Totalmente incomunicados. Así amanecieron ayer los vecinos de Carcaixent. Dos meros barrancos, uno por el norte (Barxeta) y otro (el de l'Estret) por el sur son capaces de aislar este municipio de 20.000 habitantes. La peor parte se la llevó la pedanía de Cogullada. La crecida del caudal del Xúquer, sus afluentes y los barrancos se aliaron para poner en jaque a Carcaixent. El desbordamiento del barranco de Barxeta acabó por anegar las calles y los principales accesos como pocas veces se ha visto. «Ni durante una riada había llegado el agua donde hasta ahora», lamentaba ayer María Guerrero, vecina de Cogullada.

Caminos y carreteras cortados. Era prácticamente imposible circular hasta Carcaixent . Por arriba estaba cortada la Avenida de la Ribera que enlaza con Alzira y, por el sur, La Pobla Llarga, Villanueva de Castellón o Rafelguaraf se antojaban destinos complicadísimos. Acceder a Cogullada era una cuestión todavía más difícil. Pese a ello, muchos lo intentaban. Unos preguntaban a otros qué rutas eran las más seguras. «No, por ese camino ni se te ocurra pasar, yo ya lo he intentado», comentaba un conductor a otro. La colocación de vallas por parte de las autoridades no era impedimento.

Patrullas de Guardia Civil y Protección Civil circulaban por los alrededores y recomendaban el mejor trayecto. En algunos tramos, circular era un verdadero riesgo. La calzada apenas se intuía y la profundidad variaba entre un palmo y medio metro. Cuando no más (un autobús daba buena cuenta de ello al quedase estancado cerca de la pedanía). No obstante, lo que le añadía peligrosidad era la existencia de corrientes de agua, que amenazaban con volcar los coches de los más imprudentes.

Tres horas le costó a María regresar a su casa. «Salí hacia Villanueva de Castellón alrededor de las dos y media de la madrugada para irme a trabajar. Entonces todavía se podía circular, aunque empezaba a llenarse todo. A las diez y media he salido y todavía no he llegado», explicaba a las 13 horas. «Lo he intentado por la autovía, que estaba cortada a medias, se podía circular despacio por uno de los carriles. Al final he podido llegar a Alzira y de ahí venir a Carcaixent», añadía. En los alrededores de Cogullada se agrupaban vehículos aparcados en zonas elevadas. Sus propietarios optaron por seguir el trayecto a pie. «Ya me cambiaré cuando llegue a casa», comentaba otro vecino de la pedanía con resignación.

«De esta nos ahogamos, van a tener que venir con lanchas a por nosotros», auguraba una vecina por la calle pese a que la lluvia ya había remetido. En algunos bajos y garajes el agua llegó a entrar, otros se libraron por poco. «En mi casa el agua se ha quedado a un pelo de entrar. Vivo en calle l'Església y hacía tiempo que no veía algo así. De hecho, en mi calle el agua nunca había llegado a ese nivel, ni durante la riada», aseguró María.

Al mediodía, los trabajadores de un almacén cercano salían de trabajar y se topaban con la triste realidad. Para ellos fue una odisea. «Esto no puede ser. Estábamos trabajando y nadie nos ha alertado. ¿Por qué no nos han desalojado?», lamentaban. El reto fue volver a casa sin asumir muchos riesgos.