Cincuenta y una horas de trayecto han tardado un grupo de quince valencianos en regresar a casa desde Guatemala. Se vieron forzados, además, a cubrir con cuatro furgonetas el trayecto hasta la frontera mejicana, y después salvar la distancia hasta Tutxla en autobús. Atravesando Chiapas, el corazón del narcotráfico, una zona de la que se oye hablar en el telediario pero que nunca imaginaron recorrer. Habían iniciado el viaje a América Central mucho antes de que se decretara el estado de alarma, pero los acontecimientos se precipitaron a partir de la decisión del gobierno. Se disparó también el temor a quedar atrapados a miles de kilómetros. «Ha sido una odisea plagada de nervios, con el miedo a tener que pasar la cuarentena en un hotel en el extranjero», relata Francesc Baixauli, de Esplai Viatges.

Un diluvio monumental y un fuerte temblor de tierra que les pilló en Tutxla, donde debían subirse a un vuelo que les trasladara hasta el aeropuerto de Méjico DF, añadió nervios y tensión a una expedición formada por numerosos pensionistas. Baixauli relata que iba siguiendo con creciente preocupación lo que ocurría en la Comunitat Valenciana y en España. «Lo primero que hacía por las mañana era entrar a Levante-EMV y otros periódicos para confirmar cómo se iba complicando la situa ción», recuerda ahora. «Pasamos de visitar lugares maravillosos como el lago Atitlán, el más bonito del mundo según Aldous Huxley, a experimentar una enorme preocupación por la deriva de la pandemia», rememora el que fue alcalde socialista en Silla hace años.

Rescate de dos parejas que iban por libre

Por el camino, «rescataron» a un matrimonio portugués y a otro catalán, que habían viajado por libre. «No podíamos dejarlos tirados a su suerte», comenta. Varias figuras, fundamentales para que la historia acabe bien, emergen en el relato. Ricardo González, del consulado de Guatemala. «Nos llamó hasta dos veces en el trayecto para ver cómo iba todo», apunta Baixauli. Pero también Freddy, que les trasladó en el autobús desde la frontera mejicana a Tuxtla, y Oswaldo, Luis o Ericka. «En este tipo de situaciones es donde se ve el alma de las personas», incide Baixauli.

La «estafa» de Iberia

Aflora lo mejor, pero también lo peor. Y en ese punto se refiere a Iberia, que aunque privatizada y fusionada con British Airways, para Baixauli se trata «de una compañía de bandera». «Tiene una serie de obligaciones y se ha de plegar a las instrucciones que dicte el estado, pero ha demostrado que se mueve por criterios neoliberales», lamenta. «En el vuelo de regreso a España muchos asientos iban vacíos en turista pero no así en primera, donde cobraban a más seis mil euros el billete, dejando a un grupo de chavales chilenos en tierra», denuncia. «No me vale que digan que tenían que cumplir con las distancias de seguridad porque en business iba lleno», asevera haciendo hincapié en la «estafa». «No se puede hacer pagar suplementos de escándalo en situaciones de emergencia como esta», enfatiza.

Policía, ejército y badénes insalvables

La situación más dramática, tal como confiesa Baixauli, fueron las seis horas de trayecto por la línea mejicana más golpeada por el narcotráfico. Un viaje interminable lleno de controles cada 50 kilómetros, con policía, ejército y seguridad privada por todas partes. «Es una carretera plagada de badénes enormes para impedir que los coches tomen velocidad. Es imposible saltarse uno sin que el vehículo acabe destrozado. Da miedo, la verdad», admite. «Pasamos momentos de enorme angustia porque además algún miembro del grupo tenía problemas de salud», concluye. Hace días están en casa ya, confinados, y sin creer aún el angustioso camino de regreso.