Con frío, con lluvia, con niños... No hay plan de choque que valga. Los solicitantes de asilo pasan en la calle sus tres días con sus tres noches para conseguir la cita con la que poder solicitar protección internacional. Tres días de media para pedir asilo en la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía Local de Zapadores, la única oficina habilitada para hacerlo en toda la provincia de València. Y eso que hay un plan de choque en marcha. O eso, al menos, fue lo que dijo la Delegación del Gobierno cuando Levante-EMV publicó hace más de un mes y medio la dramática situación de espera de los migrantes más vulnerables y el colapso del sistema. Hubo reuniones, hubo compromiso y se acordó que la plantilla de los agentes que conceden las «pre-citas» y realizan las entrevistas para solicitar asilo se duplicaría al pasar de 5 a 10 agentesde 5 a 10 agentes, con el compromiso de aumentar hasta 15 en cuanto fuera posible. Y al parecer, eso no se cumple.

Este diario acudió ayer al mismo lugar donde fue hace un mes y medio para comprobar la situación tras la alerta de vecinos del barrio que estaba preocupados por la presencia de familias con menores, esperando y durmiendo en la calle, con un prometido plan de choque en marcha. De hecho, los vecinos solicitaban «una sala en la comisaría o que habilitaran un lugar digno mientras dura la espera». Porque lejos de ir a mejor, la situación ha empeorado.

La organización es casi la misma que hace mes y medio, y es responsabilidad de los propios solicitantes de asilo organizar los turnos, pues la comisaría de Zapadors se lava las manos a la hora de confeccionar las listas o facilitar que las personas no se vean obligadas a esperar tres días a ser atendidos, sin posibilidad de ausentarse de la cola para no perder el turno.

Órdenes para evitar la imagen

De hecho, lo único que ha cambiado es la intención de evitar la fotografía de más de 70 personas durmiendo en la calle tres días frente a la comisaría. Por ello, y desde el pasado lunes, los agentes les prohíben que «más de 30 personas esperen en la acera de enfrente durante el día» y de que pernocten allí mismo cuando llega la noche. Así, las personas que integran la lista se van a dormir al parque más próximo, «pero no todos juntos porque nos han dicho que no puede haber aglomeraciones y cada día somos más en la lista. Nos han amenazado y todo. Que nos portemos bien, que no demos problemas, que no nos quejemos... o mandan un furgón para deportarnos a todos. Y ahora mismo carecemos de cualquier tipo de documentación. Por eso necesitamos que nos den la 'pre-cita' porque lo contrario significa que nos pueden deportar a un país del que hemos saliendo huyendo porque nuestra vida corre peligro en cualquier momento ¿no lo entienden? Pensábamos que esto era un país de acogida pero nos tratan como a perros. Así nos sentimos, porque aquí hay niños y gente enferma. Pero les da exactamente igual y nos dicen que no es su problema. Qué falta de humanidad».

La lista, a media mañana de ayer, tenía a 98 personas apuntadas. La policía atiende, en teoría, de 15 a 21 horas a unas 30 personas. El día anterior (martes), sin embargo, solo atendieron a 8. La primera en la lista de ayer se llama María (nombre ficticio). Tiene 23 años, es de Colombia y tiene un bebé de apenas dos años. «Vine el jueves 4 de diciembre pero perdí el turno porque me fui, claro, después de esperar todo el día. El viernes era festivo y no me iba a quedar aquí todo el fin de semana. El lunes volví y me apunté de nuevo. Pasé la noche del lunes y del martes aquí porque el martes cuando me tocaba ya no atendieron a más gente. Eran las 20.30 horas y no me quisieron atender. Y allí, con mi bebé en brazos me puse a llorar de la impotencia. Por eso hoy soy la primera de la lista», explica.

La segunda es Marbella, de Venezuela. Tiene 53 años y es paciente oncológica. Cuando llegó el domingo (15 de diciembre) a la comisaría de Zapadores eran las doce de la noche y le tocó el número 32 de la lista. Tres días después de estar allí, durmiendo a la intemperie, mal comiendo y sin recursos, es la segunda de una lista que continúa hasta el número 98 y sigue añadiendo a gente que llega de toda la provincia para solicitar asilo y protección internacional.

Mónica es venezolana y también ha pasado tres días durmiendo a la intemperie, con sus hijos de 3 y 10 años. Los críos juegan en la acera y sonríen con los labios cortados por el frío. «¿Qué puedo hacer? No tengo altrnativa. Llegamos hace 20 días y tenían que haber empezado el colegio el lunes. Una vecina les ha dado de desayunar estos días». Ella es la número 13.