Una pandemia global nacida en China que inocula el virus del miedo, encierra en casa a millones de personas y arrastra a la Unión Europea al abismo de una nueva recesión. Las premisas parecen idóneas para fortalecer el argumentario de los movimientos populistas de corte xenófobo y ultraderechista que irrumpieron en las instituciones tras la debacle económica de 2008, pero si por algo se caracteriza la crisis desencadenada por el Covid-19 es por haber borrado todas las certezas y por haber transformado de un plumazo la percepción del mundo en cuestión de días. Nadie se atreve a pronosticar cómo las consecuencias de la epidemia cambiarán el tablero político. «Los momentos de crisis son favorables al despegue de los movimientos que ofrecen recetas sencillas para resolver problemas muy complejos», advierte Blanca Nicasio, profesora de Ciencias Políticas y exasesora en el Europarlamento. «Pero es prematuro aventurar lo que sucederá; dependerá de si el Gobierno está a la altura y de si las medidas anunciadas son suficientes». La visión es compartida por la también profesora y consultora política Aida Vizcaíno. «Será la respuesta y la gestión de la crisis económica posterior la que nos dará las claves del fortalecimiento de los partidos xenófobos y aporafobos, o su debilitamiento». «Más que el cierre real y simbólico de fronteras, el oportunismo político populista se centrará en las medidas que se tomen y en el coste laboral y económico que devenga. Nos moveremos en el conflicto mercado-Estado», remacha.
A juicio del sociólogo Carlos Frau, aquellas sociedades en las que el desmantelamiento del sistema de salud sea más profundo serán las que más se resentirán y en las que el populismo encontrará un terreno más abonado para su crecimiento, especialmente en la esfera del mundo occidental, dominado por los valores individualistas. Frau identifica dos modos de afrontar la crisis. Por un lado, el populismo -que asocia a la estrategia de Vox en España, Trump en EE UU o Boris Johnson en Reino Unido- «hace un diagnóstico rápido de la situación, señala a los culpables y ofrece una solución inmediata». Por otro, la alternativa de encarar la amenaza desde el convencimiento de que «no existen certezas absolutas ni soluciones mágicas» a la hora de arreglar un problema que se debe solucionar «de manera solidaria». A juicio del sociólogo, hoy por hoy en Europa predominan las «reacciones mesuradas» bajo esta segunda fórmula de acción, que parece haber desactivado la respuesta populista. «Tenemos un sistema de protección sanitaria y social suficientemente fuerte para soportar los embates de las reacciones populistas. El problema podría llegar si esta situación se prolonga mucho en el tiempo y las tensiones nos llevan a un modelo individualista más extremo», incide Frau.
El politólogo Álex Comes alerta del riesgo latente en países como España e Italia si la Unión Europea se pone de perfil y no ofrece un apoyo total y cohesionado a los países más afectados, lejos de la austeridad de la última crisis. Un nuevo fracaso alimentaría los discursos euroescépticos en el momento en el que más se necesitan unas instituciones europeas fuertes. Comes subraya el papel fundamental del paquete de medidas sociales para paliar los efectos de la pandemia anunciado por el Gobierno, cuya gestión a nivel comunicativo considera acertada, con información constante y comparecencias diarias.
El jurista y analista Manuel Martínez Sospedra también sitúa la clave en la respuesta que dé Europa y el Ejecutivo Central a la crisis, aunque por el momento valora la efectividad del decreto del estado de alarma y la ausencia de incidencias de mención «más allá de las declaraciones fuera de tono de Quim Torra». «Está teniendo éxito el discurso de que todos somos iguales, de que esto nos afecta a todos por igual y que todos tenemos que pechar. Las implicaciones son que la nación de ciudadanos prevalece sobre concepciones étnicas o identitarias, aunque es prematuro anticipar lo que pasará», matiza.
La efectividad de la respuesta económica, determinante
Blanca Nicasio recuerda que el populismo se nutre de la antigua clase media más afectada por la crisis de 2008 que no ha podido recuperar su nivel de vida anterior y hace hincapié en que el discurso económico simplista de la ultraderecha «adquirirá relevancia» si las medidas anunciadas por el Gobierno «son lentas o no acaban de cumplirse». La profesora observa que Vox es el único partido que, en la situación de emergencia, sigue intentando sacar rédito electoral de las fronteras y de los inmigrantes que llegan en patera. «De los que vienen en avión no dicen nada», resalta. Además, la formación vende su transparencia, aireando los positivos por coronavirus entre sus filas y sugiriendo que el Gobierno no da toda la información que tiene, a tiempo que aprovecha la centralización momentánea de competencias en el Estado para tratar de poner a los presidentes Cataluña y el País Vasco como los únicos que no quieren cooperar. «Eso puede calar en la gente», remarca.
Para Álex Comes, en las condiciones adversas de la emergencia surgen liderazgos que parecían ocultos, mientras que otros líderes demuestran que no lo son. A su juicio, el alcalde de Madrid, Martínez Almeida, está saliendo reforzado con su gestión. En cambio, cuestiona la línea de Vox contra el Gobierno, al estilo Salvini, con «discursos difíciles de explicar» como cuando Ortega Smith apela a sus anticuerpos españoles frente al «virus chino». «Esa estrategia de intentar captar la atención con polémicas para tener repercusión mediática al principio les ha funcionado, pero ahora está demostrando lo poco preparados que están y el poco sentido de Estado que tienen».
Aida Vizcaíno sostiene que, hoy por hoy, el escenario político en España «parece estable». La politóloga augura que el auge o no de la extrema derecha se observará en función de las fortalezas o debilidades del PP y Ciudadanos. «Los movimientos se producirán entre los partidos dentro de cada bloque». El ritmo lo marca el Gobierno y a pocos «clavos» se puede agarrar la oposición, más allá del desgaste al líder, la división del gobierno o la insuficiencia de medidas económicas. «En los primeros días de estado de alarma nos movemos en un plano emocional más que racional. En cierto modo hay un 'todos a una' donde, en términos generales (salvo en las posiciones más extremistas por la derecha), estamos observando cierta moderación y corrección de la crítica». Ahora bien, cuando llegue el agotamiento del confinamiento o las consecuencias de la crisis económica se visualicen para un gran número de personas, «veremos los marcos en que se desarrollan los discursos y los liderazgos». «Ahora la sociedad es receptiva o comprensiva, por la novedad. Más adelante necesitaremos confianza en que pueden solventar la situación y eso es complejo». Aunque la comunicación «está siendo fluida y entendible para toda la ciudadanía», Vizcaíno echa en falta «más pedagogía del porqué de las medidas y de los tiempos». Ya lo profetizó Albert Camus en la distopía más citada estos días, La peste: «Todas las desgracias del hombre provienen de no hablar claro».