Cuando Jaume I ordenó construir l'Assut de Antella sobre un dique anterior de origen musulmán, donde nace la Acequia Real del Júcar, ya se dio la indicación expresa de dejar un paso libre o «portell» de 25 palmos reales para que pudieran pasar por él «tanto las embarcaciones como la madera que baja por el río». El geógrafo musulmán Al-Idrisi había documentado con anterioridad (siglo XII) la conducción de maderas a través de una ruta que se iniciaba en los bosques de Cuenca y llegaba al litoral a través tanto del Xúquer como del río Cabriel. La Associació Cultural Maeros del Xúquer ha recuperado esta tradición milenaria que aspira a obtener la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a través de una candidatura internacional, ya que se trata de una práctica utilizada en diferentes países de Europa. En el caso del Xúquer, la construcción de la presa de Tous supuso a finales de los años sesenta del siglo XX la muerte definitiva de una práctica conocida con diferentes nombres en función de cada territorio: «maeros» en Antella, pero también gancheros, almadieros, nabateros o raiders en Castilla-la Mancha, Navarra, Aragón o Cataluña. Cabe señalar que Cofrentes celebra cada año la maderada, una fiesta declarada de Interés Turístico de la Comunitat Valenciana, mientras que Chelva aportó a la profesión los gancheros más reconocidos.

Antella recuperó esta práctica en forma de fiesta cuando de las maderadas apenas quedaba una expresión que, en el ámbito local, se utilizaba de forma despectiva para definir a una persona torpe o tosca: «maero». Coincidiendo con la celebración de la Trobada d'Escoles en Valencià de la Ribera que el municipio organizó en el año 2012, el ayuntamiento preparó una recreación de las maderadas con gancheros vestidos con la indumentaria tradicional que condujeron los troncos por el río hasta l'Assut. Aquella primera iniciativa contó con la participación de gancheros castellanos, catalanes y navarros, así como de la Asociación Internacional de Raiers y caballistas de la comarca, ya que se optó por mantener el sistema utilizado durante siglos en las cuencas valencianas de flotación de piezas sueltas frente a la práctica de crear embarcaciones o rais con la unión de troncos y, llegados estos al punto de destino, recurrir a las caballerías para sacar los troncos del agua. Era una forma de rendir homenaje a un oficio desaparecido y a una actividad ancestral que habían desarrollado los antepasados. El ayuntamiento mantuvo al año siguiente la fiesta hasta que, en 2014, una vez constituida la Associació Cultural Maeros del Xúquer, ésta tomó el relevo en la organización, relata el actual presidente, Leo Part, promotor de una actividad que se ha mantenido de forma ininterrumpida desde entonces con un descenso anual de hasta diez toneladas de madera, cada mes de julio. El expediente promovido por la asociación junto a otros colectivos que mantienen viva esta tradición milenaria en otros ríos españoles y que ya ha obtenido el apoyo del Ministerio de Cultura para que España se incorpore a la candidatura internacional, recopila toda la documentación histórica encontrada que sitúa el origen de las maderadas en el Xúquer, como mínimo, en el siglo XII, si bien Part no descarta que sea incluso anterior.

La primera referencia corresponde al geógrafo musulmán Al-Idrisi, que describe el origen y usos de los troncos en época islámica. En concreto, relata que los pinos procedían de los bosques de Quelaza donde, según su relato, «se corta la madera, se lanza al agua y se transporta a Denia y Valencia. Así es como viaja por el río desde Q.L.sa. hasta Alzira y desde Alzira hasta el castillo de Cullera y desembarca en el mar. Después se llenan las barcas y se transporta a Denia ya que con la madera se construyen grandes barcos y barcas pequeñas. La que es larga se lleva a València y se destina a las edificaciones (estatales) y a las casas (particulares)».

La documentación recopilada por la asociación de Antella detalla que, después de la conquista cristiana en 1238, se estimuló la actividad con una serie de privilegios para asegurar el abastecimiento de la capital del reino y del castillo de Xàtiva, «el cual se reservaba uno de cada cincuenta troncos que bajaban por el Xúquer» como impuesto. En 1267, Jaume I concedió a la ciudad de València el derecho a ser abastecida libremente de madera desde cualquier rincón del reino y por cualquier medio de transporte, incluido el fluvial por los ríos Guadalaviar y Júcar. A mediados del siglo XV el recuento de troncos se realizaba en Antella aprovechando su paso por l'Assut de la Acequia Real del Júcar -construida entre los años 1239 y 1260-, mientras que en los siglos posteriores la actividad continuó para abastecer de madera a sectores como la construcción, carpinterías, flotas navales, para uso doméstico y, sobre todo, a partir del siglo XIX, para la industria del mueble y la fabricación de cajas de naranjas destinadas a la exportación. De hecho, el transporte de madera por el río provocó sucesivos conflictos con los regantes debido a los destrozos que el paso de los troncos causaba en las paredes de l'Assut hasta que «a partir de 1820 se prohibió la conducción de madera por el río durante los meses de mayor uso de agua de riego para evitar daños», detalla el informe elaborado por los gancheros de Antella.

«La actividad se realizó bajo protección oficial desde la Edad Media hasta el siglo XX, cuando la vía fluvial fue sustituida por el ferrocarril y después por el camión», resume la documentación recopilada por la Associació Cultural Maeros del Xúquer, que destaca como en esa época los gancheros de mayor renombre en todo el estado español procedían de Cofrentes y Chelva.