Sí, tengo cáncer de mama y de esto se sale. Es un mensaje rotundo y directo. Que elimina los tabúes y el estigma social que pesan sobre la mujer. Que lo dice alto y claro: tras esta enfermedad tan agresiva hay muchísima vida, hay alegría, buen rollo y cariño. Que se puede volver a salir a disfrutar y comerse la vida de un mordisco. Es lo que buscan transmitir las mujeres participantes en el proyecto fotográfico «Color y Vida», que muestra la realidad de diecisiete pacientes de cáncer de mama de distintos hospitales valencianos. Ninguna de ellas es modelo y no lo habían hecho antes, son solo historias personales que quieren mandar un mensaje de lucha, alegría, esperanza, fuerza e ilusión. Son mujeres que enseñan a las demás que existe una salida.

Mari Carmen Rodríguez es trabajadora del Club de Mama del Hospital General de València y la promotora del proyecto, con fotografías de Pepe Castells. Se dedica, entre otras cosas, a organizar talleres y charlas para las mujeres que están pasando por esta enfermedad, que «provoca un gran impacto físico y psicológico y afecta directamente a su feminidad». El proyecto, cuenta, comenzó como una manera de animar a varias pacientes, pero tras la primera sesión fueron ellas mismas las que decidieron que era necesario exponer sus fotografías para inspirar a otras mujeres que estuvieran pasando por ese proceso.

Una de ellas es Claudia Sánchez, que insiste en que el reportaje quiere ser una vía para empoderar a otras mujeres. «No queremos mostrar las cicatrices, el impacto de la enfermedad o las secuelas, todo eso ya lo sabemos. Queremos enseñar que de la enfermedad se sale fortalecida y que puedes recuperar tu vida. Somos 17 mujeres estupendas que hemos pasado por un proceso muy duro, estamos todas geniales y nos estamos comiendo la vida». Para María José Pardo, otra de las participantes, el proyecto ha sido «un chute de alegría y de cariño en un momento delicado». «Por eso queríamos que llegara a más gente para mostrar que después del cáncer se puede sonreír y se puede vivir», resalta. Raquel Traver, otra de las modelos, asegura que no dudó en ningún momento que participaría: «Pensé que si podía ayudar a la gente a decirle que sí se puede, lo haría. Dentro de todo el dolor y sufrimiento que pasamos, luego tenemos una vida. Da bastante fuerza transmitir este mensaje».

Trinidad Villanueva vivió (si cabe) más intensamente lo que significa pasar un cáncer de mama. Porque sabe lo que es estar en los dos lados del proceso. Ella es enfermera en la sección de radiología del hospital. Cuenta que pasar esta patología le ha «enseñado a empatizar con la gente» a la que cuida. «Ahora intento enseñar que se puede hacer un buen acompañamiento sin tener miedo a dar buenas explicaciones, y que lo más importante es que las pacientes se sientan arropadas y comprendidas. Yo antes era una enfermera más y me daba miedo preguntar a las personas con cáncer, pensaba que se iban a morir cuando las veía con los problemas de la quimio. Ahora me he dado cuenta de que solo es un contraste más, y que importa mucho que el médico te explique muy bien en qué parte del proceso estás y cómo va a ser, cuánta quimio te queda por delante... Si no, te sientes abandonada».

El impacto del cáncer

Hay tres emociones habituales cuando se recibe la noticia. «Primero, la sensación de injusticia. El 'por qué a mí'. Luego la culpa tan intrínseca que acompaña a la mujer, incluso nos llegamos a sentir como una carga para los familiares que nos tienen que cuidar. Luego el miedo, que nunca te abandona. Una vez superado el cáncer, el temor siempre va a estar contigo», señala Claudia. La cicatriz más grande que produce esta enfermedad es la emocional. Así lo describe Raquel Traver, otra de las mujeres que forman parte del proyecto. «Me quedé en shock. Durante mucho tiempo iba a la consulta y por mucho que me hablaban no me enteraba de nada. Mi hermana entraba conmigo y era ella la que escuchaba todo. Estuve mucho tiempo con miedo a decir la palabra cáncer. Imagínate lo que tiene que soportar una persona a la que se le cae el pelo, las cejas, las pestañas y que engorda catorce kilos. La moral se te queda por los suelos».

Esto es parte del proceso. Después del cáncer llega la vida, pero cambia la manera de ver el mundo. «Ahora veo el día a día de otra manera, me lo tomo todo con mucha más relajación, los problemas que antes eran superimportantes pasan a un segundo plano. Tú no lo piensas cuando tienes salud, crees que no vas a enfermar, piensas que vas a estar sana hasta que seas mayor, pero la realidad es que yo un día salí de la ducha y me noté un bulto. Ahora veo que hay muchos problemas que no son de verdad, tonterías sin importancia».

Pese a todo, Claudia Sánchez insiste en que no hay que banalizar la enfermedad. «Es verdad que del cáncer se aprenden muchas cosas, pero yo no necesito saber con 43 años todo lo que sé de la vida. Me hubiera gustado aprenderlo con los años, de manera más natural. Ahora soy mucho más pragmática e intuitiva que el resto de la gente y mis prioridades son distintas. A veces eso es una ventaja, porque veo muchas banalidades del día a día en personas cercanas y me río».

Del cáncer se sale. Y detrás hay mucha vida. Eso es lo que transmiten las 17 participantes del reportaje. Ellas fueron las que insistieron por iniciativa propia en exponer sus historias para acompañar a otras mujeres que estén pasando por este proceso. María José Pardo habla por todas e insiste en la importancia de la compañía. «Para todas las mujeres que lo lean y estén pasando por algo parecido, que no se preocupen, que busquen tomar un café, que salgan a tomar algo aunque sea con el pañuelo, da igual. Tendrán más tiempo para leer y para salir con las amigas, pero que no se encierren en casa a lamerse las heridas. Que nunca vayan solas a un médico, eso es lo peor. Y que sepan que se pueden poner en contacto con cualquiera de nosotras, que la podemos acompañar».