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València certificó en 2007 el origen humano de la crisis climática

Expertos de 130 países aprobaron hace 12 años en el Museo Príncipe Felipe un documento de consenso con bases científicas sobre el calentamiento global - Ya entonces perseguían compromisos políticos concretos y vinculantes

València certificó en 2007 el origen humano de la crisis climática

«Es más aterrador que una película de ciencia ficción, porque esto es real». La frase la lanzaba Ban Ki-moon el sábado 17 de noviembre de 2007 en València. Se refería el entonces secretario general de Naciones Unidas a los efectos del calentamiento global. El Museo Príncipe Felipe cerraba la 27ª reunión del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) con 450 delegados de más de 130 países. En ese escenario, cuatro días antes, habían certificado que la crisis climática tenía su origen en la actividad humana. Millones de datos científicos y evidencias «contundentes» venían a identificar a los gases de efecto invernadero como culpables del aumento «considerable» de la temperaura del planeta. Doce años después, la COP25 de Madrid persigue que aquella advertencia se traduzca ya en actuaciones reales y vinculantes.

Entre los datos que se hicieron públicos en aquel momento figuraba el de la concentración atmosférica de CO2, que en 2005 superaba el rango natural de los últimos 650.000 años. «El calentamiento registrado desde 1750 es muy probable que no tenga precedente en 10.000 años y el incremento del dióxido de carbono entre 1995 y 2005 es el mayor en cualquier década al menos durante 200 años. Las observaciones realizadas desde 1961 en el mar muestran un calentamiento continuado de los océanos al menos hasta los 3.000 metros de profundidad. Ya no es solo que se derrita el casquete polar, el hielo de los glaciares o la propia tundra, es que el agua se expande por el calor y contribuye a aumentar el nivel de las aguas», recogía el informe del Grupo I. Aunque vaticinaban que lo peor estaba por llegar, rehuían el tono catastrofista por temor a un efecto desmovilizador entre los gobernantes y los ciudadanos.

València, antesala de la cumbre del clima de Bali en diciembre de ese mismo año, marcaría un punto de inflexión en la batalla climática. De hecho, ante la alerta ambiental, los delegados de los diferentes gobiernos alcanzaronn un pacto para ir más allá del protocolo de Kioto. En su Cuarto Informe de Evaluación (conocido como AR4) realizaban además una mención expresa, la primera de la historia, sobre la problemática de la zona mediterránea. El documento contenía datos irrefutables del daño de las emisiones de CO2 así como sus impactos ambientales y las medidas que habría que tomar para mitigarlos.

Medidas incumplidas

El Grupo de Trabajo III, dedicado a la Mitigación, adelantaba el 15 de noviembre de 2007 que el vertido a la atmósfera de los GEI como el metano, el óxido de nitrógeno, el ozono o el dióxido de carbono iba a seguir aumentando. Establecía ya entonces que las emisiones habían crecido desde la era preindustrial «con un incremento del setenta por ciento entre 1970 y 2004», tal como recogía Levante-EMV. Los expertos apostaban en aquellas jornadas por la eficiencia energética para edificios nuevos y ya construidos que podría rebajar «significativamente» las emisiones con beneficios económicos netos. Acto seguido se incidía que este tipo de medidas de mitigación no se estaba llevando a cabo ni en los países industrializados ni en vías de desarrollo, pese a que la modernización de instalaciones «podría dar lugar a importantes reducciones».

Participación del CEAM

En la redacción de aquel cuarto informe participaría también de forma muy activa el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM). La investigadora María José Sanz, entre otros expertos, colaboraron en el capítulo nueve, relativo a los bosques. La gestión de los residuos fue otro de los frentes que se abordó durante seis días en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, con su impacto sobre la sostenibilidad ambiental. Pero especial relevancia tuvieron las palabras de Rajendra Pachauri, presidente del IPCC y galardonado con el Premio Nobel de la Paz, que consideraba «irreversibles» tanto el aumento del nivel del mar como el deshielo.

En la clausura de la cumbre, voces tan autorizadas como la de Achim Steiner, secretario del Programa de Medio Ambiente de la ONU, apuntaban a la movilidad insostenible. «¿Por qué en 2007 se venden coches que consumen 16 litros de gasolina?», espetaba. «No podemos permitir que esto suceda», según Ban Ki-moon, mientras emplazaba a la comunidad política a buscar soluciones, admitiendo las limitaciones que supondría para posibles acuerdos futuros no contar con el apoyo de países como Estados Unidos y China. Doce años después continúan figurando como entre los más contaminantes del mundo.

El entonces presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, y la alcaldesa de València, Rita Barberá, hacían gala ante los mandatarios de la ONU de su apuesta por la defensa ambiental frente a las críticas de los colectivos conservacionistas. Greenpeace fue de los que usaron el congreso como altavoz de sus reclamaciones, desplegando en el Umbracle enormes pancartas para exigir un paso al frente de las autoridades mundiales. La cumbre no estuvo exenta de encontronazos políticos entre el gobierno de España, con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero al frente, el Consell y el consistorio deValència a cuenta de los actos protocolarios.

Esta COP25 de Madrid ha llegado precedida por un manifiesto, firmado por más de once mil científicos, entre ellos muchos valencianos. En su redacción figuran las seis claves fundamentales contra el desastre climático: Transición energética, fin de los gases contaminantes, defensa de los recursos naturales, cambios en la dieta, economía sostenible y control de la población.

El biólogo Emilio Laguna, jefe de sección en Conservación de Flora en el Servicio de Vida Silvestre de la Generalitat Valenciana es uno de los que lo suscriben. Y todo un veterano en la defensa de la biodiversidad pues en 1992 ya respaldó al primero de los documentos. Entonces lo apoyaban 1.700 científicos de hasta 71 países de todo el mundo. «Hemos pasados las últimas décadas en reuniones y negociaciones mundiales sobre este problema y a pesar de las advertencias se ha seguido actuando como de costumbre», señala Laguna. «Aunque paráramos ya de emitir gases contaminantes a la atmósfera hasta dentro de veinte o treinta años no veríamos los efectos», comenta. «El protocolo de Kyoto o el Acuerdo de París se quedan en nada si los países más industrializados no hacen nada o cuando se permite la deforestación del Amazonas como ha ocurrido este verano», incide. «No es un tema sencillo porque la resistencia a cambiar las actividades económicas tal como las conocemos es muy grande», comenta. «Algo más de caso que hace veinte años se nos está haciendo a los que alertamos de la crisis climática, falta pasar a la acción», enfatiza, confiando en la COP25 de Madrid.

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