Irse de casa para cuidar a los abuelos

Irse de casa para cuidar a los abuelos

Los mayores son personas de riesgo ante un virus que mantiene a la población encerrada en casa. Son el tesoro más preciado de las familias y ante cualquier posible riesgo de infección de coronavirus todas las medidas parecen pocas para mantenerlos a salvo. La recomendación de no salir de casa, de mantener el aislamiento, puso en alerta a numerosas familias que comparten vida con sus mayores o los visitan a diario para cubrir sus necesidades básicas.

Sin embargo, la soledad ha llegado a muchos mayores. Ya era un problema previo a la crisis sanitaria y se ha acentuado para muchas personas. Pero también hay historias de familias que han cambiado su rutina para adaptarse al abuelo o a la abuela. Familias que decidieron coger las maletas, meter lo justo e irse a vivir con sus seres queridos. Lo hicieron justo antes de que el Gobierno decretara un Estado de Alarma que mantiene un confinamiento obligado hasta nueva orden. Estas son dos de ellas.

En casa de la familia Sais Grau hace muchos años que conviven siete personas: los padres, Alicia Grau y Manuel Sais, que presiden además la asociación de familias numerosas Más de Dos; cuatro hijos de 7, 6, 3 años y un bebé; y el abuelo, de 90 años, que precisa cuidados. Así que cuando esta familia vio las medidas preventivas que se iban adoptando pensó que, tarde o temprano, el confinamiento en casa llegaría. No se equivocaron. El mismo día que hicieron las maletas y llegaron a su segunda residencia en Moraira, el Gobierno decretó el Estado de Alarma.

Ellos, sin embargo, ya se encontraban en un hogar con espacio suficiente para mantener a cuatro criaturas encerradas y al abuelo alejado de todo riesgo. «El abuelo tiene 90 años y hay que cuidarlo. Necesita tranquilidad, lo cual no es tarea fácil. Intentamos jugar con los espacios. Si él esta en el salón, nos vamos a la cocina, y al revés. Pero no siempre es fácil. Con tanto tiempo disponible siempre hay momento para jugar con los niños al ajedrez o a algún juego de mesa o contarles alguna historia. Los niños aprenden que hay que cuidarlo especialmente por si coge la gripe y hacerle zumos o guardarle la mejor parte de la comida», explica Alicia, una mujer todoterreno, siempre con una sonrisa en los labios y un sinfín de recursos. «Cuando eres familia numerosa no queda otra», recalca. La familia actuó con rapidez, hizo las maletas y se trasladó para «cuidar» al abuelo, para mantenerlo alejado de cualquier riesgo. Un día después ese traslado no hubiera sido posible.

«Esta es una prueba de fuego para muchas familias. La convivencia es total y absoluta, y esto hay que gestionarlo porque no es sencillo. Es más importante que nunca la comunicación, la organización, y la distribución de tareas y encargos. En nuestro caso hemos hecho un horario que intentamos cumplir a rajatabla. Hemos montado una escuela con dos profesores: Miss Alicia (Lengua, Ciencias sociales, y Matemáticas) y Mr. Manolo (Idiomas, Ciencias y de Educación física)», explica la matriarca.

Las comidas las han organizado con un plan quincenal, incluidos almuerzos, desayunos y meriendas con el objetivo «de no desperdiciar nada». Aseguran que el teletrabajo «sí que es todo un reto», ya que «además de darles clase y entretenerlos, hay que hacer comidas, recoger, limpieza, lavar, tender, cortarles el pelo. Así que somos cocineros, peluqueros, profesores, entrenadores, abogados, periodistas, bailarines?».

Y con todo, los miedos son difíciles de evitar con cuatro pequeños y una persona de 90 años en casa. «Tenemos inquietud, claro que sí, es algo muy extraordinario y no sabemos cómo ni cuándo va a terminar todo esto. Intentamos vivir el presente, y no hacer cábalas con lo que podría pasar», concluye Alicia.

Decisión en tiempo de descuento

Ana Giner tiene 27 años y es responsable de una tienda de ropa. Antonio Jusco, su marido, tiene 38 años y también es gerente de una tienda. El pequeño de la casa se llama Miquele, que con dos años y medio no para quieto. Además tienen una perra, un bulldog inglés que es la tranquilidad convertida en animal. Y así, la familia al completo, hizo las maletas el mismo domingo con lo justo para irse a vivir a casa de la abuela, de 62 años, hipertensa y con problemas respiratorios. De Alfafar al barrio de la Torre. Y allí empezaron un encierro «en familia» para no dejar «sola a la abuela», que lleva de baja médica desde las Navidades.

«El sábado estuvimos con mi madre en su casa. Pensábamos que el Estado de Alarma empezaba el lunes y el domingo nos despertamos nerviosos. Hicimos la maleta con lo justo (ropa cómoda y todos los juguetes posibles) y nos fuimos a La Torre. Nos paró la Guardia Civil pero le dijimos lo que pasaba y nos dejaron continuar. Menos mal que no decidimos irnos por la tarde porque ya no hubiera sido posible. Lo decidimos 'in extremis' y nos salió bien porque no estaba tranquila si mi madre estaba sola, la verdad», explica Ana. La pareja estaba inquieta y preocupada porque, además, Antonio es italiano. Vivió muchos años en Milán y ahí mantiene amistades. No eran buenas las noticias que llegaban del país vecino. «Y cuando las barbas de tu vecino veas cortar...», explica Ana, haciendo uso del refranero español.

«Llevo ya seis años en España. Nací en Nápoles pero los últimos 8 años los pasé en Milán. Mantengo contacto casi a diario por redes sociales y plataformas que permiten videoconferencias y la situación es para preocuparse. Todos coinciden en que hay que cuidar a los mayores. Allí también ha habido bastante psicosis con la comida y dicen que para comprar una barra de pan deben esperar dos horas. Hay que aprender de los países vecinos y no cometer los mismos errores», explica Antonio, mientras va teletrabajando «a ratos y como puedo».

En casa de la abuela, además, hay terraza. Y eso siempre es una ñadido ante un encierro con niños pequeños y animales. «De momento jugamos mucho con Miquele porque es pequeño y no tiene tareas escolares. Conforme avancen los días, igual se agobia más pero de momento lo llevamos todos bastante bien», afirma. Y que dure.