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Ruralidad

Orgullo de pueblo

Orgullo de pueblo Fernando Bustamante

Cuando alguien se sumerge en el mercado inmobiliario comienza a apreciar el valor de cada uno de los elementos que componen una vivienda. Si el apartamento se encuentra en una calle arbolada, el precio es superior al de una casa en una calle desierta. Si el portal colinda con un parque o una plaza, el valor se incrementa. No digamos si se encuentra en un barrio con todos los servicios básicos cerca: supermercado, ambulatorio, colegio y parada de metro o autobús. Si además la casa de los sueños tiene balcón, el precio se encarece por miles de euros y poco queda por decir de los áticos, esas viviendas con una gran terraza donde tomar el sol y disfrutar del cielo abierto solo apto para grandes bolsillos.

En el fondo, todos queremos vivir en un pueblo o, al menos, disponer de lo mejor de ellos, como es el acceso a la naturaleza, a amplios espacios, a tenerlo todo cerca y a esa sensación de libertad que proporciona el aire limpio y fresco. Es lo que busca la nueva ruralidad, un movimiento cívico que no está dispuesto a renunciar a sus orígenes por una oportunidad laboral. Reivindican el derecho a vivir en el entorno rural con los mismos servicios que en las ciudades para poder ser una alternativa a los núcleos superpoblados. Desde hace dos años, la despoblación, la España «vacía» o «vaciada» y el reto demográfico han dominado el discurso. En medio de estos conceptos la nueva ruralidad coge fuerza a medida que los ciudadanos se asfixian en un entorno que ya no es amable ni ofrece tantas oportunidades como sí sucedió en la década de los 60 y 70.

No, los pueblos ya no viven de explotaciones agrarias y ganaderas. Ahora también atraen a profesionales de la arquitectura, de la abogacía, de la ingeniería, del periodismo, de la peluquería o de la hostelería. Sus habitantes necesitan notarios, diseñadores, veterinarios y contables, como cualquier otro ciudadano. La nueva ruralidad lucha para que sea tanto o más fácil ejercer todas esas profesiones en un entorno agrario. «Se trata de combinar el deseo de vivir en un entorno rural y poder trabajar de lo que sea. Si una persona quiere marcharse, que sea por elección, no por obligación».

Con esa declaración la exalcaldesa de Villores, Tesa Giner, resumió el ánimo de las IV Jornadas de Afirmación de Nueva Ruralidad organizadas por el Fòrum Nova Ruralitat en Benlloc. Defienden la nueva identidad de los habitantes rurales y sostienen que el éxodo rural se produjo hace 40 años, pero no ahora. Hoy no hay despoblación, hay entornos envejecidos y el reto, además del demográfico, es saber retener a los jóvenes que aún viven allí.

En la jornada se trataron los principales retos de la ruralidad: la vivienda, la relación de la educación con el territorio, la movilidad, los jóvenes y su marcha a las ciudades y cómo las comunidades rurales se convierten en acogedoras. «El entorno rural será lo que quiera ser y está en permanente construcción. En esta toma de identidad y de movilización política y social del mundo rural hay tres actores clave: la gente joven, las mujeres y los viajeros», sentencia Sampedro.

Activar el mercado de alquiler de viviendas infrautilizadas y diseñar un marco legislativo diferente al de la costa

La arquitecta puso cifras y aseguró que vivir en un pueblo no resulta más barato que en la ciudad. Según sus cálculos, una obra de nueva construcción no baja de los 140.000 euros y la rentabilidad es muy baja. Como explicó Marlen Andrés, de la asociación Almedíjar Viu, en su pueblo son 120 personas pero en verano, más de un millar. ¿Qué ocurre con las 900 viviendas vacías durante el año? Nada. No se alquilan, no se venden, no se utilizan. No hay lugar para nuevos vecinos.

Redes de calor con calderas y tuberías

Preparar a los acogedores y a los nuevos pobladores

Asesoran ayuntamientos, comarcas y empresas de Sotomontano de Barbastro. Con el proyecto Pueblos Vivos, los municipios se han adherido para crear equipos de colaboradores para hacer talleres participativos entre vecinos oirundos y nuevos.

