La nieve cayó con ganas en todo el interior de Castelló, pero también a escasa distancia de la costa. Fue el caso del Desert de les Palmes, y especialmente en el monte Bartolo de Benicàssim, donde las precipitaciones cuajaron desde primera hora de la mañana.

Una vecina de la localidad, Anna Andrés, no dudó en subirse para contemplar el espectáculo. «Soy muy aficionada a la montaña, vivo enfrente, y a primera hora ya estuve pendiente por si nevaba; la verdad es que siempre estoy al tanto», comentó.

No pudo subir hasta las cotas más altas ya que las autoridades impidieron el paso por seguridad. De hecho, la Generalitat alertó de la peligrosidad de subir por el fuerte viento.

El tránsito rodado por las pistas quedó prohibido, y solo estuvieron autorizados a acceder los trabajadores de los repetidores y del paraje natural para comprobar el estado de las vías e infraestructuras. Sin embargo, la vecino sí que alcanzó la cruz del mirador y allí pudo observar cómo caían, de manera excepcional en este entorno, «copos enormes de nieve». La cota bajó hasta los 600 metros, y desde allí y hasta la cima del Bartolo, el aspecto era completamente blanco, como si el paisaje fuera en blanco y negro.

Las temperaturas estaban acorde con el fenómeno, porque en la parte más alta los termómetros marcaron los tres grados negativos. Andrés detalló que ya hubo una nevada más leve en el año pasado, en 2018, y la más copiosa que se recuerda fue tres años antes, en el 2015.

Además de Anna, hubo quienes optaron por seguir con sus rutinas deportivas. Por allí se dejaron ver ciclistas, y también aficionados al running. Una jornada particular con la compañía de una imagen de postal y propia del invierno.

Los más curiosos se acercaron para poder contemplar una estampa que no suele verse todos los inviernos, más aún estando tan cerca del mar.