Frío como un témpano. Arthur K., el exmarine holandés de 59 años que confesó haber matado a su compañera sentimental, Alina, el pasado fin de semana en Moraira, admitió ayer ante la jueza de Dénia los hechos. Lo hizo con absoluta frialdad. No mostró ni un atisbo de compasión. Detalló a la magistrada que el sábado por la noche no quedó con Alina Mocanu, de 36 años, como había dicho inicialmente, sino que ella había salido y él se dedicó a ir de bar en bar, por Moraira, buscándola para controlar sus movimientos. Ha buscado justificar su crimen diciendo que la vio «con varios hombres en distintos bares» y que «enajenado», la citó esa noche en la inmobiliaria, muy próxima al bar donde se encontraba Alina en ese momento.

La mujer, que hacía mes y medio había roto la relación con Arthur K., acudió a la cita minutos después, durante los cuales al parecer se habría hecho con el cuchillo con el que, ha confesado sin inmutarse, le asestó al menos diez puñaladas que le ocasionaron la muerte. La mujer trató de defenderse. En vano: el exmarine (perteneció a la unidad de élite Korps Mariniers) está entrenado en la lucha cuerpo a cuerpo y en el manejo de armas.

Se fue a dormir tras el asesinato

Luego, en lugar de confesar el crimen y entregarse, dejó el cuerpo tendido en la inmobiliaria y subió a su casa a dormir. Trató ayer de trazar una línea de defensa alegando que esa noche había consumido cocaína.

Al día siguiente, continuó exponiendo ayer ante la jueza sin emoción alguna en la voz, limpió la sangre, envolvió el cuerpo con un edredón que había cogido de su casa, lo ató con cuerdas y volvió a irse. Ya en la madrugada del lunes, regresó a su negocio e introdujo el cadáver en su coche.

El asesino confeso recorrió los 2,5 kilómetros que separan la inmobiliaria, en el número 2 de la avenida de Madrid de Moraira, de la isla de contenedores soterrados donde arrojó el cuerpo, en la calle Móstoles. Tras deshacerse del cadáver de su víctima y pareja durante dos años, se volvió de nuevo a su casa a dormir.

El cuerpo fue encontrado casualmente por los operarios del servicio de recogida de residuos urbanos a primera hora del lunes. Esa noche, la Guardia Civil identificaba a la víctima, una mujer rumana de 36 años y madre de dos hijos, una niña de 9 y un niño de 14.

A la mañana siguiente, cuando los investigadores ya habían establecido que tenía una relación con un hombre holandés con antecedentes por violencia machista sobre ella (fue detenido el verano pasado gracias a que un vecino llamó a la Policía al escuchar a Alina pedir socorro), aunque finalmente un juez de Benidorm lo absolvió «por falta de pruebas», se toparon con que ya no hacía falta que fuesen a apresar al sospechoso, ya que se presentó entre lloros en el cuartel de Moraira, después de que un amigo al que le confesó lo sucedido se lo aconsejara.

El autor de este primer asesinato machista de 2020 en la Comunitat Valenciana llegó al Palacio de Justicia de Dénia en un furgón de la Guardia Civil sobre las 8.45 horas de ayer y alrededor de las 12.00 horas ya había concluido su declaración ante la magistrada. Declaró en holandés asistido por un intérprete. Luego fue llevado a la cárcel de Fontcalent después de que la instructora ordenase su ingreso en prisión comunicada y sin fianza.

El abogado Álex Rodenkirchen, que ejerce la acusación particular en representación del hijo de 14 años de Alina, confirmó que la declaración del asesino machista fue «dura y bastante desagradable». «Entre todos debemos acabar con esta lacra social que es la violencia contra las mujeres», dijo el letrado, que subrayó que ahora lo importante es proteger a los menores que han perdido a su madre.