Contemplando los mapas sobre la expansión del coronavirus desde que se detectó el primer brote en Wuhan (China) hasta el momento actual, y se percibe que este virus se ha transmitido por la acción humana, no por el movimiento del aire en la atmosfera. En este último caso, la vía de transmisión hubiera afectado a América y luego a Europa, siguiendo la dirección de los vientos en latitudes medias, de Oeste a Este. Aquí han sido los traslados de la población entre países, entre ciudades, los que han causado la expansión de este virus. Y han sido movimientos en sentido contrario. De Asia a Europa y de aquí a América. No hay tampoco una explicación climática que sea concluyente. El virus ha afectado más, de momento, a países y regiones de clima más cálido. Más en el sur de China que en el norte; más en la Europa mediterránea que en la Europa nórdica u occidental. Es cierto que muy poco en África, pero los movimientos de población por viajes, de negocios, de ocio, son menores. Los peores efectos, a escala planetaria, se está registrando entre los 30º y 45º norte, en una banda de climas templado-cálidos. Además, en Europa, por ejemplo, este invierno ha sido cálido, sin apenas días de frío. Este aspecto ha podido favorecer la propagación de virus al animar más la vida al aire libre, especialmente en los países del sur de Europa. De manera que la explicación atmosférica y climática para justificar la propagación de la pandemia y su intensificación en algunos países y regiones no resulta directa. Tal vez, como noticia positiva de estas semanas, está la drástica reducción de las emisiones contaminantes a la atmósfera en Asia y sobre todo en Europa. Ojalá no fuera sólo por la situación tremenda que vivimos y pudiera mantenerse así en el futuro. Pero no parece que vaya a ser así. En China los últimos datos señalan que comienzan a aumentar las emisiones contaminantes en las grandes ciudades, de nuevo, tras la remisión de la crisis sanitaria allí. Ahora lo importante es que se acabe pronto esta pandemia.