En casa de los Montserrat Romero siempre son multitud, aunque estos días han superado todas las expectativas previstas. Ahora mismo son diez en casa. Y así estarán hasta nueva orden. Dos familias completas y una hermana de visita. El confinamiento les pilló por sorpresa y con unas visitas previstas que se han quedado a vivir en un hogar que es familia de acogida y siempre suma menores a la familia biológica.

Así, la semana pasada, la familia formada por Carlos y María José -con un hijo de 15 años, dos mellizos de 11 y una niña de acogida de 2 años y medio- recibió la visita de unos amigos de Argentina (una pareja con un niño de 2 años recién cumplidos) y de la hermana de María José, que llegaba directa de Sevilla a disfrutar de las fiestas de Fallas. La casa se llenó de golpe el mismo día que anunciaron el aplazamiento de las fiestas. En los sucesivos días llegaron el resto de medidas, incluido el estado de alarma, que recomienda un aislamiento que en casa de los Montserrat Romero llevan a rajatabla. Y eso que son diez personas sin salir del hogar y la posibilidad de que en breve llegue una más, pues aún disponen de una plaza libre para acoger a un menor de urgencia y la experiencia les dice «que eso puede pasar cualquier día. Estamos esperando la llamada porque estamos preparados».

La familia vive en una casa grande, ubicada en el centro de València. Hay camas para todos y un salón cómodo y espacioso para que adultos y niños convivan. Son previsores. Así que el pasado viernes, aunque la orden de suspensión de clases no era efectiva, los niños ya no acudieron al colegio. Carlos es autónomo y se lo «monta» como puede. Ayer fue el primer día que no trabajó fuera de casa.

«Sabíamos que la casa se nos iba a llenar en Fallas. Nuestros amigos de Argentina venían a buscar trabajo y una casa de alquiler durante unas semanas y mi hermana venía de visita aprovechando los festejos falleros, pero ahora no puede regresar a Sevilla», explica Maria José.

El «encierro» con 5 niños aún no se les ha hecho «demasiado pesado» porque «somos muchos para jugar con los críos y tenemos recursos». Eso sí, en tres días han pintado hasta un mural que tienen colgado en el balcón.

Las tareas escolares siguen pendientes. «De clase aún no hemos abordado nada porque, de momento ellos están de vacaciones, y lo cierto es que habrá días de sobra, así que no hay necesidad de agobios. El viernes ya no fueron al colegio. ¿Entretenimiento? Pues los más mayores hacen uso de pantallas, claro, difícil evitarlas así que se entretienen con la Play y los móviles. También jugamos mucho a juegos de mesa, como el Trivial», explica María José.

La familia reconoce que, en determinados momentos, los que llevan peor el encierro son los más pequeños. «Con dos y dos años y medio nos piden salir a la calle, bueno, al parque dicen... Pero les explicamos que no se puede salir y nos ponemos a jugar con ellos. Como somos muchos... nos vamos turnando. La cosa se pondrá más fea conforme avancen los días porque ya no sabremos qué hacer, pero de momento aún nos sobran ideas», reconoce la familia.

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Una familia suma diez miembros en casa durante el confinamiento

Dos neveras y un cocinero

El encierro les pilló con comida. Ni mucha ni poca. Lo normal. «No hemos permitido que cunda el pánico. Tenemos dos neveras porque siempre somos muchos. La compra la hemos hecho normal, no nos ha entrado el miedo de que se agotaran existencias. Hemos comprado lo que usamos habitalmente sin volvernos locos, es decir, sin llenar a tope la despensa como si se acabara el mundo. Compramos lo justo para no tener que estar bajando cada dos por tres al supermercado, pero aún así casi todos los días hemos tenido que ir a por alguna cosa», afirman. De la cocina se encarga Carlos, ya sean los cinco de la familia biológica (algo que casi nunca ocurre) o un confinamiento con diez personas.

Ahora bien, lo único que ha precisado la organización por turnos ha sido bajar la basura. «Ni imaginas la basura que generamos al ser tantos... Así que para eso sí hay turnos», comenta María José entre risas. Y es que de eso, de risas y sonrisas, esta casa va sobrada. «Lo tomamos con humor porque si algo bueno tiene esta familia es que nos reímos mucho. Si cunde el pánico, ni nos invade la desidia. Es horrible y los críos lo notan. Estamos, gracias a Dios, todos sanos en este momento y también hay que pensar que no hay mal que por bien no venga y esto nos sirve para que valoremos más que nunca un abrazo, los besos, las reuniones o un café con una amiga», explica la matriarca de la familia.

La casa es grande, pero no da para convertirla en campo de entrenamiento, aunque todo llegará. En ello están. Carlos (15 años) y los mellizos Álvaro y Sergio (11 años) juegan y entrenan a fútbol todas las semanas y ese cambio ya lo han notado. De hecho, el mayor no duda cada día en vestirse con ropa deportiva y subir y bajar los seis pisos que hay desde el portal hasta su vivienda. Ese es su entrenamiento aprovechando que vive en un sexto piso. Pero hay más previsto. «Ahora está preparando unas tablas de ejercicios para toda la familia», añade su madre, tras recalcar la «importancia del deporte en esta familia». Y de las risas, sin duda. El secreto de la felicidad.

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