La incidencia de los rayos en los incendios ha bajado por primera vez en diez años en la Comunitat Valenciana, hasta situarse en el 14,7 % en 2019 frente al 36,9 % del ejercicio anterior. Así se refleja en el boletín Espurna 127, donde se incide en que la media de la última década superaba el 20 %. Es una de las causas que desde Prevención de Incendios se apunta al descenso en el número de fuegos, un total de 273, la menor desde 1986 y por debajo de los 315 de 2015. El 86,8 % de las 969,48 hectáreas quemadas se registraron el 15 de julio, en Beneixama, cuando la media anual era de 8.767,40 ha en los últimos años.

El 85 % de desastres en el monte fueron provocados por la acción humana, con un 45,79 % de forma intencionada y 889,96 hectáreas en el caso concreto en el Barranc de Franco. El 27,47 % se achaca a negligencias (59,77 ha). Por hechos desconocidos fueron el 11,72 % y en cuanto a rayos se vieron afectadas solo 6,79 hectáreas mientras que las 12,98 restantes tuvieron un origen desconocido.

Por meses, julio, con 52 igniciones, fue el de mayores registros, seguido por marzo, con 33, y agosto con un total de 31. Abril fue el que menos, con 11, mientras que septiembre, octubre y diciembre se contabilizaron doce respectivamente. Valencia encabeza por provincias el número de incendios, con 154, triplicando a Castelló (50) y Alicante (69), aunque ésta última fue la más afectada en cuanto a extensión.

El poder de los cortafuegos

Entre las explicaciones para la disminución, se apunta también a la mejora en las infraestructuras de acceso a la montaña, lo que permite, según detalla el documento, «un rápido acceso de los recursos de prevención». Además, en Beneixama se pudo comprobar el efecto que tiene el diseño y ejecución de los cortafuegos y fajas auxiliares apoyadas en viales. En la evolución de las llamas, gran parte del flanco izquierdo se encontró en su avance «con estas áreas que provocan una discontinuidad de la masa forestal a través de tratamientos selvícolas».

Con esto se consigue que cuando el fuego llega a estas zonas de menor densidad de vegetación, «el comportamiento pasa a ser mucho menos agresivo, entrando en capacidad de extinción o llegando incluso a extinguirse». En ese punto, recuerdan que la potencialidad del incendio de Beneixama era superior a las 3.000 hectáreas y se quedó en una tercera parte. Estos cortafuegos, además, «suponen un gran apoyo para los medios de extinción».