Es el eterno dilema de quienes se quieren, han formado una familia y piensan en casarse, pero no saben bien cómo hacerlo para no cumplir con los estándares sociales y comerciales que origina la palabra «boda». Por eso, Nora Cortina y Pau López decidieron, a final de enero de 2020, dejar de darle vueltas a una idea que les rondaba años la cabeza, sin prestarle demasiada atención, tras más de una década juntos haciendo «equipo».

Dicho y hecho. El 6 de febrero, con la documentación preparada, pidieron la cita en la Ciudad de la Justicia. El día D se concertó para el jueves 12 de marzo. Nada hacía presagiar entonces que la suya, la de Nora y Pau, sería una boda digna de ser noticia. Y es que, sin saberlo, se casaron el último «día de bodas» en la Ciudad de la Justicia, antes de una emergencia sanitaria que ya hizo de la suya una boda diferente, de esas que hacen historia. Al día siguiente, viernes, se decretaba el Estado de Alarma que obliga a un encierro en casa hasta nueva orden.

El jueves 12 de marzo, los novios se levantaron nerviosos. La noche anterior Estados Unidos había cerrado las fronteras, así que ya sabían que su viaje de novios (a Boston, y en familia) se aplazaba. Lo que no sabían era si se podrían incluso casar. «Nos preguntábamos si habría problemas para celebrar la boda cuando íbamos de camino a los juzgados, pero claro, imaginamos que nos habrían llamado en caso de que se anulara», explica Nora. Así que, una preciosa novia vestida de rojo y en deportivas, y un elegante novio con americana y vaqueros, acudieron puntuales a formalizar su amor en un día donde los besos y los abrazos ya estaba prohibidos. Sus dos hijos, Diego (9 años) y Luna, una pequeña terremoto de 2, estaban felices, ajenos a una situación que preocupaba a los adultos.

La boda contaba con 25 invitados. Cinco fallaron a la cita por diferentes y evidentes motivos con un nexo en común. «Nosotros nos sentamos con los niños. El resto de invitados pudieron pasar a la sala pero se tuvieron que sentar tres filas más para atrás. Un guardia de seguridad vigilaba que se mantuvieron las medidas de precaución. Fue todo muy rápido y sencillo. No llevábamos alianzas y fue rápido», explica la novia. El coronavirus impidió besos y abrazos, pero también las firmas. «No nos dieron bolígrafo. No firmamos nada, nadie firmó nada. Nos dieron el libro de familia con el acta de matrimonio y ya está», relatan.

Objetivo cumplido

Una vez acabada la ceremonia civil, la pareja recién casada salió de la Ciudad de la Justicia con la familia a una distancia prudencial. No hubo arroz, pero sí pétalos de rosa. No hubo felicitaciones con besos pero sí felicidad plena. El convite se celebró en un restaurante de El Palmar que no tuvo demasiado en cuenta las circunstancias excepcionales en las que se celebró esta boda.

Sin embargo, nada enturbió el objetivo del día: formalizar y celebrar la unión de una pareja a la que nada ni nadie le borra la sonrisa. Ni cambiar el viaje de luna de miel por un confinamiento en casa, ni afrontar la crisis sanitaria con dos pequeños en un piso, ni celebrar una boda sin firma y con besos a distancia. Porque una boda es una boda y la de Nora y Pau ha hecho historia. Vivan los novios.