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Conversaciones convulsas

Joan Francesc Mira: "Me indigna la falta de objetividad a veces de mi gremio ideológico"

"Me indigna a veces la falta de objetividad de mi gremio ideológico", afirma

Joan Francesc Mira: "Me indigna la falta de objetividad a veces de mi gremio ideológico"

La veleta de Andreu Alfaro indica viento de poniente en el centro de València, esa ciudad tan entrañable (la de la infancia) como difícil durante años para lo que ha representado Joan Francesc Mira. Para algunos, el intelectual que más merece el calificativo de heredero de Joan Fuster. Para otros, el último presidente de una entidad demonizada, Acció Cultural del País Valencià. En la sede de esta tiene lugar la entrevista. El peso de la tradición católica se deja notar en la terraza del edificio que recuerda la galería comercial que fue un día. Tres campanarios con siglos de historia enmarcan la estampa. Una de las cúpulas visibles entre los tejados de la ciudad vieja es la monumental del colegio de los escolapios, el de la niñez del antropólogo y profesor de griego, escritor, fundador del Museu d'Etnologia de València y miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL). L'ofici d'observar i escriure se llamaba la exposición que le dedicó el museo. Mira observa y sigue escribiendo. «Es como respirar».

¿Entiende este mundo de 2020? ¿Le interesa o lo sufre?

Me interesa mucho, me hace sufrir y lo disfruto. Tengo el vicio de la información, leo mucha prensa internacional y veo el panorama global del mundo, que no siempre se corresponde con lo que dicen los titulares en España. Los problemas locales me afectan, pero el mundo es muy amplio y fascinante.

¿Se definiría como un escéptico?

En el sentido griego de la palabra, que es «el que mira». Soy escéptico porque observo antes de decir si algo me convence o no. No creo las cosas sin comprobación personal o conceptual. No acepto nada por pura fe o por autoridad, a no ser que sea solvente. O sea, que de entrada los titulares no me los creo.

¿Es uno de los problemas de este tiempo: hacernos creer como reales circunstancias que no lo son?

¿Quién nos quiere hacer creer?

Las autoridades.

Las autoridades siempre han querido hacer creer lo que les interesa. Ya pasaba en Grecia, la sociedad más democrática del pasado.

¿La única manera de defensa es la educación?

La educación depende de quien controla el currículum y la metodología. Si son los expertos, ¿saben siempre lo que hacen? No. Muchas veces imponen su criterio frente al de otro grupo de expertos. Pero los problemas complejos nunca admiten soluciones simples. Ahora hay además grandes contrapesos, como la televisión y esas aplicaciones y aparatos.

Que usted no gasta.

Yo no. Tengo bastante con la prensa y el ordenador. Me engancharía y no quiero perder el tiempo.

Hay revueltas por medio mundo, desde Francia a países americanos y árabes. ¿Qué pasa?

No puedes buscar una causa común. De manera superficial todo puede parecer lo mismo, pero no. Por ejemplo, me cuesta aceptar los motivos de ciertas huelgas reiteradas en Francia, porque son gremiales e interesadas, por el mantenimiento de ventajas. Cuando en toda Europa nos jubilamos a los 65, no está claro que colectivos en Francia lo hagan mucho antes.

El conflicto llegará al final a España, porque se trata de si el sistema de pensiones se sostiene o no.

Me refiero al hecho de hacer la vida imposible al máximo número de personas para mantener unos privilegios de grupo. Es un derecho discutible. Tengo dudas sobre la legitimidad ética. Muchas huelgas son lógicas, pero esa no la veo clara.

¿Pensó en algún momento que vería una extrema derecha fuerte en España?

No, pero no me acaba de extrañar, porque el reflujo hacia la extrema derecha se da en todo el mundo. Mire, no hay sistema más reaccionario que el chino. Eso del capitalismo comunista es una contradicción en sus términos: el mecanismo de explotación capitalista más grande dirigido por un partido comunista. Si Marx levantara la cabeza...

Y el resto del mundo no puede alzar la voz por el temor a represalias comerciales.

Hay cientos de miles de uigures encerrados en campos de represión y adoctrinamiento, y nadie dice nada. Ahí quisiera ver a nuestras izquierdas radicales. ¿O es que los abusos se callan o se denuncian según quien los cometa?

¿Eso vale para Cuba?

