La escuela dejó de estar segregada por sexos y pasó a ser mixta, pero eso no quiere decir que no haya sido sexista durante décadas. Así lo aseguran algunas docentes que trabajan por la igualdad y también se refleja en el Pla Director de Coeducació, la hoja de ruta de la Conselleria de Educación para hacer de los centros espacios de igualdad que eduquen ciudadanos y ciudadanas sin mochilas cargadas de estereotipos, tópicos, discriminaciones ni roles de género, la base de una sociedad futura sin violencia machista.

El plan, presentado en 2018, apuesta por un «cambio de paradigma en las aulas», ya que «desde el sistema de enseñanza se continuan transmitiendo referentes sociales y conocimientos que no cuentan con las mujeres, que mantienen un sistema androcéntrico y patriarcal que somete sistemáticamente a las mujeres y las deja en una situación permanente de subsidiariedad y que adapta los roles de género a sutiles formas de machismo» lo que genera, según el documento, «un grave déficit académico y en la formación de una ciudadanía democrática».

Ante esto, y una «masculinidad hegemónica», el plan propone que la coeducación es la «herramienta imprescindible para conseguir la equidad y superar las desigualdades entre mujeres y hombres desde la infancia hasta la incorporación de las personas en la vida activa».

Pero, ¿qué es la coeducación y qué significa su aplicación en todos los centros educativos? Se trata, según el mismo texto, de un «proceso educativo que favorece el desarrollo integral de las personas, con independencia del sexo». Por eso, se entiende como escuela coeducativa aquella «en la cual se eliminan todo tipo de desigualdades o mecanismos discriminatorios por razón de sexo, identidad y expresión de género, etnia, diversidad sexual o familiar, características sexuales, procedencia o clase social». El objetivo es que al alumnado se le facilite «desarrollar libremente sus identidades en un clima de igualdad real y sin ningún tipo de condicionantes o limitaciones impuestas».

Para Empar Reig, coordinadora de Igualdad del CEIP el Garbí de l'Eliana, la escuela del siglo XXI debe estar «pensada desde una perspectiva de género, en la que tanto los chicos como las chicas tengan las mismas oportunidades para desarrollar sus características y capacidades, lejos de los estereotipos de género diferenciados que asigna la sociedad y que frena las oportunidades de cada persona».

Según Sandra Molines, profesora de Florida Universitaria e integrante de la Associació per la Coeducació, es «una intervención que tiene como objetivo reducir el impacto del aprendizaje de género y la formación diferencial», que «condiciona el desarrollo de los menores» y que es «injusta en algunos casos para los niños y en muchos para las niñas». Como detalla, se pretende que desde la escuela «se tome conciencia de cómo se transmite el género en el currículum oculto, en la lengua y en el material, y se estudien espacios como los patios, que son androcéntricos...». Y es que, la experta avisa: «No nos autoconsideramos sexistas, pero somos inconscientemente incompetentes a la hora de detectar el sexismo». Asimismo, puntualiza que para hacer una «intervención de género, hace falta 'deconstruirse'» y lamenta que «el sexo masculino se sienta en ocasiones atacado o amenazado» cuando se denuncia alguna discriminación.

Así, para conseguir una educación igualitaria, el profesorado es clave y la formación previa, necesaria. Es «fundamental», según Sandra Molines, ya que «nos hemos acostumbrado al sexismo, tanto que no lo vemos. Necesitamos llevar unas 'gafas' para analizar el mundo con la variante de género». Además, asegura que es una formación con buenos resultados: «El profesorado generalmente es muy sensible y trabajador y, cuando toma conciencia, se pone a ello».

«En los últimos cursos veo una evolución, y eso se transmite al alumnado y a las familias», afirma Reig. Para ella, una de las labores del personal docente es «recuperar la presencia de las mujeres, de la Historia y actuales, que no recogen los libros de texto».

Sobre cómo todos estos cambios están llegando a las escuelas, Molines destaca que «en el ámbito normativo, todas las leyes están hechas, la igualdad formal se ha trabajado mucho y el plan coeducativo es un documento excepcional», pero defiende que para poder desarrollarse correctamente en colegios e institutos y que se pase de una igualdad «formal a una real, hacen falta recursos, presupuesto y personal cualificado». Una apuesta que considera «muy importante» es la creación de la figura del personal coordinador de Convivencia e Igualdad, que la conselleria creó en 2016 y que tiene cada centro.

Precursoras en las aulas

Pero la coeducación no es un «invento» actual o una «moda». Hace décadas, docentes ya vieron su necesidad para conseguir una sociedad igualitaria y sin violencia machista, pues la educación es la base. Es el caso de Lola Bertolín, pedagoga terapéutica en el IES El Quint de Riba-roja, que trabaja con alumnado de Educación Especial, PMAR (programa de mejora del aprendizaje) y FP Básica. Ella, junto a un grupo de docentes y a familiares, ya tenía en cuenta la coeducación en los años 80, después del Franquismo, cuando enseñaba en un colegio de Infantil y Primaria. «Empezamos a trabajar porque ya era necesario; había un movimiento de lucha de la mujer, ya que a pesar de estar en democracia había una desigualdad clarísima. Formamos un grupo de coeducación en el que personas de cada ciclo, padres y madres planteábamos actividades coeducativas para eliminar diferencias», recuerda.

El reto de llegar a la sociedad

Por ejemplo, explica que en Infantil «jugaban los niños y las niñas de la misma manera y a lo mismo» y que se intentaba que también hubiera «un equilibrio» con las familias , donde se tenían que trasladar y ver reflejados los aprendizajes. De hecho, ese es uno de los retos actuales para Sandra Molines. «Falta llegar a toda la sociedad, y el principal agente es la familia», afirma, al tiempo que lamenta que en el «mundo del feminismo a veces hablamos con un lenguaje que no llega a la sociedad en general».

Otro de los frentes es conseguir una educación que también enseñe cómo querer y ofrezca formación afectivosexual y modelos sanos de relaciones. Lola Bertolín considera que uno de los principales problemas es que el alumnado de Secundaria está «más controlado por sus parejas» que antes.

«Las tecnologías forman parte de su vida cotidiana y no se dan cuenta de que conllevan un exceso de control; deben aprender a decir 'no'. Ahora también tienen la imagen muy presente, se comparan y todo debe ser perfecto; en otras épocas hemos sido más libres...», considera la profesora. Por eso, desde la Conselleria de Igualdad o el Consell Escolar se han puesto en marcha en los últimos cursos campañas como «No em toques el WhatsApp» o #RqRqR. Pero también hay mucho por hacer en Infantil y Primaria. Ahí es donde Bertolín empezó a aplicar la coeducación, una idea que también apoya Reig, ya que no hay edades demasiado tempranas. Según detalla, en Infantil se puede enseñar a los niños y niñas a convivir y a conocer sus cuerpos. «Es fundamental saber cómo resolver conflictos, que me he de aceptar y he de respetar a los otros, conocer mi cuerpo, que sepan que en mi cuerpo mando yo, que no hay que negar las emociones, y que solo damos besitos y abrazos si queremos... así no crearemos personalidades sumisas», asegura.

Se trata de una sensibilización y un trabajo que, desde los centros consultados, creen que debe ser continuo y no limitarse solo al 8M o al 25N. No obstante, son dos fechas que también están marcadas en los calendarios escolares y son días en los que alumnado y profesorado aprovechan para mostrar todo lo aprendido.