Los dos molinos que custodian el valle donde se asienta Alcublas volverán a girar a principios de 2020. Sus particulares «gigantes» de piedra y madera, como los catalogaría Alonso Quijano, el internacional Don Quijote de la Mancha, han estado largo tiempo abandonados pero ahora, el especialista molinero, Juan Bautista, ultima los detalles de estas dos obras del siglo XVIII.

El Ayuntamiento de Alcublas ha invertido 54.000 euros de sus arcas públicas, mientras que la Diputación de València ha financiado más de la mitad del coste de la obra con una subvención de 100.000 euros. Se sigue el ejemplo de otras poblaciones españolas que devuelto la vida a estas infraestructuras, a menudo destruidas y denostadas como las de Ocón, en La Rioja, Lores en Palencia o Campo de Criptana en Ciudad Real. Ahora es Alcublas quien volverá a poner en marcha las dos piedras de los molinos o, al menos, una de ellas, porque uno de los molinos estará destinado a su uso original, es decir, moler el grano. El otro servirá de aula formativa para mostrar a los turistas cómo se ejercía esta profesión y tradición alcublana cuando en sus campos se sembraba el cereal.

Su alcaldesa, Blanca Pastor, confirma que las obras están próximas a su fin pero falta adecuar el entorno para que sea tanto o más atractivo de lo que son los molinos. «Queremos que sean visitas didácticas, que haya una experiencia completa en contacto con la naturaleza y con la tradición agrícola muy simbólica para este pueblo», señaló Pastor. La inauguración oficial se hará en abril, para hacerla coincidir con el Día de la Villa de Alcublas, que conmemora la visita del Rey Jaume I a esta población en el 1257.

La subida de un kilómetro desde el pueblo no solo está recompensada por visitar estas dos obras de hace dos siglos. Su ubicación geográfica es tanto o más atractiva: el cerro domina la hoya y se ve todo el golfo de València, desde Sagunt a Cullera. En días despejados, se divisa el Montgó, pero también el Penyagolosa y las Peñas de Dios de Higueruelas.

La zona es un lugar de visita obligado para alcublanas y alcublanos. Los niños suben a merendar en verano; los jóvenes, a pasear y charlar, como los mayores, que conocen esta senda como otra calle más de su pueblo. «Los molinos son un símbolo para Alcublas», reconoce la alcaldesa.

Una obsesión: ser fiel al origen

La reconstrucción fiel del Cerro de los Molinos ha corrido a cargo de Juan Bautista, un especialista en la restauración y rehabilitación de los molinos de viento. Aprendió en Campo de Criptana y ha devuelto la funcionalidad a cinco molinos manchegos porque además de restaurador, es molinero de profesión.

Además de la reconstrucción, Bautista también se ha comprometido con la corporación municipal a dirigir talleres para que las vecinas y vecinos aprendan este trabajo centenario. Por ahora hay cinco personas inscritas y el objetivo es que ellos mismos gestionen esta actividad divulgativa que espera atraer a turistas. Es uno de los objetivos de la alcaldesa, que espera que estas dos obras y la actividad molinera sean un atractivo más para el turismo familiar en la localidad.

Además, Pastor también incide en la importancia de esta reconstrucción que se mantiene fiel a la obra original y no como la rehabilitación que se practicó años atrás, que utilizó cemento en los tejados y aspas de metal que agrietaron las paredes de los molinos. Ahora, por el contrario, tendrán su dimensión original elevándose hasta los 12 metros de altura con un diámetro de 7 metros. Cada uno tiene cuatro aspas de 8 metros de largo por 2 de ancho.

En esta ocasión, el empeño por mantenerlo todo tal como se construyó lleva a los profesionales a utilizar fórmulas y diseñar estructuras que mantengan el engranaje original. Pese a que estos molinos fueron construidos en el siglo XVIII, fueron diseñados a imagen y semejanza de los que se levantaban dos siglos antes. La tecnología apenas varió ni evolucionó en doscientos años y, ahora, el empeño es reproducirla con fidelidad.

Estilo «manchego-mediterráneo»

Además, durante los trabajos de restauración, descubrieron una pequeña ornacina cuyo origen se desconoce. Según creen, podría haber sido la sujeción de algún anclaje interno o simplemente un espacio donde almacenar objetos. «Las rehabilitaciones que ha habido han desvirtuado todo el interior», lamenta Pastor

La alcaldesa explica que ambos molinos son muy similares a los de Castilla La Mancha, aunque no exactamente igual. «Está entre el manchego y el mediterráneo, tiene una singularidad propia porque sus medidas están adaptadas a esta zona geográfica», señala la alcaldesa Pastor.

Precisamente por eso se construyeron los dos molinos. Aunque ahora no queda ni rastro, Alcublas fue en otro tiempo una tierra de cereales y viñas, por lo que era fundamental tener las herramientas para tratar el grano. Doscientos años después, las alcublas y alcublanos volverán a recordarlo.