En cierto modo, también vale para Cuba y Maduro, claro. La valoración ética y política ha de ser sobre los hechos, no sobre la ideología de quien los comete. Lo que me indigna a veces es la falta de objetividad de mi gremio ideológico, de los progresistas y la izquierda.

¿Ve excesos también en el nacionalismo?

¿En qué país y en qué términos?

Hablamos de Cataluña.

Veo errores de estrategia y de táctica. Tengo muchos amigos allí, antes eran solo catalanistas y hoy son independentistas. Para el origen nos tendríamos que remontar a 2010 y el Estatut tumbado después de votado y aprobado en el Congreso. ¿Ha habido excesos después? Sí, pero de ingenuidad, de fantasía e idealización. Se lo digo a ellos, pero están en una nube.

Y a saber cómo acaba.

No sé. Nunca hago predicciones. pero ya digo, los excesos son de confianza y de no acabar de creerse que España es una cosa muy dura y que el principio fundamental es que España es el valor supremo y, para salvarla, puedes cargarte leyes, moral, ética y lo que haga falta.

¿Reivindica el concepto de nacionalismo a los 80 años?

¿Y el de socialismo o democracia? Son palabras comodín que se pueden aplicar para bien y para mal. El nacionalismo, como lo he entendido y como ha sido en gran parte de Europa desde mitad del siglo XIX, es democrático y constructivo. Otra cosa es el expansivo, de dominio, opresión e imposición. Ese no. Pero la izquierda ha cometido un error terrible dejando que la derecha se apodere de la palabra nación.

Esa reflexión la ha realizado Pablo Iglesias en alguna ocasión.

Pablo Iglesias no tiene ni idea en esta materia. Tiene una fe que está siempre por encima de la realidad. Lo cierto es que hay movimientos de fondo más allá de la ideología y la política. Las sociedades son cosas muy plásticas.

Líquidas, decía Bauman.

Esa metáfora no me ha convencido nunca. Móvil, sí; líquida, no. El líquido se expande y cae por los bordes. No es lo mismo.

Volviendo al tema nacional, ¿qué piensa de la palabra patria?

Que hemos de reivindicar el componente positivo. La patria es el espacio básico de lealtad y responsabilidad específica sobre una sociedad y un territorio, con aquel grupo humano con el que tengo determinadas cosas en común. Todo eso es constructivo. La patria es el patrimonio y el patriotismo es la defensa y mejora de ese patrimonio.

¿Lo estamos haciendo bien en esa defensa y mejora de la patria?

No, fatal, lo que hay es patrioterismo. El patriotismo es el deber moral de actuar con responsabilidad sobre mi territorio y mi sociedad. No es salir con himnos y banderas, que tampoco está mal porque la gente se emociona.

Ahora se habla mucho de política emocional.

Hablar por hablar. Los humanos no somos como los osos o los tigres, somos una especie gregaria y el grupo implica responsabilidades. La cuestión es dónde acaba ese grupo. Yo me considero europeo casi por encima de todo. De ahí paso al territorio con mi lengua, cultura e historia política. Los valencianos somos un país fundado: Jaume I no incorpora Valencia a su reino, sino que crea otro Estado. Es algo muy singular.

¿Esa idea cuestiona los «Països Catalans»?

No. Hay que distinguir entre nación cultural y política. La primera es compartir historia, lengua, literatura y herencia. Eso puede dar origen a una nación cultural si hay cierta conciencia. Nación política es esa conciencia aplicada a la aspiración de constituir un Estado común. Y eso es mucho más complicado.

¿Hablamos mucho de naciones y poco de desigualdades sociales?

En realidad, hablamos mucho de todo, pero hablar mucho de los problemas con cierta coherencia y sin hacer demagogia siempre es bueno. Sin ello es imposible intentar una solución.

¿Y eso de España como nación de naciones?

La palabra es elástica. Una casa puede ser un edificio de viviendas y cada una de ellas: no puede tener el mismo sentido el concepto de nación aplicado al conjunto que a cada uno de los elementos. Podemos usarlo, puede ser útil, pero no tiene un valor descriptivo real.

No es poco que sea útil.

Todo depende de la utilidad que busques; o sea, para qué lo aplicas.

¿España es un enemigo?

