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Horarios con razón

La inmensa mayoría de trabajadores lidia a diario con jornadas laborales y costumbres horarias que dejan poco espacio a la conciliación. Una comisión de expertos en el Parlamento valenciano trata de aportar ideas para avanzar hacia una distribución del tiempo más racional.

Horarios con razón

John Maynard Keynes estaba equivocado. Hace un siglo, el célebre economista profetizó que, a estas alturas, la humanidad no trabajaría más de 15 horas semanales y solo se preocuparía de qué hacer con su ingente cantidad de tiempo libre. Hoy, la utopía dista todavía de materializarse: pese a los avances sociales y tecnológicos, las jornadas laborales no se han acortado y la inmensa mayoría de trabajadores ha de hacer equilibrismos para conciliar vida profesional y personal por culpa de una distribución del trabajo en muchos casos poco flexible e ineficiente.

Las voces que urgen a articular cambios para avanzar hacia unos horarios más racionales y acordes con los actuales ritmos de vida se escuchan cada vez con más fuerza. El debate se ha trasladado de la calle al parlamento valenciano, donde la próxima semana se pondrá en marcha una comisión de siete expertos que, desde un enfoque científico y de género, tiene la misión de aportar respuestas a uno de los grandes desafíos pendientes del Estado del Bienesar. De entrada, los profesionales que han asumido la tarea coinciden en que cualquier mejora de calado en el campo de los usos del tiempo precisará de una lenta y progresiva transformación cultural que implicaría alterar unos hábitos muy asentados en la sociedad española.

Para la socióloga Capitolina Díaz, directora General para la Igualdad en el Empleo del Gobierno entre 2008 y 2010, solo con adelantar una hora la comida, la cena y el prime time de las televisiones se conseguirían progresos notables. Ese objetivo implica revisar los horarios y los calendarios en todos los ámbitos: la educación, las empresas, la administración, el comercio, el deporte, la participación ciudadana... «Los horarios que tenemos aumentan el gasto energético y el estrés, redundan en más enfermedades y en un bajo rendimiento escolar y laboral, en la disminución de la natalidad y en un impacto económico negativo», resume Díaz. «Los estudios nos dicen que si consiguiéramos unos horarios racionales mejoraría el clima laboral, se reduciría el absentismo y aumentaría la creatividad y la innovación, la fidelización de los trabajadores respecto a la empresa y la productividad laboral». La doctora en Sociología observa una excesiva concentración de días de vacaciones de los niños y unos horarios escolares que no casan con los de las familias, a tiempo que ve contraproducentes las paradas «demasiado largas» que suelen hacerse al mediodía en la mayoría de empersas.

Las actuales costumbres vinculadas a la organización horaria también afectan negativamente al descanso, insuficiente tanto en calidad como en calidad. El Jefe de la Unidad del Sueño del Hospital de la Ribera, Javier Puertas, alerta de que la progresiva invasión de los dispositivos tecnológicos y las pantallas iluminadas ha acortado todavía más las horas de sueño y ha crea efectos perniciosos que afectan al rendimiento escolar y laboral, con las repercusiones a largo plazo en la salud. «Hay que generar una cultura en la que se desarrolle un mayor cuidado por parte de educadores y profesionales hacia el descanso», subraya Puertas, partidario igualmente de unos horarios más tempranos para la ingesta de alimentos.

Aunque el presentismo continúa muy instalado en la cultura empresarial, el crecimiento de la productividad laboral española sigue estancado, a la cola respecto a la media europea. Solo los valencianos hacen 21 millones de horas extra al año. «Dedicar horas presenciales al trabajo no nos hace más competitivos con otros países», incide Óscar Cortijo, coordinador valenciano de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE) y vicedecano del Colegio de Psicología de la Comunitat Valenciana. Cortijo considera indispensable un impulso real de las políticas de corresponsabilidad, conciliación y flexibilidad horaria porque, a su juicio, repercutirían en el desempeño y el compromiso de los trabajadores. El experto sostiene que las empresas deberían aprovechar la digitalización y los avances tecnológicos para fomentar un modelo de responsabilidad social que confíe en el trabajador y se centre más en los resultados y los objetivos que en las horas de dedicación. Ello implica fomentar el teletrabajo, la autonomía de los empleados o las guarderías para niños en edad escolar en los centros de trabajo. «Las empresas que no se adapten desaparecerán», augura Cortijo.

Un cambio social a todos los niveles

Horarios racionales son términos incompatibles para la gran mayoría de los autónomos. Panaderías, quioscos, taxis o bares son solo algunos de los negocios donde las jornadas acostumbran a ser extenuantes. Pere Reig, que gestiona el negocio de hostelería Sierra de Enguera en esta localidad, echa en falta mayores controles e incentivos para atajar la competencia desleal con la que ha de lidiar en un sector, el de la hostelería, donde proliferan los contratos por horas y en negro que impulsan los precios a la baja. Reig, que dedica un mínimo de 60 horas semanales al negocio, ha optado por reducir el tiempo de apertura y cerrar los viernes por la noche para mejorar la organización, el servicio y brindar condiciones laborales adecuadas, teniendo en cuenta que el local abre sus puertas a las 6 de la mañana a diario. Los trabajadores tienen sueldos dignos y están convenientemente asegurados. A juicio del hostelero, es preferible especializarse a intentar llegar a todo con jornadas interminables que luego «no compensan». En el Sierra de Enguera triunfan las carnes a baja temperatura, el gazpacho enguerino y el gazpacho de pato con setas.

Eva Blasco, presidenta de la Asociación de Empresarias y Profesionales de València (EVAP) y consejera delegada de Europa Travel , advierte de que el debate sobre la racionalización de horarios ha de abrir paso a un cambio social profundo que no puede circunscribirse únicamente a la jornada laboral de las empresas, sino al conjunto de ámbitos de la sociedad, comenzando por los centros educativos. «Las reuniones de juntas directivas no se pueden hacer a las ocho de la tarde, sino a mediodía o con otro tipo de horarios, y lo mismo pasa en el mundo asociativo», apunta. «Tenemos un consumidor que quiere que la empresa no solo esté abierta por las mañanas, sino hasta las diez de la noche. Conciliar no significa que tengamos que modificar todos los horarios empresariales, sino hacer los turnos adecuadamente y organizarnos mejor, y para ello se requiere que todos los ámbitos de la sociedad lo entiendan», señala Blasco, que pone el foco en las diferencias en los hábitos horarios respecto a otros países europeos. Sobre la problemática existen una multiplicidad de enfoques con intereses contrapuestos. Habrá que esperar un poco más de lo que predijo Keynes para asistir a los avances, pero la maquinaria está en marcha.

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