Sin embargo, la organización realiza un trabajo previo recopilando información de cada pueblo: si hay ambulatorio, colegios y cuánta distancia existe hasta la capital. Se crea una base de datos con información útil para nuevos pobladores y disponen de una bolsa de inmuebles de alquiler rural. Además, los propietarios tienen una línea de subvención para rehabilitar casas antiguas para sacarlas a alquiler, como también se plantea hacer la Generalitat. En Huesca ha funcionado: el proyecto acumula solicitudes de adhesión por parte de los municipios y según detectan desde el centro, la repoblación es una realidad.

Casi un centenar de centros educativos que imparten grados universitarios, FP y máster

La investigadora postdoctoral en la University of the Highlands and Islands, Diana Valero, intervino por videoconferencia, muestra de que la presencialidad ya no es una exigencia y puedes estar en todas partes sin estar físicamente en ninguna. En las Highlands, con un territorio extenso con núcleos de población muy diseminados, utilizan un sistema paraguas: la universidad se sirve de centros educativos locales para impartir los grados universitarios, la Formación Profesional y los Máster. En 2018 llegaron a estar en funcionamiento 70 espacios. Son entidades independientes, con sus propias estrategias de desarrollo y recursos propios pero coordinadas para estar bajo el mismo paraguas de la universidad. Todo ello, además, con un modelo semipresencial y online gracias a una buena conexión a la red.

La idea, según explicó Valero, es evitar el éxodo de los jóvenes. Que puedan estudiar la carrera de Historia pero desde su propio pueblo o como mucho, desde el vecino. Es a todas luces una inversión que genera una transformación territorial. Se conserva el patrimonio, se favorece el desarrollo económico y comunitario, se impulsa la recuperación económica y a largo plazo se mejora el paisaje demográfico porque las familias se asientan allí.

Vivienda asequible, arraigo, formación y trabajo para retener a los jóvenes en sus pueblos

«Munixic surge en 2015 cuando asumimos nuevas concejalías y la mancomunidad de Lleida nos puso en común. Con mucha nocturnidad y bastante cerveza surgió una línea de trabajo sobre juventud en el entorno rural: arraigo, vivienda, formación y trabajo». Así explicó Sergi González el inicio de Munixic, un proyecto que ha «incomodado» a la Generalitat de Cataluña porque les han evidenciado lo olvidados que están en el interior. A veces, provocado por los mismos residentes y el «autoodio» que se genera hacia todo lo rural: cualquier proyecto de vida en un pueblo se asume como un fracaso. De ahí el eslogan familiar más escuchado: «Estudia y vete».

«Para la Administración, la vivienda es un drama juvenil pero solo si vives en la ciudad», denunció. La gentrificación de las ciudades también afecta a los pueblos a costa de las segundas residencias. Para estar más presentes en la agenda política, entregaron la agenda rural de Cataluña, pero se encontraron con la parálisis institucional con las diversas elecciones y con la intervención estatal. Eso y un modelo económico que les deja al margen. Como explicó González, «el Ayuntamiento de Barcelona tiene más relación con el de Nueva York que con el de Maldà», y prosiguió: «sin embargo, nuestro consistorio genera alimentos, bosques, materia prima y energía para Barcelona», lamentó.

¿Cómo combinar la movilidad y la sostenibilidad?

La movilidad es crucial en el entorno rural pero ahora tiene un nuevo reto: converger con la transición ecológica. ¿Cómo? No hay una única respuesta, pero en todas ellas se incluye la mejora del transporte público en los núcleos rurales. Según la agente de desarrollo rural de la Diputación de Teruel, Laura Gascón, el nuevo mapa de transporte público debe tener en cuenta todas las variables y eso pasa por crear una mesa con vecinos, médicos, profesores y comerciantes y todos expongan sus horarios y necesidades para crear un transporte que cubra esas necesidades.

Además, Gascón repasó otras opciones que ya están en activo en otras regiones europeas. Una única tarjeta que permita moverse en autobús y tren, facilitar los viajes en coche compartidos creando redes que pongan en contacto a los vecinos y, obviamente, el autobús a demanda, que debe estar adaptado a los horarios que los vecinos rurales necesitan si deben asistir a una cita médica, ir a un instituto o desplazarse para hacer la compra.

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