En absoluto. Tengo enorme admiración a la cultura española, pero cuando se quiere confundir España y Castilla es otra cuestión. En el colegio me enseñaban esta canción: «Salve a ti, pabellón de Castilla, pincelada de sangre y de sol. Quién no doble ante ti la rodilla, no merece llamarse español». Pero hablar del Cid Campeador no es adoctrinar a los niños, hablar de Jaume I, sí. Esa visión expulsa. Es una ideología más profunda de lo que parece: el españolito medio piensa en el fondo así, pero resulta que el supremacista soy yo. ¿Se han mirado al espejo?

La sociedad catalana también está para mirarse al espejo, ¿no?

El problema es más externo que interno. Es fuerte que un sistema político como el español tenga clarísimo que ha de mantener la unidad si es preciso por la fuerza. Pero si me pregunta si creo que en un periodo razonable Cataluña podrá ser independiente, mi respuesta es no. Dentro de 50 años no lo sé, pero dentro de diez, no, y de 15, creo que tampoco, pero yo no lo veré. Ahora bien, que tiene derecho, sí. Y que me gustaría verlo, también.

¿Piensa mucho en el pasado?

Muchísimo. Es parte de mi trabajo. Me fascina todavía la cultura griega. Todos venimos de un pasado, somos el resultado de una historia y quien no es consciente no sabe quien es, flota en el vacío. Yo estoy muy amarrado a una cultura y una historia que empieza con Homero, y espero que dure mucho.

Parece pesimista.

Tengo un cierto pesimismo, porque esta sociedad occidental está renunciando rápidamente a los contenidos incluso simbólicos de nuestra tradición. La Navidad, por ejemplo, para mucha gente no tiene ningún contenido. ¿Qué conmemoramos? ¿Es solo un intercambio de regalos?

Somos ante todo consumidores.

Porque podemos. Antes no teníamos ni oferta ni dinero. ¿Quién consumía hace 200 años en Europa? ¡Cómo vivía la alta burguesía y la aristocracia! Cuando dicen que la diferencia entre ricos y pobres crece, oiga, los grandes millonarios tienen 70.000 veces más que yo, pero no viven 70.000 veces mejor. Es fácil hacer demagogia y no pararse a pensar.

Tendemos también a perder la perspectiva del tiempo.

Otra desgracia. Por eso es importante el pasado. Para no decir tonterías monumentales.

¿Reivindicamos entonces la clase media? ¿Es el gran invento?

Es un invento lento, que ha costado mucho. Significa que más población vive de manera más tranquila y plena. ¿Reivindicar? Hemos de consolidarla y ampliarla. Es mentira que esté desapareciendo: mucha gente de clases populares está haciendo una vida que hace un siglo solo alcanzaban los ricos o una pequeña clase media.

Lo que tenemos ahora es una clase precaria, que no alcanza a fin de mes con su trabajo.

¿Antes no había precariedad? Estamos infinitamente más cubiertos en las sociedades avanzadas occidentales de manera colectiva que hace cincuenta años. En los años 50 solo había un hospital público en València, no había pensiones ni verdadera Seguridad Social.

Quizá no es lo mismo si comparamos con diez años atrás. Vuelve a ser cosa de perspectiva.

Y de demagogia, de que el que más gorda la dice es más progre. ¿Cuánta gente estudiaba hace dos o tres generaciones? En mi barrio de La Torre, solo los hijos (no las hijas) de dos o tres familias ricas hicieron Bachillerato, y mis hermanos y yo porque mi padre se empeñó. ¿Podemos decir que cada vez estamos peor?

¿Y la lengua, el valenciano, también está mejor?

El diagnóstico en latín está claro: «Cagatum est» [ríe] Lo hemos hecho muy mal y continuamos haciéndolo muy mal, porque no nos lo tomamos en serio, empezando por las autoridades. Mientras no haya cierta convicción de que el valenciano simplemente es nuestra lengua nacional, estamos perdidos. En Suecia todos hablan inglés, pero está claro que la lengua nacional y la vida cultural es en sueco.

¿Aquí el valenciano es una lengua marginal?

Hay una lengua importante y otra menor, a pesar de que hemos pasado de la casi insignificancia como lengua cultural a una hegemonía parcial: vea en qué lengua publican las editoriales universitarias. Y quizá hay más escritores con cierta relevancia en valenciano que en castellano.

No está mal, entonces.

