En su actual estado de salud, y ante las condiciones meteorológicas que se produjeron la noche de ayer, lunes, en Gandia, Iuliana Maulea, una indigente de nacionalidad rumana, tenía todas las papeletas para dejarse la vida en la calle. Y eso a pesar de que distintas entidades sociales y humanitarias, los Servicios Sociales Municipales y la misma Policía Local habían estado con ella días y horas antes para intentar que, al menos esa noche, no durmiera sin una cubierta.

La mujer, que habría cumplido 53 años el próximo mes de junio, era una conocida de los servicios de atención a personas sin techo de la capital de la Safor. Pero también eran sabidos sus serios problemas de salud, física y síquica, de adicción al alcohol y al tabaco, dos drogas que consumía sin ningún tipo de mesura, y de su cabezonería para no hacer caso a nadie, incluidas a aquellas personas que la querían.

El domingo por la tarde Iuliana Maulea estaba, como casi siempre, en el parque de l'Estació de Gandia. Su figura formaba parte del paisaje de ese espacio en su entronque con la calle de Perú. Ante el temporal que descargó desde primera hora de la mañana, su compañero, Alexander, también indigente y también rumano, optó por refugiarse bajo el techo de la estación de ferrocarril, situada a escasos metros.

Enrollado entre mantas, casi sin que se le pudiese ver la cara, Alexander explicaba ayer a este periódico que, en varias ocasiones, le pidió a ella que le acompañara, al menos para evitar que se mojara. Pero Iuliana, como queriéndose abrazar a la desgracia y al riesgo de morir por hipotermia, se quedó al raso, envuelta en plásticos y, a ratos, intentando cubrirse con un paraguas, una misión que, debido al fuerte viento reinante, resultaba del todo inútil.

La autopsia determinará la causa exacta de la muerte, pero todo apunta a que, en un momento de la noche, la hipotermia acabó con su vida. A eso de las 6 de la madrugada un vecino de la zona, de nombre Salvador, la vio en ese lamentable estado, bajo la intensa lluvia, el fortísimo viento y las bajas temperaturas, y pensó que no podía ser que una persona aguantara viva en esa madrugada tan desapacible. Telefoneó a la Policía Local, pero cuando los agentes llegaron, había muerto, convirtiéndose, como quien dice por decisión propia, en la primera víctima mortal de este temporal de lluvia, viento y frío en la Comunitat Valenciana.

Según señalan personas de Cáritas Interparroquial de Gandia que han tratado con ella en los últimos tiempos, Iuliana llegó hace diez o doce años a Gandia y es muy poco lo que se sabe de su vida. Ni siquiera pudo explicar si se asentó aquí tras salir de Rumanía o si había estado en otras ciudades españolas. Indocumentada, con un deterioro físico y síquico que ha ido progresando con el tiempo, a veces víctima de maltrato y con esa actitud suya de no querer más ayuda que lo estrictamente necesario para llevarse a la boca, el Ayuntamiento de Gandia incluso inició un procedimiento judicial para obligarla a recibir atención médica y darle cobijo, porque ella, cuando era trasladada al Centro de Atención Integral Sant Francesc de Borja, de titularidad municipal, aprovechaba cualquier momento para escapar al primer despiste.

«Su vida estaba en la calle»

«Su vida estaba en la calle, era su voluntad», dicen desde Cáritas. El concejal de Seguridad, Nacho Arnau, explicó que los jueces determinaron que su libertad de movimientos estaba por encima del derecho de la Administración a obligarla a ser atendida, así que muchos pensaban que todo era cuestión de esperar unas circunstancias como las de anoche para que se produjera el fatal desenlace.

El Ayuntamiento de Gandia transmitió su pesar por esta desgracia, al tiempo que insistía en que, pese a los esfuerzos, nada se pudo hacer para salvarla. «Es como la crónica de una muerte anunciada», indicó una persona que la conocía.