Francisco Barranco, estudiante de Física afincado en Trento, vuelve el miércoles a España. Adelantó su viaje de vuelta a València todo lo que pudo, y, aunque su regreso estaba previsto para hoy, el colapso en los vuelos se lo impidió. «Intenté coger un vuelo para el martes, pero cada vez que intentaba comprar un billete alguien se adelantaba, y al final se agotaron», explica. Como Francisco, muchos estudiantes erasmus valencianos que viven en el norte de Italia (251 según cifras de la Universitat de València y la Universitat Politécnica de València) adelantaron su viaje de vuelta a España ante la epidemia del coronavirus. Pero «no por temor a la enfermedad, sino por no quedarse aislados» como ya lo están la provincia de Lodi y sus 10 municipios y la localidad de Vo' Euganeo, en Véneto. De momento, todos los estudiantes erasmus de la UV ya han recibido un correo de parte de la rectora, Mavi Mestre, en el que se asegura que «la Universitat de València ha estado en contacto con las autoridades de Sanidad» de España.

Pese a todo, muchos otros estudiantes no han visto razones para irse y afirman que, más allá de la cancelación de las clases y el cierre de las facultades, la vida normal sigue en las ciudades del norte de Italia. Aunque con excepciones. Sandra Bayona, estudiante de periodismo en Bolonia, señala que no ve motivo para irse: «se están tomando medidas de precaución y aquí la gente está muy tranquila». Pese a esto, asegura que la intranquilidad de la gente ha llevado a algunos a hacer negocio: «Las mascarillas han pasado de costar tres euros a quince en a penas una semana». Manuel Seguín, también de Bolonia, señala que «un gel de dos euros puede llegar a costar 20 o 30 ahora mismo». Los vuelos de Ryanair con destino València han incrementado mucho su precio estas semanas, y en el caso de ciudades como Bolonia, están llenos hasta la semana que viene.

Las facultades del norte de Italia han suspendido sus clases hasta el lunes, pero las medidas de control no afectan a comercios y ciudadanos, que siguen haciendo su vida normal. Según señala Joan López, que reside en Verona (ciudad situada entre dos focos de la epidemia), «la ciudad se siente muy tranquila, conocemos casos de españoles que se han vuelto, pero no han sido muchos. De hecho ayer fuimos a cenar por ahí y luego nos dimos una vuelta por el centro, y no tuvimos ningún problema».