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El día después del Covid-19

El día después del Covid-19

Se puede vivir todo hasta el final, pero no pensarlo todo hasta el final». El aforismo es del crítico polaco Karol Irzykowsky. Se puede leer en las memorias de Adam Zagajewski. Desconocemos a la distancia que estamos de la salida de la crisis del coronavirus, ni siquiera hemos pasado «lo peor», pero ante la magnitud de lo sucedido hasta ahora se puede imaginar algo de ese día después. Se puede pronosticar que no volveremos a la misma casilla de salida. Sociólogos, historiadores, filósofos y economistas vaticinan casi unánimemente cambios de calado a escala global y local: geopolíticos, laborales, rituales, sociales y económicos.

El tiempo se ha acelerado de tal manera que es difícil hacer predicciones de detalle, «pero sí se pueden atisbar algunas tendencias del mañana postpandemia», afirma el profesor de la Facultad de Filosofía Nicolás Sánchez Durá. «Todo el planeta saldrá mucho más pobre», apostilla el sociólogo Antonio Ariño. Los expedientes de regulación temporal de empleo y los cierres de empresas vaticinan consecuencias severas. No hay antecedentes equiparables. «Ni el crac del 29 creo que sea comparable», añade el vicerrector de la Universitat de València, dada la globalidad del fenómeno, «que no ha tenido ninguna otra catástrofe».

Recuerda a esa gran recesión, comenta el director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, por la magnitud potencial de las pérdidas. Si el parón se prolonga dos meses, la caída del PIB anual puede ser del 8 %. La diferencia es que la salida «puede ser muy rápida», una vez se contenga el virus. Algo esperanzador, al menos. Lo importante ahora es evitar que empresas y familias tengan problemas de liquidez «para que no colapse el consumo».

El sociólogo Rafa Castelló aporta una especificidad valenciana. Pronostica una brecha de desigualdad basada en el trabajo, los que pueden ejercerlo desde casa y los que no, una nueva diferencia de clase, una «secesión». Y el territorio valenciano adolece de un gran peso de los servicios avanzados, de la economía digital. Así que «saldremos tocados si no hay una respuesta rápida».

«La moneda está en el aire. Aquí nos ha traído el neoliberalismo sin freno y el populismo miope y reaccionario que le dio respuesta», agrega el director del departamento de Filosofía de la Universidad Complutense, José Luis Villacañas. Es preciso salir de esta crisis fortaleciendo el sentido unitario de la especie, sentencia. ¿Y si no atendemos la pandemia? «El darwinismo más descarnado se enseñoreará de nosotros y llevará a un mundo sombrío».

Pero es difícil tras lo sucedido pasos atrás en política de inversión pública en favor de lo común, como la sanidad pública. Es un pronóstico extendido.

El catedrático de Historia Contemporánea Pedro Ruiz coincide en que no hay precedentes para la crisis actual, lo cual dificulta las predicciones. El exrector pone el foco en el endeudamiento de los Estados para paliar el drama: «Será de tal envergadura que puede hipotecar la recuperación que llegue y, en consecuencia, alargar la recesión».

La historiadora Isabel Morant subraya cómo el progreso no está en cuestión, pero ha emergido «una sensación de desarme» ante fenómenos «para los que no tenemos instrumentos».

Fenómenos globales que sitúan a Asia en mejor posición. «Va a ganar peso a costa de Europa y EE UU», señala Castelló, y «Rusia, como país bisagra, tendrá un protagonismo importante». Es «una ocasión de oro para la progresiva hegemonía» de China, incide Sánchez Durá. Pedro Ruiz pone las luces largas: «La mejor manera de hacer frente a esta pandemia y a las que puedan llegar es conseguir un mundo por encima de las fronteras de los Estados actuales, incapaces de resolver los problemas más graves a escala global».

Los cambios afectarán a cuestiones más mundanas. «No volveremos a los mismos ritos, porque no sabemos qué pasará», afirma Ariño. Los besos y abrazos que se van no regresarán, augura. «La distancia social va a estar muy presente», remarca.

Sánchez Durá observa que pocas décadas atrás hubiéramos sacado a pasear imágenes de santos. Hoy sorprenden forma rituales de comunión secularizadas, en referencia a balconadas y el consumo de una nueva imaginería en redes. Es «como una suspensión generalizada de la voluntad de creer en las instituciones y principios que han vertebrado el orden».

Lo que quedará también es «un giro de tuerca más» a la digitalización, que se sumará a los del 11S y la crisis económica, abunda Ariño. Lo que regresará son «las culpas» y «una política tan envenenada como antes». El clima volverá a emponzoñarse, prevé Morant. «No sería de extrañar que la población busque una víctima sacrificial», agrega Sánchez Durá. Y es posible que sea el gobierno de coalición.

Todo esto pasará. Posiblemente.

Cuando el coronavirus sea historia, poco será igual.

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