está estudiando ahora otras cosas para buscarse más opciones de empleo. Y, además, acaba de tomar la decisión de independizarse. Se ha ido a vivir con su novia porque ella sí tiene un trabajo estable y él ha podido ahorrar algo al vivir con la familia. «Pero todavía le tenemos que ayudar para gasolina o para comprar algún electrodoméstico», dice Isabel. El viaje más largo que han hecho ha sido a Granada o Almería. Ahora Julián se plantea estudiar unas oposiciones para salir de esta situación.

«Si en dos años sigo igual, me vuelvo a Francia a trabajar»

María tiene 28 años, trabaja en un comercio por las mañanas y por contratos de un día en una actividad de atención al público. «Me he dado dos años, si a los 30 sigo así, me vuelvo a Francia, donde tengo aún el paro», asegura. Porque María trabajó hace unos años en el país vecino dando clases de español en un colegio y de recepcionista en un gimnasio. Volvió en 2016, cuando la recuperación, y encontró un empleo temporal en un comercio que le van renovando con un contrato de 20 horas, aunque también hace horas extra. El otro trabajo es aún más precario, dado que son empleos por jornadas y por cuatro horas. «Todos los días me llega un contrato al móvil que tengo que firmar». Como muchos subempleados, entre los dos empleos «solo llego a ser mileurista», mientras que en Francia, donde percibía el salario mínimo, cobraba 1.400 euros al mes. «Allí sí te puedes independizar, no como en España», se lamenta. Ella estudió Auxiliar de Enfermería, pero, cuando quiso hacer el acceso al Grado Superior, «no me cogieron». María es muy metódica y hace un estricto plan de ahorro.