Una mujer entra por una de las puertas laterales de la iglesia de Santa María de la Mar. Va con prisas. Por acto reflejo mete la mano en la pila bautismal, pero medio segundo después se para y mira con cara de sorpresa. «Hoy no hay agua». Dice una señora menuda apoyada en la pared. «Ayer en Medinaceli no dejaron tampoco, por lo del coronavirus». La mujer que ha entrado niega con la cabeza, pone los ojos en blanco y se santigua. Se acerca a un Cristo. Reza sus oraciones y en diez minutos se va con la misma prisa con la que había entrado.

La iglesia está abarrotada hasta la última fila. Los feligreses estan en completo silencio, haciendo sus peticiones a Jesucristo. Hasta que el sacerdote rompe la concentración. «Como aviso por esto del coronavirus ya sabéis que nos obligan a recibir a Jesús en la mano, no en la boca». «Yo no lo entiendo» dice Mari Carmen. «He estado trabajando veinte años en el hospital de la fe y me sé todos los protocolos. Si somos estrictos el cura tendría que haberse puesto guantes y haber dado la oblea así». Ayer los feligreses de esta iglesia del barrio del Cabanyal no pudieron hacer misa como marca la tradición. Entre otras cosas, porque el tradicional besapiés al Cristo de Medinaceli que se celebra cada primer viernes de marzo no pudo ser a causa del coronavirus. El secretario general de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, indicó ayer que retirar el agua bendita de las pilas y sustituir el besapiés por un gesto reverencial eran las medidas de seguridad para prevenir el contagio del coronavirus.

Carmen Varea, cofrade de la Iglesia, aseguró que varios feligreses se habían sentido ofendidos por la medida. Algunos incluso se revelaron y decidieron besar los pies de nuestro señor. Un pañuelo y un gel desinfectante por parte del sacerdote vinieron después. «Hay gente que se ha molestado por no poseer besar el Cristo, pero tienen que entender que son medidas para proteger al que viene detrás de ti» aseguró Varea. Otras, sin embargo, fueron más prácticas. Como Maria Ángeles Nieto; «yo prefiero no hacer el besamanos si hay peligro, yo le rezo y estoy tranquila».

Sin embargo, al final la pasión es más fuerte que cualquier cosa. Bien lo saben los cofrades que fueron nombrados ayer, y a los que les colgaron su correspondiente escapulario. Beso del cofrade, beso del cura, beso del otro cofrade, y beso del recién nombrado a un colgante que ha pasado por cuatro bocas. «Si, lo hablamos con ellos, pero decidieron que no les importaba y que querían hacerlo así» señala Sara Lorente secretaria de la cofradía.