La prostitución nada tiene que ver con Pretty Woman. Ni ellas son Julia Roberts ni ellos atractivos ejecutivos como Richard Gere. Sin embargo, la imagen edulcorada de la prostitución anida en el imaginario colectivo de muchas personas fruto de una socialización en la que se impone la lógica patriarcal y neoliberal. Destapar la cara oculta y más cruel de la prostitución, desentrañar los intereses económicos que hay detrás de un negocio que en España mueve al año 18.000 millones fue lo que hizo el miércoles la unidad de Igualdad de la Universitat de València durante unas jornadas sobre prostitución celebradas en la Facultad de Filosofía . Una cita que congregó a expertas académicas, jurídicas y activistas. Entre el público, sobre todo universitario, hubo una amplia representación del movimiento feminista valenciano.

Algo se mueve y la postura abolicionista, a la que se ha sumado el Consell que preside Ximo Puig gana voces y espacio. Argumentos no faltaron. Concha Hurtado, portavoz del Front Abolicionista de la Comunitat Valenciana tardó un minuto en hacer caer el papel de celofán y en apagar las llamativas luces de los clubes de alterne. La realidad de la prostitución es oscura y descarnada, también (incluso más) en aquellos países que optaron por la vía de la legalización.

Hurtado mostró cifras y pruebas gráficas impactantes de la explotación sexual que sufren miles de mujeres en Alemania, uno de los países más permisivos. Cartas de servicios a las que se accede libremente por internet y que ofrecen todo tipo de aberraciones sexuales, incluido sexo en manada con embarazadas hasta prácticamente el momento del parto. Las cifras, además, hablan por sí mismas. Suecia, el país más restrictivo y que multa a los puteros, registró una muerte de una prostituta en 2019, mientras que en Holanda, donde está regulado, 127 mujeres. En España, 43.

No sólo eso, Hurtado habló sobre una industria en la que el lobby proxeneta tiene conexiones no sólo con el poder económico sino también con organismos internacionales y los autodenominados sindicatos de trabajadoras sexuales. Incluso expertos universitarios amparan la figura de la asistente sexual para proporcionar sexo a las personas con diversidad funcional que, en opinión de Hurtado, sirve para blanquear la prostitución.

No obstante, la postura regulacionista es amplia y popular incluso entre sectores de la izquierda. La filósofa Ana de Miguel trató de explicar el por qué la mayoría de la juventud se declara al principio regulacionista. «Es consecuencia del sentido común patriarcal y neoliberal que nos dice que los hombres tienen derecho a obtener el placer sexual de las mujeres», reflexionó. «Lo afirma la Biblia y la Historia», apostilló. Para De Miguel la prostitución es una institución del patriarcado al que ahora se ha sumado la idea neoliberal de la libre elección. «El mundo es un gran centro comercial en el que todo se compra y se vende», indicó, al tiempo que admitió la dificultad de romper con esquemas mentales imbricadas en las personas fruto de una socialización en el que influye desde el consumo de pornografía hasta populares series como Juego de Tronos.

Para la filósofa, el sexo no puede considerarse una actividad como otra cualquiera e hizo un llamamiento a los hombres que consumen prostitución para que sean capaces de ponerse en la piel de ellas. Las mujeres, dijo, han ido conquistando espacios de poder, pero «no nos vamos de putas».

Un industria global

La socióloga Rosa Cobo ahondó en la explicación académica sobre el origen de la prostitución («el deseo masculino de apropiarse de la sexualidad de las mujeres y de su capacidad reproductiva», apostilló) y se fijó en las conexiones con el capitalismo. Explicó que la prostitución se convierte en una industria global en los años 80, un negocio que agranda la pornografía, la publicidad o la moda. La experta habló de un espacio cultural y otro económico. El primero tiene que ver con la revolución sexual, «que ha derivado en una sobrecarga de la sexualidad para las mujeres» y el segundo con la existencia de estructuras que favorecen la prostitución. Cobo, autora del libro La prostitución en el corazón del capitalismo, afirmó que la prostitución no es una actividad espontánea. Y desveló que organismos como el Banco Mundial condiciona los préstamos a países en desarrollo a que estos inviertan en industrias de ocio que esconden el negocio del sexo. La edad media de entrada a la prostitución son los trece años.

Amelia Tiganus, activista por el abolicionismo y en su día víctima de trata y explotación sexual, denunció el «sistema criminal» que invisibiliza a las mujeres: «No sólo se fabrican putas con la pobreza, también con estrategias mercantilistas». Tiganus señaló a los hombres que «no aceptan un no y compran un sí a las más vulnerables» y aseguró que «los chicos se merecen ser otro tipo de hombres». «Tenemos la obligación moral y ética de acabar con la prostitución», dijo.