En el piso de Paco y de Puri, en Paterna, cabe una inmensa flota de aviones. A ninguno de estos aparatos les falta detalle, salvo uno: no vuelan, porque están fabricados con latas de piña. Paco Sancho tiene 70 años, está jubilado -antes se dedicaba a realizar montajes eléctricos en supermercados- y recicla cada lata de esta fruta para convertirla en una aeronave. En estas tres semanas de confinamiento por la crisis del coronavirus ya ha hecho unas cuarenta. "Tengo las latitas clasificadas: las pequeñas son para los cuerpos de los aviones y las grandes, para las alas", explica ilusionado al otro lado del teléfono.

Los vecinos se han enterado de su afición por la aeronaútica - "es algo innato en mí"- y le surten de su materia prima. "Menos mal, porque mi mujer ya me iba a tirar de casa", explica riendo. El buen humor no lo ha perdido, pese a estar encerrado. Un día. Y otro día. Y otro día más.

"Me meto a hacer mis aviones y me siento en el cielo. Estoy muy entretenido con eso", se sincera. "Al principio no me salían tan bien, pero he ido perfeccionado la técnica y, poco a poco, están mejor".

Durante la charla se escucha por detrás a Puri. "Mi mujer también me anima en realidad", dice con voz risueña. La nieta de Paco, Mónica, publicó en Twitter un par de fotos donde quedaba patente la habilidad de su abuelo.

-Paco, ¿usted sabe que se ha hecho viral en las redes sociales?

- ¡Me he quedado asombrado! Estoy emocionado. ¡A la gente le ha gustado lo que hago!

Al hilo de esta conversación quiere dejar una cosa clara: "es el momento de que la gente se dedique a sus aficiones. Pintar, por ejemplo. ¿Por qué no?"

A pesar del éxito y de alguna petición de compra, Paco insiste en que fabrica aviones con latas de piña porque le gusta, sin ninguna otra pretensión. O sí, la de empujar a los días de la semana para que avancen con buen ritmo, casi sin darse cuenta, hasta que pueda volver a pasear con Puri por las calles de Paterna, o por las que ellos quieran.