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Objetivo: coser la brecha con Madrid

El supercrecimiento de la capital en los últimos 30 años contrasta con el alejamiento de la Comunitat Valenciana de las regiones más avanzadas y ricas de Europa. Cinco catedráticos aportan recetas para revertir la tendencia.

Objetivo: coser la brecha con Madrid Álex domínguez

Bajo las cenizas del mito del «Levante feliz» se oculta una realidad innegable. Arrastrada por la corriente de los crecientes desequilibrios territoriales, la Comunitat Valenciana se aleja cada vez más de las regiones ricas de España y Europa. La centrifugadora que absorbe todo el crecimiento se llama Madrid, una comunidad que no solo ha superado a Barcelona como locomotora económica del Estado por primera vez en casi dos décadas, sino que ha ensanchado notablemente la brecha que la separa del resto de autonomías en cuanto al Producto Interior Bruto (PIB) se refiere. En los últimos 30 años, la capital ha crecido un 30 % más que el conjunto del país y un 51 % más que el territorio valenciano, donde la renta por habitante se coloca un 15 % por debajo de la media y está mucho más próxima a la de los extremeños y los murcianos que a la de los catalanes. Y, a tenor de los indicadores oficiales, los presagios para 2020 no son más halagüeños.

El economista Jordi Palafox advierte de que la C. Valenciana corre el riesgo de acabar formando parte de la España pobre y la Europa marginal. Otros cinco catedráticos consultados por este diario comparten el mismo diagnóstico de preocupación por el declive valenciano. Aunque sus recetas son diversas, tres factores decisivos confluyen en la ruptura de un proceso de convergencia que refuerza la idea de un centralismo económico: la Comunitat Valenciana está en el furgón de cola en materia de salarios, productividad y competitividad. Corregir la infrafinanciación autonómica y el déficit de infraestructuras ayudaría a paliar el problema, pero ninguna solución será eficaz si no se actúa en última instancia en esos tres frentes.

José Antonio Martínez Serrano, catedrático de Economía Aplicada, habla de «un fracaso generalizado»: «No avanzamos al ritmo al que deberíamos aunque potencialmente se reúnen condiciones muy superiores a otras comunidades para generar mayor prosperidad», resume. Matilde Mas, directiva del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), pone el foco en la fortaleza «abrumadora» de Madrid, que «se ha comido a Cataluña y al País Vasco», afianzando su liderazgo. El efecto de la capitalidad, la radialidad de las infraestructuras y la fiscalidad relajada favorecen la concentración de las sedes sociales de las grandes empresas en la capital, pero, a juicio de Mas, hay motivos más poderosos para explicar la brecha. «Somos poco productivos y pagamos mal. No es la mejor carta de presentación para atraer talento», señala la economista, que destaca el atractivo de Madrid en el ámbito de los sueldos. Para Mas, la solución no pasa por el«autoengaño» de pensar que un cambio de modelo productivo lo arreglará todo. «Interesa hacer lo que sabemos hacer lo mejor posible: ser competitivos, hacer las cosas bien y formar y pagar lo que toca a los trabajadores», incide.

Martínez Serrano sintoniza en la misma línea. «Tenemos una barbaridad de microempresas poco productivas y un capital humano flojo». El catedrático pone como ejemplo de baja rentabilidad la falta de modernización de la agricultura, marcada por la sobreproducción de la naranja. El sector servicios, el campo de la formación y el mercado interior son otros campos donde observa margen de mejora. «En muchas regiones vendemos mucho menos ahora que hace diez años», indica Martínez. Y apunta otra idea relevante: «En los 90 pensábamos que las nuevas tecnologías harían que pudiéramos hacer cualquier actividad en cualquier lugar, pero ha pasado lo contrario: la concentración de personas en sitios determinados es más potente que nunca, sobre todo en el mundo urbano y en Madrid».

Impulso a la innovación y las infraestructuras

Pero la Comunitat Valenciana también tiene razones para sacar pecho. El economista José Manuel Pastor subraya que las universidades del territorio son «punteras a nivel europeo». En la encrucijada actual, un impulso decidido del Gobierno al sector de la innovación y la tecnología podría ayudar a reorientar el modelo económico hacia actividades basadas en el conocimiento que hagan de cortafuegos ante la fuga de cerebros. «Hay que avanzar en los rasgos diferenciadores de la C. Valenciana, apostar por un turismo o una gastronomía de calidad y por sectores industriales como el azulejo o el automóvil», sostiene Pastor, para quien resulta «inviable» que València pueda competir en las circunstancias actuales con las ventajas de las que goza Madrid y aspirar a convertirse en una plaza financiera.

La propuesta de Palafox pasa por generar incentivos para orientar la inversión privada hacia actividades capaces de generar un aumento de productividad. El catedrático es partidario de un cambio en las relaciones del poder político con determinados lobbies para limitar la excesiva dependencia de unas pocas grandes empresas.

El director adjunto del IVIE, Joaquín Maudos, aboga por trasladar fuera de la capital (a otros territorios) algunas de las instituciones y organismos reguladores y de supervisión para limitar el efecto imán que tiene el sector público a la hora de atraer grandes empresas y estimular la economía local, junto a la urgente mejora de la dotación de infraestructuras de los territorios periféricos. En esa reivindicación hace hincapié Josep Vicent Boira, comisionado del Gobierno para el corredor mediterráneo y catedrático de Geografía Humana. «Madrid tiene un dumping fiscal y unas infraestructuras sobredimensionadas: juegan con esteroides». A juicio de Boira, la C. Valenciana está lastrada en materia de competitividad por un modelo radial que debería liquidarse. «Es esencial que el corredor esté listo lo antes posible. Las mercancías han sido las grandes olvidadas», apunta el comisionado, esperanzado con la superación del bloqueo en el Gobierno. «Por primera vez podemos ofrecer una nueva perspectiva en un término razonable de dos años», sostiene el experto, que espera la llegada de ayudas al transporte intermodal para favorecer la alianza entre el camión y el ferrocarril. Un rayo de optimismo entre nubarrones.

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