«Solitario, introvertido y muy religioso», así describe a Jorge Ignacio P. J., el presunto homicida en serie detenido por la muerte de Marta Calvo, la persona que mejor lo conoce, su madre. Sin apenas amigos desde la infancia y muy unido a la figura materna, el narco colombiano de 37 años, que se presenta a sus vecinos y conocidos como una persona educada, respetuoso y con estudios universitarios, tiene dos caras.

Una que trata de mostrar al público a través de las redes sociales, con aficiones propias de una persona de su edad, como las motos, el running o los viajes, y aquella personalidad que mantiene oculta y que realmente lo asemeja a la figura de un psicópata capaz de matar a varias mujeres de forma intencionada tapando sus supuestos crímenes bajo el blanco manto de una «reacción adversa a las drogas».

Serán los expertos en psiquiatría forense del Instituto de Medicina Legal de València los que tendrán que evaluar si estamos ante un asesino en serie con rasgos psicopáticos o en un adicto al sexo, aunque llama la atención que ese sea su único vicio, cuando según su madre reconoció ante la Guardia Civil, su hijo nunca ha fumado ni bebido.

Esa supuesta rectitud ante su madre en su comportamiento contrasta con la larga lista de encuentros sexuales con prostitutas en los que droga y sexo se entremezclan. Se tendrá que determinar también durante la investigación si Jorge consumía cocaína durante sus citas con las mujeres o si solo la utilizaba presuntamente para acabar con sus vidas, siendo conocedor de las consecuencias y obteniendo placer de ello.

En su currículum están también una condena cumplida en Italia tras ser detenido en 2008 con 9 kilos de cocaína y un proceso en Pamplona tras ser arrestado con 300 gramos de esa sustancia, a los que se suman otros tropiezos con la Justicia.

Además del culto al cuerpo, que tonificaba en el gimnasio, su madre asegura que es un devorador de libros de esoterismo pseudo religioso y que su hijo siempre ha estado muy preocupado por la muerte, el más allá y los espíritus. A todo ello se suma que hay antecedentes familiares de trastorno bipolar.