Óscar Mora (Dolores, 1978) ha trabajado desde siempre con las palabras y las ha moldeado desde todo ángulo. Como corrector editorial, asesor de literatura infantil, guionista de televisión, editor, colaborador en prensa, librero o monologuista. Pero sí hubiese que definirlo desde una pasión vocacional, esa sería la de narrador oral. Un oficio que aprendió del mejor, el inolvidable 'contacontes' Llorenç Giménez, cuando acudió con 16 años a uno de los talleres del histórico colaborador de Levante-EMV, fallecido el año pasado.

Con #ElCuentoDeLas12, Mora no solo honra la memoria de Llorenç, sino que además ha revolucionado, en dos semanas de confinamiento por la Covid-19, todo el espectro infantil que se asoma a YouTube. Una idea que nació con la sencilla intención de entretener a su hija Inés, de tres años, y al resto de su clase. Mora se abrió una cuenta en el conocido portal de vídeos y recrea cada día un cuento clásico para calmar la ansiedad que el forzado aislamiento produce entre los más pequeños. La iniciativa altruista tomó tal vertiginoso vuelo que a los pocos días ya estaba recibiendo correos electrónicos de padres y madres desde Liubliana, Santiago de Chile, Londres, Bruselas o Viena. «Todos me agradecen la idea y me cuentan las experiencias con sus hijos. Una madre me comenta que ha cambiado la hora de los deberes para que vea el cuento. También hay niño autista que si hace las tareas, su premio es ver el cuento de las 12. Les sirve de apoyo para el confinamiento», describe Mora

La avalancha del coronavirus ha paralizado las sesiones de cuentos que Mora, con el inicio de la primavera, tenía programadas en bibliotecas, colegios, talleres y ferias del libro, por lo que trasladó a YouTube los espectáculos, a los que acuden una media de entre treinta y cuarenta niños, que ahora se cuentan por centenares? La hora escogida, el mediodía, no es casual. Es una franja de horario delicada en la conciliación laboral y familiar entre las paredes de un aislamiento: «Puse el cuento a las 12 porque en ese momento ya han terminado tareas y se han limpiado y, con poco que hacer hasta la hora de comer, les puede entrar la ansiedad por el confinamiento. También libera por momentos a los padres».

Mora no tiene vocación alguna de ser «youtuber», pero la pantalla del portátil es un formato cómodo para llegar a su audiencia. La creciente popularidad alcanzada le ha obligado a contar cuentos para un segmento de edad más amplio y, también, a responder a los encargos de los padres, que le piden que salude a los niños, que no caminen descalzos o que hagan caso de las recomendaciones específicas de estos días, «como la necesidad de lavarse las manos o no salir de casa». A Mora también le envían fotos de los hijos escuchando el cuento, que ejercen un rol muy didáctico para «hacer comprender la realidad que nos ha sorprendido a niños y niñas tan pequeños», subraya. «Al ver esas fotos, el resto entiende mejor la situación, si ven que sus amigos también están en pijama en el sofá».

En el repertorio de cuentos hay mucha demanda de los clásicos, como Caperucita, El patito feo y Los tres cerditos, pero la magia está en la interactuación, jugando mucho con el humor y con los silencios para que los más pequeños respondan a sus preguntas. El inicio y el final, como es ley en todo 'contacontes', deben tener un sello personal. Mora arranca cada cuento sonando una armónica que no sabe tocar, aunque otros prefieren «el aplauso del cohete», que desencadena el griterío final y que sirve de despedida.

Como el confinamiento se adivina largo, Mora ha ido evolucionando el formato, convirtiendo cada miércoles en un día especial de adivinanzas, chistes y trabalenguas. El proyecto durará «lo que dure la cuarentena». Cuando llegue ese día, el autor proyecta «una gran fiesta de despedida». Y al aplauso del cohete le seguirá aquel «conte contat, conte acabat» del recordado maestro Llorenç.