La lluvia que el martes regaba Xàtiva dio paso ayer a un sol tímido. No dejó de ser un día gris, avatar de los ánimos de los vecinos y vecinas de la comarca de la Costera en el tercer día del estado de alarma. Además del personal sanitario, empleados de otras ramas y sectores han seguido, al menos hasta ahora, trabajando y manteniendo un horario similar a la normalidad, por lo que representan un buen termómetro del sentir de la población. Y esta normalidad cambiará en los próximos días, según apuntaban las impresiones recogidas a pie de calle, ya que a pesar de que el estado de alarma no ha impuesto la bajada de persianas, sí lo hará el acusado descenso de clientes. Con todo, de momento muchos profesionales mantienen los servicios municipales e infraestructuras comerciales, desde barrenderos hasta transportistas.

Este último es precisamente uno de los colectivos con más carga de trabajo en las últimas horas. Sin tiempo para detenerse a ofrecer su testimonio, mantenían un ritmo frenético, siempre con la mascarilla puesta. La adaptación a la pandemia también se ha llevado por otras vías. Varias tiendas de Xàtiva, especialmente en las farmacias, han implantado el pago con tarjeta como único método aceptado. Un cartel lo anunciaba a la entrada de la droguería El barco de la capital setabense; su encargado, Joaquín, lo explicaba desde detrás del mostrador: «No puedes saber de dónde viene el dinero, quién lo ha tocado. Y sabiendo que el virus aguanta tanto en superficies, mejor no arriesgarse», indicaba a este diario, tras calcular un descenso «de un 50 %» en las ventas de la tienda. «La gente viene tan solo a por lejía, guantes, desinfectantes...», citaba.

Hay bienes que se han vuelto imprescindibles. «Si cerramos el estanco, la gente sí que acabará volviéndose histérica», ironizaba Vicen, de la Expendeduría 11 de Xàtiva. Frente al centenar de clientes que acude normalmente cada mañana a este local, situado frente a la estación de tren, la cifra ahora no pasa de los cuarenta. «Y cada día va a menos», añadía Ana, la otra dependienta. Como ocurrió en otros comercios, la gente acudió en masa al estanco el viernes y el sábado, en las primeras horas tras el anuncio del estado de alarma; desde entonces, la clientela ha caído en picado.

«Nos levantamos ya enfadadas, sin ganas de ir a trabajar. Aguantar esta situación es muy difícil», añadía Ana sobre lo anímico. «No paras de comerte el coco. En este ambiente es difícil no deprimirte», indicaba por su parte María, de La tienda de huevos, otro de los establecimientos que ha notado el descenso de clientes. Muchos dependientes apuntaban que los «nervios» se están dejando notar también entre los clientes. «A veces hay alguna discusión, personas que no quieren que el resto se les acerque demasiado», explicaba Joanna, encargada de un establecimiento de Fruterías Marvi. Las tiendas de comestibles más perecederos, como las frutas o verduras, están aguantando mejor el tirón, según explicaba Joanna, por los clientes que acuden huyendo de las colas generadas en las grandes superficies. De momento, la cadena de suministros, a excepción de algún problema puntual -«No todos los transportistas quieren trabajar en estas condiciones», explicaba sobre esto Blai, encargado de una tienda de telefonía-, no ha fallado.