Gandia estuvo toda la noche del martes pendientes del río Serpis, y más concretamente de su desembocadura, dado que en ese lugar, donde pasa junto a la urbanización de Marenys de Rafalcaid, el agua se quedó a un metro de rebasar los taludes de protección. Habría sido desastroso porque Rafalcaid se encuentra por debajo del nivel del mar y evacuar agua en esas condiciones es imposible.

El Serpis, que ha recibido precipitaciones de más de seiscientos litros por metro cuadrado en algunas zonas de su cuenca, y en toda ella por encima de los doscientos, llenó el lunes el pantano de Benairrés, rebasando incluso la cuota máxima de pantano, fijada en 27 hectómetros cúbicos. En esa situación la Confederación Hidrográfica del Júcar tuvo que abrir compuertas y soltar un caudal que permitiera dos aspectos fundamentales. Por una parte, aliviar el pantano y, por otra, evitar que se desbordara en Gandia.

Así, se regularon caudales de hasta 324 metros cúbicos por segundo en el azud d'en Carròs, en el término de Villalonga, que se unieron los que le aportaba, poco después, el río Vernissa, con un caudal de 172 metros cúbicos por segundo en Ròtova. La suma de esas cantidades, más el agua que todavía llegaba de barrancos situados aguas abajo, supone un caudal en la ciudad de Gandia que se aproximó a los 600 metros cúbicos por segundo. No se veía tanta agua en el Serpis desde diciembre de 2016, cuando causó daños en el tramo urbano del cauce, que aún no se han reparado, y cuando también se tuvo que estar muy atento de Rafalcaid.