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En Sempere ya estaban confinados antes

El pueblo menos habitado de la Comunitat Valenciana, con gente mayor, pasa el aislamiento como los días previos a la alarma

En Sempere ya estaban confinados antes

Son las 12:37 de la mañana del primer viernes en estado de alarma y en Sempere, el municipio más pequeño de la Comunitat Valenciana, no hay nadie por las dos calles y la plaza que conforman el núcleo urbano. En un día normal —sin la gente confinada en casa por el estado de alarma decretado por el Gobierno ante la crisis del coronavirus— la situación que se viviría en este pequeño municipio de la Vall d'Albaida a estas horas no distaría mucho de esa imagen algo desoladora. Una localidad sin niños, sin tiendas ni estanco y con apenas 29 personas censadas, de las que habitualmente residen una veintena en el pueblo, la crisis del Covid-19 no ha alterado la rutina de sus habitantes.

A la llegada al pueblo nos recibe una autocaravana estacionada, a la espera de algún viaje ahora postergado. Los únicos sonidos que se escuchan son de los pájaros y de un perro encerrado en una parcela vallada. Las aguas del pantano de Bellús, a los pies del municipio, domina la vista panorámica de Sempere. Entrada a la plaza del pueblo, que presiden el edificio consistorial y la iglesia. Nadie. De allí a la calle Sant Pere, calle principal (la otra es una vía a la que dan las traseras de las casas). Está desierta. Casas cerradas, persianas bajadas, carteles de «se vende» en algunos inmuebles,... La sensación de pueblo «fantasma» sobrevuela.

Pero de repente, a mitad de la calle Sant Pere, una casa con los cristales de la puerta y las ventanas de madera abiertos y olor a limpieza presagia la presencia humana. Aparece un hombre, Raymond, un inglés que está desde hace pocos meses en Sempere, cuidando la casa familiar, dice. «Creo que estoy en el sitio ideal» para pasar esta situación de confinamiento, afirma desde dentro de su casa, explicando que en el pueblo «no ha cambiado mucho la situación de un día normal. Aquí hay poca gente». Raymond detalla que el confinamiento lo soporta «como se puede, con dificultad», y asegura que solo sale para ir a Benigànim a comprar víveres. Explica que la mayoría de la gente apenas sale a la calle, y del pueblo solo para abastecerse de alimentos. Es gente mayor, indica, «no he visto a ningún niño ni gente joven. Creo que el más joven soy yo». Tiene 54 años. Raymond se muestra resignado ante una situación de confinamiento que ya acepta que «se alargará», señalaba anteayer.

De vuelta a la plaza un vecino sale de una cochera. La presencia de foráneos le coarta y prefiere no decir su nombre. Solo dice, preguntado por la crisis del coronavirus, que «viene la mortandad sin guerra y sin Franco». Una afirmación de un hombre mayor que evidencia que en este municipio parece que no pasa el tiempo. Añade, con la sabiduría propia de gente de edad, que «la semana que viene y la siguiente serán peores».

Otra vuelta por la plaza y las calles con la esperanza de descubrir a alguien más en su casa. Nadie. Y es que de las 29 personas censadas, «la mayoría son mayores de 70 años que no acostumbran a salir. Hay cuatro o cinco matrimonios ingleses, uno de menos de 50 años, pero la mayoría son gente mayor», explica la alcaldesa, Mª Dolores Ortolà, que también indica que hasta hace poco vivía un joven de unos 20 años, «pero ahora reside en València, donde ha encontrado trabajo». Mª Dolores indica que este chico era el más joven de Sempere, «no hay niños ni adolescentes», y el más mayor «tiene 92 años, es mi padre». Su progenitor es Emilio Ortolà, alcalde de Sempere de 1961 a 1999.

Mínimos servicios

La alcaldesa, que reside en Benigànim, explica, por teléfono, que a la localidad solo acude el panadero, cada día, a vender pan. «Antes venía un verdulero y otro comerciante a vender alimentos, pero hace unos dos años que no vienen, uno se ha jubilado y el otro ha dejado ese trabajo», por lo que la gente, «que tiene coche, va a comprar fuera, y el que no, como mi padre, yo voy cada día al pueblo y le traigo comida». Los otros servicios que llegan a Sempere son los del médico, que va un día a la semana, los jueves; y las dos trabajadoras municipales, una que va por la mañana y otra por la tarde. El consistorio abre todos los días, pero este viernes ha aprovechado la festividad de Sant Josep para hacer puente.

Mª Dolores también comenta que no están preocupados de que en Sempere ocurra como en otros municipios pequeños, zonas rurales, a los que se ha desplazado la gente a sus segundas residencias, para pasar este confinamiento. «Aquí no hay gente que viva en otros pueblos o ciudades y venga los fines de semana o en verano al pueblo a pasar las vacaciones. Antes sí que ocurría, pero ya no». Así que los vecinos habituales pasarán la crisis del coronavirus y el confinamiento como pasan los días «normales». Ventajas de vivir en el pueblo más pequeño.

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