Sí, pero la esfera de consumidores de ese círculo de creación y difusión de cultura es muy reducida. Mis libros o los de Ferran Torrent tienen muchos más lectores en Cataluña que aquí, a pesar de escribir en un catalán claramente valenciano.

¿Piensa que le hubiera ido mejor de escribir en castellano?

Comercialmente, quizá sí. Pero jamás se me ha pasado por la imaginación. Mis padres intentaban hablarnos en castellano, pero hice un esfuerzo por adquirir una formación lingüística en catalán. Desperté a esa conciencia en Italia.

Joan Fuster. ¿Qué le dice?

Un verdadero amigo y un grandísimo escritor.

¿Maltratado?

En su tiempo, porque era casi el único y resaltaba, pero era heterodoxo y podía haber sido peor. En la última etapa de vida ya tuvo un reconocimiento sólido,y su importancia continúa vigente.

¿Ha aprendido algo en la Acadèmia Valenciana de la Llengua?

Serenidad y utilitarismo. Las cosas, aunque no sean como tú quieres, valen la pena si son útiles. Si unas posiciones filológicas son razonables y sus enemigos se van quedando en un campo residual y casi folclórico, ya va bien. ¿Qué queda en el otro lado? El arzobispo Cañizares y cuatro más, o cuarenta... Y fíjese en la coincidencia casi exacta entre las posiciones de Cañizares y la extrema derecha. Por algo será.

¿La AVL ha sido por tanto útil?

Es lo que importa. Eso implica pequeñas concesiones y una cierta flexibilidad, porque la lengua ha tenido desarrollos territoriales parcialmente diferentes. De hecho, en muchas cosas concretas nuestro catalán está más cerca del original que el de Barcelona.

Pero tenemos autoodio.

Lo tiene mucha gente, yo he tenido siempre un cierto autoorgullo (sin el cual, por otra parte, la vida es miserable). Lo triste es minusvalorar aspectos de nuestra cultura que habíamos aprendido a devaluar por el hegemonismo castellano.

¿Rechaza la palabra viejo?

¿Por qué? Es perfectamente definitoria. ¿Pero dónde empieza la condición de viejo? La decadencia del cuerpo es inevitable, pero el cerebro y la sustancia de la vida los mantengo bastante bien, incluso ahora que he entrado ya en la cuarta edad.

¿Es inevitable ser machista si se crece en un mundo de hombres?

Más bien en un mundo de poder masculino.

¿Ahora es muy diferente?

Se han hecho más avances en igualdad en los últimos 50 años que en el resto de la historia de la humanidad. Cuando ha crecido el número de actividades que pueden realizar fuera de casa sin interrumpir la función reproductiva, las mujeres han ocupado un espacio que antes no podían de forma velocísima y con gran energía. Observar este proceso es fascinante. Y de los machos de la especie, más vale no hablar...

¿Llegamos tarde a la emergencia climática?

Quiero creer que no, pero temo que sí. El problema no es el capitalismo, sino los políticos, porque el asunto requiere medidas impopulares y eso no lo hacen, porque se arriesgan a perder las elecciones siguientes. Solo se puede cortar los excesos por las bravas. Los políticos lo solucionan todo firmando un papel, pero después del protocolo de Kyoto continúan creciendo las emisiones.

Al final, la cuestión es si progreso y conservación del medioambiente son compatibles.

Depende de lo que se entienda por progreso: producir más y más o vivir un poco mejor. Hay muchas formas de mejorar la vida sin aumentar el consumo de bienes materiales. Pero es complicado: desaparece la minería del carbón y pasa como en Inglaterra, que toda el área minera se ha ido en bloque a la derecha, o como en Francia, donde las antiguas zonas industriales y mineras son hoy de la extrema derecha.

No es recomendable ser político.

No. Los políticos que intentan ser consecuentes no duran.

¿Espera algo de la vida todavía?

Que dure. Tampoco mucho, porque no quiero ser un decrépito gagá. Espero continuar con lucidez mental. He tenido una vida satisfactoria, la suerte de no padecer grandes desgracias y he conocido la mejor época histórica de la humanidad, porque nunca tanta gente ha vivido tanto y tan bien. Lo digo yo, que he conocido la vida antigua.

La tarde se escapa. La luz solar ha huido de la terraza. El antropólogo echa un vistazo al reloj: le espera Un réquiem alemán de Brahms. Que no pare la música. Uno regresa a la calle con más preguntas que certezas. Quizá de eso se trata.

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