Los hermanos José María y Juan José Arnedo dirigen una empresa del transporte con cuartel general en Massamagrell (Armesa Logística). Su flota de 200 camiones frigoríficos -repletos de frutas y hortalizas, entre otros alimentos- recorren estos días carreteras europeas con muchas dificultades para llegar a los principales mercados mayoristas del viejo continente. Los propietarios de la empresa lamentan el «caos circulatorio» y el cierre de fronteras, que no afecta al transporte de mercancías si bien los chóferes de su compañía lo sufren de lleno: colas kilométricas y muchas horas al volante.

«Todo son problemas para los conductores: tienen bares y restaurantes cerrados, también los aseos e incluso algunas gasolineras. Y el control de temperatura hace interminables los tiempos de espera», lamenta Juan José pegado al teléfono y al ordenador en estas maratonianas jornadas de trabajo desde la sede central de la compañía. Su hermano, José María , también presidente de la Asociación de Transporte Frigorífico (Atfrie), considera que es necesario mandar un mensaje de tranquilidad a toda la población, tanto de España como del resto de Europa en estos momentos de crisis por el coronavirus. «¡Pero que nos dejen trabajar. Hay una falta de previsión total para garantizar el suministro de mercancías!», explican los directivos de Armesa Logística.

Los transportistas saben que son un gremio imprescindible en un estado de alarma como el que ha provocado el coronavirus. Y por eso mismo, están muy dolidos. «Nosotros estamos haciendo una gran labor para ayudar a salir de esta y para que la gente esté bien en sus casas, pero en el otro lado no se nos respeta». Lo dice Atanaska, una camionera vecina del Port de Sagunt que ayer denunciaba las dificultades que están encontrando ella y sus compañeros para realizar su trabajo en unas condiciones higiénicas más o menos normales y sin riesgos de infección.

Problemas para comer

«Estamos teniendo mucho trabajo y prácticamente vivimos en la cabina del camión, pero tenemos necesidades que cubrir y desde hace unos días nos lo están poniendo imposible -asegura-. Ni nos dejan entrar a los aseos de la mayoría de gasolineras y áreas de servicio, ni nos dejan entrar en algunas cafeterías de la carretera, ni nos dejan estacionar cerca de los supermercados para comprar algo de comer».

Cuenta Atanaska que esta situación, que era esporádica antes de la declaración de la pandemia del coronavirus, se ha vuelto casi general en los últimos días. «Ya podemos enseñarles a los empleados de las gasolineras que llevamos nuestras mascarillas, nuestros guantes y nuestro gel, que no nos van a dejar entrar a los servicios»«, -explica la transportista-. «Mi marido, que también es camionero, tuvo que meterse en un bosque a hacer sus necesidades porque no le dejaron. Puede parecer una tontería pero para nosotros es muy humillante. Nos están tratando como apestados».

Dos camioneros que trabajan en el Puerto de València, y que prefieren mantener el anonimato, coinciden con la queja de Atanaska. «Cuando llegamos a una empresa a descargar nos miran como si, además de la mercancía, les estuviéramos trayendo el coronavirus», explica uno de ellos. Uno de estos chóferes explica que desde el lunes ha viajado a Navarra, La Rioja y Extremadura. «Ninguna de las cargas que he hecho ha sido de productos de primera necesidad, no he llevado nada que me obligue a no estar confinado, que es como deberíamos estar todos», asegura. Aun así, ni él ni su compañero se atreven a plantear a sus respectivos jefes la posibilidad de quedarse en casa, tal como recomienda el gobierno para aquellos trabajos que no sean de primera necesidad. «Si le digo al mío que me quedo en casa, seguro que me dirá que me quede indefinidamente», apunta este trabajador con 17 años de experiencia en el sector.

También Javier, transportista de Quart de Poblet, viaja estos días desde el mercado de Perpiñán hasta el de Munich para llevar hortalizas. Antes ha dejado 24 toneladas de cítricos en la citada población francesa. «Salir de Francia para llegar a Alemania está siendo una odisea. Los controles cada vez son mayores y lo peor de todo es que ya veremos cómo vuelvo con carga hasta España», lamenta.

La Federación Valenciana de Empresarios Transportistas (Fvet) denuncia las «enormes dificultades» para adquirir mascarillas, geles de desinfección y guantes desechables a las plantillas de conductores, un colectivo que que viaja constantemente de un punto a otro y que se ve obligado a numerosas interacciones.