¿La sostenibilidad del planeta pasa por las renovables?

Las energías limpias son una de las claves para descarbonizar, pero no son lo único. Hay que trabajar sobre todo en la eficiencia energética y en un cambio de vida radical dejando de lado las cosas que no aportan nada.

Esa reflexión llega en Navidad, en plena época de consumismo, algo que no es muy sostenible.

Los seres humanos viven dentro de una cultura y la mayoría de sus actos son culturales y sociales. Forman parte de nuestros propios valores, de lo que hemos aprendido y cuesta desprenderse de algunas de esas costumbres.

¿Hay que hablar de transición ecológica o de revolución energética?

De ambas cosas. La revolución energética lleva a la transición ecológica. Sin una cosa no hay la otra, pero necesitamos algo más. Debemos hacer un replanteamiento de muchas actuaciones que realizamos a diario, muchas de ellas sin demasiado sentido solo porque estamos acostumbrados. La cuestión es que no somos conscientes del impacto que tienen esos pequeños actos realizados por millones de personas. Por ejemplo no tiene sentido traer naranjas de Sudáfrica cuando tienes ese producto a diez kilómetros.

España es de los países de la Unión Europea con más horas de sol. Si los excedentes los exportáramos seríamos una potencia mundial.

Probablemente lo seamos en unos años cuando España tenga un 'boom' solar, porque se van a instalar miles de placas.

El impuesto al sol trató de imponerlo el gobierno de Mariano Rajoy cuando ya había emergencia climática. Después lo derogó el ejecutivo de Pedro Sánchez. Lo normal es que el ciudadano no entienda qué está pasando con decisiones políticas que resultan contradictorias.

En aquel momento se pensaba que el impulso al autoconsumo supondría la caída de la demanda eléctrica, algo que afectaría a la sostenibilidad del sistema eléctrico. En cualquier caso, la derogación ha venido por una normativa europea. Quiero romper una lanza en favor de los políticos porque las presiones son muy fuertes por parte de grupos muy poderosos y es difícil resistirse a eso. A veces hay que ponerse en la piel del legislador.

Escribió usted un libro que lleva por título «El futuro de la energía en cien preguntas». ¿Tantas hay sobre la materia?

Hay miles de preguntas.

¿Qué espera de la cumbre del clima de Madrid?

Lo más importante, que es regular la emisión de dióxido de carbono a nivel mundial, no está claro que vaya a salir adelante, o no al menos con la suficiente ambición. Lo que es importante es que en cada cumbre del clima se vea que la cúpula política está comprometida con una causa, pese a las excepciones de determinados países con mucho peso o de algunos intereses económicos. La neutralidad para 2050 es posible para la Unión Europea pero para otros países menos desarrollados es difícil y hay que ayudarlos. Tenemos esa deuda con ellos.

Alemania ha dado pasos de gigante en renovables. ¿En qué punto se halla España?

En España hubo un desarrollo muy importante en la década de los años noventa y a partir de 2000, más en el sector eólico y de forma incipiente en el solar. La crisis de 2008 lo paralizó todo, así es que países como Alemania nos han acabado superando, pero nuestras condiciones naturales son muy buenas. Tenemos sol y tenemos viento. En pocos años recuperaremos el terreno perdido por lo que soy bastante optimista.

¿Qué es más «verde», la electricidad procedente de una fuente eólica o la del sol?

Nada es inocuo totalmente, pero ambas son similares y el panel solar es la décima parte de caro de lo que era.

¿Qué ofrecerá al público la jornada «Un canvi a la taula»?

Se trata de exponer las posibles soluciones que tenemos para combatir el cambio climático al descarbonizar la economía y muchos de sus sectores.

Hay que pararse a repensar.

Sí, y ver los impactos negativos que generamos. En algunas cuestiones será más difícil, pero lo no renovable se va a acabar. Y todo eso sabiendo que aunque cumpliéramos el Acuerdo de París no llegaríamos a los objetivos.