Se va de la Delegación del Gobierno un fiel del ministro José Luis Ábalos y llega una exalcaldesa socialista de su círculo de confianza. La circunstancia añade intriga a la pregunta clave y, de momento, sin respuesta: ¿por qué el movimiento (y la conmoción en la familia sanchista valenciana) para acabar bebiendo de las mismas fuentes?

Más allá de hipótesis y conjeturas, los hechos probados son los siguientes: hasta hace pocas horas el aún delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Juan Carlos Fulgencio, hacía planes sobre su futuro en el palacio del Temple. Entre el miércoles y el jueves recibió la llamada para notificarle la destitución en el próximo Consejo de Ministros. No se le dio motivo concreto para la decisión, tan solo la apertura de un nuevo ciclo político, con un Gobierno estable y un horizonte anhelado de entre 3 y 4 años, para lo que prefiere un perfil «diferente» de delegado. Todo el equipo de confianza de Fulgencio permanecerá (al menos, en principio) en la institución. Mientras, el Ejecutivo contactó hace unos días con la exalcaldesa de Sagunt Gloria Calero para conocer su disponibilidad, esta aceptó y será la designada el próximo martes si no media sorpresa mayúscula. Por su parte, el todavía delegado regresará el próximo miércoles a su plaza de intendente de la Policía Local de València tras rechazar alguna alternativa ofrecida de corte administrativo y no político.

Lo que está por aclarar es si el recambio es a instancias de Ábalos o a su pesar. Sí que es diáfano que la elección de la sucesora es suya, al igual que la de la mayoría de nuevos delegados y subdelegados en España. El secretario de Organización mantiene su influencia a pesar del escándalo político y mediático por el encuentro con la vicepresidenta de Venezuela en el aeropuerto de Barajas.

En este sentido, algunas fuentes socialistas enmarcan el movimiento en la delegación en una operación impulsada por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el fin de construir un cuerpo de defensa y difusión del Ejecutivo en las comunidades autonómas. Quienes lleguen, según esta interpretación, habrán de tener claro que su misión es ser la voz del Gobierno y no de su comunidad.

El perfil «diferente» sería así una mayor capacidad incisiva, si se tercia, para sostener las posiciones de la Moncloa. Fulgencio se va defendiendo, precisamente, el valor de la gestión. El Gobierno, a tenor de su despedida, parece que busca otros valores añadidos.

Fulgencio es un policía local cuyo cargo principal en la política fue el de secretario del PSPV en l'Horta Nord. Calero fue alcaldesa durante una legislatura y ha sido miembro de la ejecutiva federal del PSOE. Ambos son fieles a Ábalos e integraron la primera línea de lo que se llamó «el espíritu de Xirivella», el ejército que impulso a Sánchez a pelear para recuperar el trono de Ferraz.

Habrá que ver si la búsqueda de colmillo político significa plantar cara a los socios del Consell (Compromís) en proyectos que implican al Gobierno: el puerto de València puede ser el paradigma. Si sucede, Ximo Puig es el que estará en una posición delicada: entre los compañeros de partido o el socio; entre ejercer de líder del PSPV o de representante del autogobierno. Fulgencio, en este sentido, ha representado la sintonía total con el Botànic.

Queda una interpretación al margen de la política para el portazo al actual delegado: tendría que ver con la tensión entre mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional en la C. Valenciana. Al margen de esta cuestión , Fulgencio se va sin protagonizar conflictos durante sus 20 meses y habiendo mejorado la protección en el Nou d'Octubre. Pero ya se sabe que en el ajedrez es habitual el sacrificio de un peón para ganar posiciones en la búsqueda del jaque mate.