Cuando uno se dirige a Riba-roja de Túria desde València, una de las vías preferentes es ir a través de Manises y por ende cruzar el polígono industrial asiático. Ayer, la normalidad reinaba entre los centenares de naves industriales que custodian la carretera principal pese al miedo social que ha generado el coronavirus o Covid-19 en todo el planeta. La orden del Gobierno chino fue clara y seguida a rajatabla: cualquier persona que hubiera estado en China durante el mes de diciembre y enero debía cumplir con una cuarentena de dos semanas en sus casas. Dicho y hecho. Los propietarios del Bar Vivers de Riba-roja de Túria han cerrado su negocio hasta el 29 de febrero.

«Llegamos el 13 de febrero a Riba-roja de Túria. Debido a la situación actual del coronavirus vamos a aislarnos voluntariamente durante 14 días. ¡Abrimos el día 28 de febrero! Perdonad las molestias». Con ese mensaje, Jose y Eva, propietarios del local, han avisado a sus vecinos del aislamiento al que se están sometiendo por si acaso surgiera algún síntoma tras su visita al país asiático. Ellos proceden del sur, muy lejos de Wuhan, la zona cero del virus. Simplemente, «por precaución», como defienden todos los vecinos del local que regentan. «Lo han hecho porque les ha dado la gana, por voluntad propia. Si hubieran tenido el mínimo síntoma no les habrían dejado salir», señala la propietaria de un negocio colindante. Esa teoría es la más sostenida entre todos los vecinos: alaban la decisión de quedarse en casa por precaución, tal como han recomendado las autoridades. Es más, a otra residente de la zona le da «seguridad» saber que se han ido y que al volver, hayan tomado esa cautela.

Lo que piensan los vecinos sobre el aviso de aislamiento

Ninguno de los vecinos entrevistados por este diario quiere revelar su nombre por miedo a ser señalados por los demás, pero hacen una defensa blindada a sus vecinos chinos, una pareja muy estimada en la localidad y cuyo negocio es uno de los más solicitados del centro de Riba-roja. De hecho, auguran lo peor para los hosteleros en los próximos meses: creen que el haber avisado sobre su aislamiento ha sembrado más dudas que si hubieran avisado de que prolongaban sus vacaciones.

«No tendrían que haber puesto el cartel y ya está», sentencia otra propietaria consultada. Según explica, en algunos círculos se da por hecho que se han contagiado. La rumorología, según coinciden todas, hará daño al negocio y se ha agravado también en los círculos escolares pues el hijo de la pareja tampoco asiste a clase para seguir la cuarentena, según cuenta una de las propietarias de un negocio cercano. «Es un pueblo, la gente habla mucho y enseguida se apodera el miedo solo por tener rasgos asiáticos. Hasta que no pase todo esto, la gente no irá como iban antes, que solo cenabas con reserva», sentencia otra compañera.

Ayer el cartel ya no estaba en la persiana. El día 14 se colocó, cuando comenzó la cuarentena, pero desde el martes ya no figura. Se desconoce quién lo ha quitado, si los mismos propietarios, conscientes de la inquietud que ha suscitado entre algunos vecinos, o algún viandante al que no le ha gustado la información. Este diario trató ayer de contactar con la pareja sin éxito.

Sea como fuere, Eva y Jose han seguido las indicaciones que dio el Gobierno de su país natal y el de la asociación de empresarios chinos de Fujian en València. El día 9 de febrero su presidente, Chen Xinzhao, compareció en rueda de prensa para explicar cómo iban a actuar los residentes en València: «Lo recomendó el Gobierno y lo estamos aplicando. Todo el que vuelve ahora se queda 14 días en casa para evitar que haya contagio».