Entran con el alboroto y el júbilo de niños de diez años, y con la expectación de aprender una lección nueva, pero fuera del aula. Son una treintena de alumnos del CEIP Emilio Lluch, de Nàquera, y asisten al taller organizado por la asociación Encisar-te para mostrar el arte de la cerámica, símbolo de Manises y transmitido de generación a generación a lo largo de varias centurias, aunque el oficio artesano del ceramista cada vez es más escaso.

María José y María Angeles son las monitoras del taller. Ambas son peritas en cerámica artísticas después de estudiar en la Escuela Cerámica de Manises. «Cuando finalizamos la carrera, un profesor nos comentó que hacía un taller demostrativo en la Casa de la Cultura; asistimos, pero aquello duró poco, así que decidimos tomar el relevo. Fundamos la asociación sin ánimo de lucro Encisar-te y desde hace más de quince años realizamos talleres para divulgar un arte que para muchos es desconocido, pese a ser patrimonio artístico y cultural de la C. Valenciana», apuntan las dos profesionales. Y qué mejor que mostrarlo y enseñarlo desde la base, a niños y niñas. «Aquí ellos son los protagonistas. Pintan, modelan, conocen los materiales.... y quien sabe si de aquí sale un futuro artesano», anuncian. También ofrecen demostraciones para adultos o incluso para turistas en colaboración con agencias de viaje.

Los niños y niñas toman asiento. La campana suena para pedir silencio. María José y María Ángeles explican en qué va a consistir las casi dos horas y media de jornada artística fuera del aula. Delante de cada alumno hay un azulejo de barro. «La cerámica es tan frágil como duradera, y la podemos encontrar en muchos lugares y en utensilios cotidianos», comenta una de las monitoras, que inicia una interacción con los aprendices. «Decirme cosas hechas de cerámica», dice ella. «Jarrones, tazas, macetas....», van respondiendo ellos y ellas, levantando la mano, claro, como si no hubieran abandonado la clase.

Toman el pincel y la mente empieza a imaginar un diseño atractivo para decorar el azulejo, incluso algunos cierran los ojos para pensar. Corazones, barcos, casas, paisajes, palomas... Todos están manos a la obra. Pero no tiene una paleta de colores como los 36 rotuladores de Carioca que guardan en sus estuches. Tienen que mezclar colores primarios para lograr el tono deseado. Daniel, Natalia, Austin, Hannah, Sergio, Lucía, Luca, Afri, Pablo... todos van estampando su propia firma sobre las obras, algunas dedicadas a sus mascotas, como Kalesi o Drogo, o familiares, como padres o abuelos. María José les da el toque de gracia, repasando en negro los diseños y resaltando sus nombres. «Lo quiero así», dice uno de los niños. Solo falta el último paso para dejar listo el azulejo. Uno a uno van llevando su obra hasta una mesa donde una de las monitoras lo recubre con el esmalte que le dará el brillo perfecto para su cocción. Es momento del almuerzo y del recreo, fuera del taller, mientras las monitoras aprovechan para recoger los bártulos y preparar los materiales para la siguiente actividad.

Nati y Mª Ángeles son las dos profesores que han acompañado a los niños y niñas. «Es una actividad muy atractiva porque les permite sacar su creatividad en una cosa que no conocen y que aquí pueden conocer de primera mano», explican. Descubrieron el taller el pasado curso mientras buscaban iniciativas a desarrollar en el área de Sociales, dentro del apartado de materiales. «Encontré el taller de Encisar-te, lo probamos, vimos que los alumnos reaccionaron muy bien y este año hemos repetido. La jornada es muy completa, además se llevan un recuerdo a casa que les gusta mucho», afirman las docentes.

La campana del silencio vuelve a sonar. El recreo ha finalizado y hay que comenzar con la segunda parte: el modelado de barro. «Es como la plastelina pero con la diferencia de que se endurece», inician la explicación las monitoras. Reparten pequeños moldes para crear objetos que luego servirán para decorar el aula. Pinos, corazones, ositos, soles, estrellas, círculos... Manos a la obra, nunca mejor dicho. Amasan la tableta y modelan formas. «Es lo que hago con mi madre cuando hago galletas», revela uno de los alumnos.

La actividad está a punto de concluir. Se llevan las figuras modeladas en cajas de cartón para concluir la pintura en el aula o en sus casas, mientras que los azulejos se guardan en el taller para su cocción y se enviarán al centro en unos días. Se marchan contentos de aprender una cosa nueva.

La falta de vocación cerámica

Y quién sabe si alguno seguirá los pasos de Marta, una estudiante que está realizando las prácticas en Encisar-te y presente durante el taller. Natural de Torrent y de 22 años, ha estudiado durante cuatro años en la Escuela Superior de Manises. «Nos dieron una charla sobre cerámica en el IES para los estudiantes de bachiller artístico, y vi que el mundo de la cerámica es muy amplio y está poco explotado. Hay pocas personas que lo estudien -solo cinco este curso- y en cambio, tiene una gran salida profesional», apunta la joven. Su deseo, montar un taller para niños y adultos. «Está muy de moda utilizar la cerámica como técnica de relajación», señala.